El artífice de la unificación alemana e impulsor del II Reich, Otto von Bismarck, decía que admiraba a España porque había sobrevivido a una invasión de Francia a principios del siglo XIX que le había costado más de 300.000 muertos.
De hecho, Napoleón confesó que su principal error fue luchar contra Rusia y España a la vez en dos frentes. Lo dejó escrito en su testamento político en la isla de Santa Elena, en el Océano Atlántico, donde murió. Las tropas imperiales francesas tuvieron tantos muertos como los españoles. La guerra fue salvaje, a cara de perro. Y luego vinieron tres guerras civiles entre liberales y carlistas.
Más de un siglo después, la principal amenaza para el país ha sido el procés. Y uno de los dirigentes que más y mejor se ha opuesto a él ha sido Josep Borrell. Salvador Illa estaría encantado de tenerlo a su lado o de ser su lugateniente, para desespero de los líderes separatistas.
Nacido en 1947, el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad es hijo de un panadero y una maestra. Se fue a Madrid para ser ingeniero y estudió un máster en EEUU.
Con Felipe González fue secretario de Estado de Hacienda, una época en la que actuó contra Lola Flores por fraude fiscal. En 1998 ganó las primarias para encabezar la candidatura del PSOE a las elecciones generales, pero un año después renunció en circunstancias aún no aclaradas. Y posteriormente fue presidente del Parlamento Europeo.
Hace una década se convirtió en la bicha del procés, gracias a una imbatible y mordaz oratoria.
Llegó incluso a escribir un libro sobre las mentiras del separatismo catalán, asegurando que ni la UE ni la ONU reconocerían la independencia de Cataluña tras una hipotética declaración unilateral, como así ha sido.
Con este recorrido, no me cabe la menor duda de que Borrell sería el mejor president.