La reconocida filóloga Carme Junyent, en una entrevista publicada en VilaWeb en el año 2014, aseguró que en la educación secundaria en Cataluña se podía predecir qué alumnos llegarían a bachillerato según la lengua que hablaran en casa. No dijo nada que no hayan certificado algunos estudios recientes como el de Jorge Calero y Álvaro Choi, profesores de la Universidad de Barcelona. A saber: que los alumnos castellanohablantes, incluso a igualdad de condiciones socioeconómicas, obtienen peores resultados académicos que los alumnos catalanohablantes. Esa información ofrecida por Junyent, de hecho, apuntaba hacia una realidad vislumbrada en el día a día por quienes nos dedicamos al mundo de la enseñanza en Cataluña.
Lo novedoso de la respuesta de la filóloga fue el razonamiento que empleó para explicar el fenómeno. En primera instancia, reconoció que algunos utilizaban esa evidencia para oponerse a la inmersión, aduciendo que el hecho de recibir todas las asignaturas en catalán podía suponer un obstáculo para los alumnos castellanohablantes al no poder utilizar su lengua materna --dificultad, por cierto, reconocida por la Unesco o por expertos como la pedagoga e hispanista sueca Inger Enkvist--.
No obstante, Junyent aseguró que ese razonamiento no era válido, y que el problema real tenía que ver con la actitud de los alumnos castellanohablantes ante el conocimiento, porque oponerse a aprender una lengua era oponerse al conocimiento general. Vino a decir, por tanto, que los alumnos castellanohablantes eran refractarios al saber, y que, en su actitud, y no en la inmersión, de la que ella se mostró firme defensora, había que buscar la causa de su fracaso. Ahí es nada.
Hete aquí, sin embargo, que el pasado 21 de enero apareció en El País una entrevista a Carme Junyent, realizada por Borja Hermoso a propósito de la publicación de un libro coordinado por la lingüista, en la que esta se quejaba amargamente de lo que para ella era la imposición del lenguaje inclusivo. Su posicionamiento con respecto a ese tema no era nuevo: Junyent lleva años mostrándose contraria al uso de ese lenguaje. Pero hubo algunos argumentos que me llamaron la atención, porque, mutatis mutandi, serían los mismos que uno podría esgrimir para oponerse a la inmersión lingüística. Transcribo algunas de sus respuestas:
--“Todo esto del lenguaje inclusivo es una imposición desde arriba, y quería decir que ya está bien. Y que quien quiera hablar y escribir así que lo haga, pero que a los demás nos dejen en paz”.
--“Muchas veces ese lenguaje ridiculiza la lucha de las mujeres. Y obstaculiza el mensaje”.
--“Sí, pero en esta cuestión, como se supone que los que proponen ese tipo de lenguaje son los buenos y los que tienen la razón, pues aún son más dogmáticos”.
--“Hay profesores que obligan a sus alumnos a escribir así. ¿Quién ampara al alumno? En la enseñanza hay directrices claras”.
--“La Generalitat no acepta ningún proyecto que no esté escrito en lenguaje inclusivo”.
Ahora veamos cómo quedarían esas respuestas si cambiáramos las expresiones referidas al lenguaje inclusivo por conceptos relacionados con la inmersión lingüística:
--“Todo esto de la inmersión lingüística es una imposición desde arriba, y quería decir que ya está bien. Y que quien quiera hablar y escribir en catalán que lo haga, pero que a los demás nos dejen en paz”.
--“Muchas veces la defensa a ultranza de la inmersión ridiculiza la lucha de los catalanohablantes. Y obstaculiza el mensaje”.
--“Sí, pero en esta cuestión, como se supone que los que proponen la inmersión son los buenos y los que tienen la razón, pues aún son más dogmáticos”.
--“Hay profesores que obligan a sus alumnos a escribir en catalán. ¿Quién ampara al alumno? En la enseñanza hay directrices claras”.
--“La Generalitat no acepta ningún proyecto que no esté escrito en lengua catalana”.
Hay todavía otro argumento que ofreció Junyent que ni siquiera requiere cambiar ningún referente y que, en mi opinión, resulta cuando menos irónico, habida cuenta del denuedo con que la filóloga defiende la inmersión lingüística: “Si alguien conoce un cambio social producido como consecuencia de un cambio lingüístico, yo me replanteo todo. Pero no hay ejemplos de eso”.
No me dirán que, tot plegat, no resulta maravilloso.