En Algo va mal (Taurus, 2011), el historiador Tony Judt cita una certera frase del periodista polaco y fundador del sindicato Solidaridad Adam Michnik, que dice: “Lo peor del comunismo es lo que viene después”. Y lo que vino después de la Unión Soviética fueron primero los años de Boris Yeltsin y después los de Vladímir Putin. Años de capitalismo salvaje y de oligarcas enriquecidos con las privatizaciones de saldo de las empresas estatales, que figuran entre los más ricos del mundo, con sus yates insultantes y sus inversiones en Londongrado. Años de un régimen que se caracteriza por la cleptocracia y la autocracia, en el que la democracia es pura simulación o, en palabras de Judt, años de transición desde el igualitarismo represivo a la codicia desatada.
Por eso es incomprensible que, ante la decisión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de enviar armas a Ucrania, como hacen la inmensa mayoría de los países de la UE, la izquierda española anclada en el referéndum contra la OTAN de 1986 y en la guerra de Irak de 2003 se pronuncie en contra. A este respecto, Sánchez dijo en el Congreso de los Diputados que “el recuerdo del 'no a la guerra’ de Irak hoy es el ‘no a la guerra de Putin’”.
La línea más ortodoxa de Unidas Podemos (UP), representada por su secretaria general, la ministra Ione Belarra; por el portavoz parlamentario, Pablo Echenique, y por la ministra de Igualdad, Irene Montero, se opuso el miércoles en el Congreso al envío de armas porque significa una “escalada belicista” que puede llevar a un “escenario peligroso e incierto” y porque es “un error” que no será eficaz. Hablar de “escalada belicista” cuando Ucrania está siendo invadida por un ejército gigantesco como el ruso es desviar la atención y, en el fondo, ponerse del lado del agresor y en contra del agredido.
Es también una forma de postureo porque UP, después de muchas dudas, ya había aceptado la primera propuesta de Sánchez, rectificada después, de canalizar el envío de armas a través del Fondo Europeo de Apoyo a la Paz (FEAP), el mecanismo de que se ha dotado la UE para la entrega de armamento ofensivo y defensivo a Ucrania. El FAPE, del que España es el cuarto donante, con 40 millones de euros, tiene una dotación de 500 millones. O sea, UP acepta el envío de armas de esta forma, pero no de manera bilateral o directa. Ganas de desmarcarse.
De todas formas, la situación en Ucrania es tan dramática que el rechazo de UP ha dividido a los morados, ya que la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, y el presidente del grupo parlamentario, Jaume Asens, han apoyado la decisión del presidente del Gobierno de enviar armas directamente al país invadido. Díaz respaldó a Sánchez en esta “decisión seria”, dado que hay “millones de vidas que están en juego en Ucrania”, mientras que Asens recordó que la exrepública soviética está siendo “invadida” y tiene “derecho a defenderse”. Se da así la paradoja de que el presidente del grupo parlamentario y el portavoz discrepan en una cuestión tan importante. Pero, pese a la evidente desunión, no parece que las divergencias vayan a poner en cuestión el Gobierno de coalición.
Unidas Podemos ha sido, junto a EH Bildu, el único partido que se ha opuesto a la decisión de Sánchez, que ha contado con el apoyo de la derecha y de socios de investidura como ERC --con contradicciones-- y el PNV. Ambos grupos lo hicieron con referencias a la Guerra Civil española. El portavoz de ERC, Gabriel Rufián, afirmó que si la comunidad internacional hubiera ayudado a la República “seguramente hoy Franco sería simplemente un golpista olvidado por la historia y este país un país mucho mejor”. Sin embargo, tras su intervención, dijo en los pasillos que nunca va a estar a favor de enviar armas a una guerra y pidió que se sometiera a votación en el Congreso. Para mayor contraste, el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, declaró en Tortosa que estaba a favor del envío de armas.
El representante del PNV, Aitor Esteban, se refirió al bloqueo que sufrió España por parte de Gran Bretaña y Francia durante la Guerra Civil para alertar: “No podemos caer en el mismo error. Una cosa es intervenir de manera directa militarmente, lo cual puedo entender que sea el último paso, y otra es dejar indefenso a un país que está repeliendo una invasión y lo hace indirectamente también por nosotros”.
La intervención directa, con el envío de tropas al conflicto, está descartada por España, por la UE y por la OTAN, por el peligro de conflagración mundial que acarrearía, pero la ayuda militar a Ucrania servirá para intentar frenar a Putin y para lanzar una clara advertencia al autócrata del Kremlin, al que ya se le consintieron anteriormente, sin gran oposición, la anexión de Crimea y otras aventuras bélicas.