Después de meses de negociaciones, ha visto la luz la reforma laboral del siglo XXI, una nueva apuesta para continuar trabajando en una recuperación justa ante la crisis. Un texto que reduce la temporalidad, refuerza la creación de ocupación de calidad y ofrece seguridad jurídica a las empresas, entre otras novedades. Un acuerdo que demuestra que hay crisis de muchos tipos, pero solo dos maneras de afrontarlas: avanzando o retrocediendo. Avanzar creciendo, creciendo económicamente, creciendo en puestos de trabajo, creciendo en derechos. Y creciendo sin dejar a nadie atrás.
El Gobierno de Pedro Sánchez ha demostrado que de esta crisis se puede salir reforzando el estado del bienestar, y no recortando nuestro patrimonio común como son la salud, la educación y los derechos laborales. Y esta manera de encarar la pandemia y sus consecuencias nos ha permitido recuperar el número de trabajadores y trabajadoras que teníamos antes de la crisis con solo un año y medio. Con las políticas de la derecha hubiéramos tardado más de una década.
Nunca en la historia habíamos tenido tantas personas trabajando como ahora: más de 20 millones. Y nunca habíamos tenido tantas mujeres trabajando como ahora. Una clara muestra de cómo se puede crecer mientras se ganan derechos y se incrementan los salarios. Además, este crecimiento de la ocupación se hace reduciendo el paro juvenil e incrementando los contratos indefinidos.
Pero si es importante el contenido de la nueva reforma laboral, no lo es menos la manera como se ha logrado. El acuerdo ha sido toda una apuesta por el diálogo. Para negociar en vez de imponer. Para pactar y poner unas bases estables y compartidas. Y esto ha sido posible gracias a la voluntad de los agentes sociales y económicos. Si los representantes de los trabajadores y de las empresas han firmado este texto, harían bien los partidos políticos de no cuestionar su legitimidad y apoyar en este gran acuerdo del diálogo social.
Porque cuando desde ERC se escuchan voces como la de Gabriel Rufián tildando a esta reforma de "maquillaje", millones de trabajadores/as de este país se llevan las manos a la cabeza. Lo que para ellos es "maquillaje", para la clase trabajadora son derechos. Si no, que se los expliquen a los trabajadores que con la reforma del PP ven su convenio caducado, y con él sus derechos. O un oficial de 2ª del metal, al que el nuevo texto le permite pasar de 13.980 euros anuales a más de 23.000, una mejora del 65% del sueldo.
Que le argumenten que es maquillaje a los miles de precarios que encadenan contratos temporales uno tras otro sin límite. Que se lo expliquen a una trabajadora con el convenio de despachos y oficinas, que con la nueva reforma verá como pasa de cobrar 13.510 euros a 17.514 euros al año, ganando más de 4.000 euros. O a los jóvenes que han vivido que los contratos de formación acaban siendo una vía para vulnerar sus derechos. O un trabajador de la hostelería de l’Hospitalet, que con el acuerdo ve incrementado su salario un 35% gracias a la aplicación del convenio del sector. O a las trabajadoras de empresas subcontratadas que ven como se incrementa su protección. O a los comités de empresa que luchan contra el fraude y ven cómo ahora se sanciona cada contrato de manera individual, incrementando las multas ante las infracciones.
Que se lo expliquen a todos ellos. Y que lo hagan extensivo a sus propios votantes, dado que las encuestas muestran cómo solo un 7% de los electores de ERC rechazan el acuerdo. Si de verdad ERC piensa que esta reforma es maquillaje, les recomiendo una breve charla con alguno de estos miles de trabajadores/as o electores. Y que sean transparentes con la consecuencia de su alineamiento con el PP y VOX: la no convalidación del acuerdo mantendría el recorte de derechos llevada a cabo por el PP.
Los derechos no se logran prometiendo helado de postre cada día, sino luchando, negociando y pactando como han hecho sindicatos y patronales con la nueva reforma laboral. Y haría bien ERC en acompañar esta nueva conquista de derechos, en vez de atacar a los sindicatos. No se entendería lo contrario en un partido que lleva “izquierda" como primera palabra de las tres que conforman su nombre.