Los independentistas la han tomado ahora con el Ara, valga la redundancia, por haberse negado a publicar un artículo de tintes belicistas. Más vale tarde que nunca, aunque también podría aplicársele aquello de, a buenas horas, mangas verdes. Sea como sea, bienvenido el periódico Ara a la civilización, aunque por culpa de ello le haya ocurrido lo previsible: ha encendido tanto los ánimos del procés, y durante tanto tiempo, que ahora los radicales se vuelven contra él. Tarea harto difícil, la de volver a meter dentro del tubo el dentífrico que ya se había sacado. Las revoluciones, aunque sean de mentirijillas como la catalana, suelen acabar devorando a sus líderes. Que le pregunten sino a Robespierre.
Por fortuna, la única guillotina en todo este asunto se ha aplicado contra un tal Xavier Roig, y aun metafóricamente: en lugar de cortarle el cuello, la dirección del Ara se ha limitado a cortar por lo sano, es decir, a no publicar la sarta de memeces que al parecer pretendía el autor que vieran la luz en forma de artículo. Más aún que el lenguaje bélico utilizado --“enemigos”, “guerra”, etc.--, llama la atención del supuesto artículo el llamamiento a ser “desagradable” con todos los anticatalanes, que para la cabecita del tal Roig deben de ser todos aquellos que ni hablan catalán con suficiente profusión ni ansían para esta tierra la llamada libertad. Libertad que, dicho sea de paso, sería de todo menos libre, según se deduce de las palabras del autor guillotinado y de la mayoría de sus iguales. Líbrenos Dios de libertades tan poco libres.
A todos los mencionados se les debe tratar desagradablemente, cosa que realmente asusta, puesto que de ello se deduce que hasta ahora eran tratados amablemente tanto los padres que quieren para sus hijos más horas de enseñanza en castellano, como los pobres camareros que cada dos por tres se ven señalados por no haber atendido en catalán a algún fundamentalista de la lengua. Con estos antecedentes de amabilidad, es de suponer que “tratar desagradablemente” habrá de significar apalear, o como mal menor, escupir, a todo el que ose pronunciar una palabra no recogida por el Institut d’Estudis Catalans.
De todos modos, de justicia es reconocer que, a valientes no, pero a ser desagradables, nadie gana a los independentistas catalanes, en eso son maestros consumados, no sé si es que todos los antipáticos se hacen indepes, o es que al hacerse indepe uno pierde todo rastro de simpatía y amabilidad. Sea primero el huevo o la gallina, tan desagradables se han mostrado hasta el momento, que el uso del catalán no hace más que retroceder. Si se empeñan en serlo más todavía a partir de ahora, la lengua catalana va a desaparecer, esta vez sí, sin remisión. Tal vez el Ara haya decidido no publicar el llamamiento de Xavir Roig a la antipatía, precisamente para preservar el catalán. O lo que quede de él.
De momento, ha empezado el acoso al periódico en las redes sociales, en un anticipo de lo que está por llegar. El próximo paso --se lo advierto al Ara porque ya lo hemos sufrido en Crónica Global, al igual que en otros medios--, es amanecer con pintadas en la fachada, calificándoles de “botiflers”, traidores y vendidos al españolismo, quizás aliñado todo ello con alguna alusión al Ibex 35, que a saber lo que es, pero es obligatorio mentarlo. Cuando eso llegue, que va a llegar, aconsejo no borrar las pintadas, puesto que supondrán la señal inequívoca de que el Ara ha vuelto a ejercer el periodismo. En Cataluña, un medio sin pintadas en la fachada ni hace periodismo ni hace nada. Bueno, algo sí hace: recibir jugosas subvenciones.