Los economistas, periodistas y políticos asumimos los datos oficiales como verídicos. No obstante, a veces no es así y los errores estadísticos pueden comportar importantes repercusiones económicas y sociales. Así, por ejemplo, una inflación anual sobrevalorada genera en el siguiente año un mayor aumento de las pensiones y del gasto público.
Los errores no proceden de manipulaciones de los resultados, pues los organismos que elaboran las estadísticas tienen una gran autonomía. Algunas veces responden a unas reglas de clasificación escasamente rigurosas, una medición que recoge solo una parte de la actividad de un mercado o a un deficiente proceso de recogida de datos.
El primer caso explica los fallos cometidos por el INE en la estimación del número de viviendas vacías. Un agente censal es quién determina si el inmueble está o no habitado. Si aquel considera que no hay señales de que una familia lo use, aunque solo sea temporalmente, anota que el piso está desocupado.
El criterio de calificación es aleatorio y puede provocar un sesgo hacia una de las clasificaciones. El resultado de ello ha sido una sobrevaloración de los inmuebles vacíos en el Censo de Población y Viviendas de 2011 (3.443.365 --13,7% del parque--). Un dato que ha llevado a algunas formaciones políticas a solicitar un impuesto sobre los pisos deshabitados.
Una muestra de lo anterior queda patente en el detallado trabajo de campo realizado por el Ayuntamiento de Barcelona. Según este, en 2019 había en la ciudad 10.052 inmuebles vacíos (1,22%), mientras que para el Censo del INE existían 88.411 (10,9%). Una gran desengaño para Ada Colau, quién creía que la entrada en el mercado de alquiler de una sustancial parte de los anteriores pisos resolvería en gran medida el problema de la vivienda en la capital catalana.
El segundo caso revela una de las principales causas del elevado diferencial de inflación en octubre entre España y la zona euro (5,4% versus 4,1%). Por razones históricas, el INE mide la subida del precio de la electricidad como si la totalidad de las familias tuvieran contratada la tarifa regulada, siendo esta la que liga el importe del KWh al del mercado mayorista.
En realidad, de los aproximadamente 29 millones de hogares, solo alrededor de 11 millones están acogidos a dicha tarifa. Si en lugar de contabilizar que la tienen un 100%, considerara que solo la posen un 37,9%, tal y como verdaderamente sucede, la inflación solo sería del 4,6%. En concreto, 0,8 puntos menos de la oficialmente indicada.
Los anteriores errores, junto con algunos otros más, como el cometido por el Banco de España cuando indica que los bancos prestaban un mayor porcentaje del precio de la vivienda en 2020 que en 2007 (64,2% versus 63,5%), me inducen a pensar que el INE puede haberse equivocado en el cálculo del PIB de los últimos trimestres. El resultado sería una subestimación de la intensidad de la actual recuperación económica.
Mis principales argumentos son los siguientes:
1) La ocupación se ha recuperado antes que el PIB. En las crisis anteriores, el empleo siempre se recuperaba después del nivel de producción. Así, por ejemplo, España superó el PIB de 2008 en 2016. En cambio, en 2019 el número de ocupados continuaba siendo inferior al máximo de la década precedente (786.500 menos que en el tercer trimestre de 2007).
La anterior es una secuencia lógica, pues los empresarios solo contratan a más trabajadores cuando ven que hay un incremento de la demanda, este es persistente y supera a su capacidad actual de producción. Debido a ello, es sorprendente y, escasamente coherente, que en el tercer trimestre de 2021 el número de empleos supere en 64.100 el existente en el último de 2019 y el PIB de la primera fecha se sitúe un 6,6% por debajo del de la segunda.
2) El gasto de las familias cae en el tercer trimestre. Por primera vez, en un período de recuperación, donde hay un gran incremento del empleo (359.300 ocupados más), el consumo privado disminuyó un 0,5%. Una evolución insólita, especialmente si tenemos en cuenta que en dicho período desaparecieron por completo las restricciones a la movilidad personal.
La anterior disminución contrasta con la mejora de la confianza de los consumidores, una magnífica temporada del turismo nacional (el gasto de los residentes superó al de 2019) y un elevado volumen de ahorro acumulado por los hogares en 2020 (108.844 millones --un 126,6% más que en 2019--).
También resulta muy extraño que las familias decidan reducir su gasto en bienes y servicios y, en cambio, disparen las compras de viviendas. En el tercer trimestre de 2021, se vendieron un 21% más que en el mismo de 2019 (153.552 versus 121.889).
3) El efecto rebote es menor que en el área euro. España es una economía con unas características muy cíclicas. Hasta el momento, en las anteriores crisis internacionales le ha ido peor que a la eurozona y mejor en las recuperaciones. Así, por ejemplo, en el período 2014-2019, la primera solo creció una media del 2%, mientras que nuestro país lo hizo en un 2,8%.
En 2020, la caída de la producción en España fue del 10,8%, siendo la mayor de la eurozona y muy superior a su promedio (6,4%). No obstante, el efecto rebote en el primer país, cuya intensidad generalmente está asociado con la magnitud de la caída precedente, está siendo inferior al de la segunda área.
En concreto, constituye una sorpresa que el crecimiento medio anual entre enero y septiembre haya sido superior en la eurozona (5,6%) que en nuestro país (5,3%). Unos datos que sitúan a España 6,1 puntos más lejos del PIB de 2019 de lo que se encuentra el área común, pues esta únicamente se halla un 0,5% por debajo de aquel.
Una parte de la menor intensidad del efecto rebote queda explicada por el escaso turismo extranjero que ha llegado a nuestro país en los primeros nueve meses del año. No obstante, en ningún caso, el anterior factor sirve por si solo para justificar el gran retraso comparativo de nuestra recuperación. Me parece muy extraño que, entre los 13 países que han presentado las cifras del PIB del último trimestre, España sea el tercero del área euro con un menor aumento de la actividad económica.
En definitiva, como cualquier otra ciencia social, la estadística dista mucho de ser perfecta. No obstante, en los últimos años, su fiabilidad ha aumentado notablemente. A pesar de ello, creo que la estimación del crecimiento del PIB en 2021 no es correcta y, por tanto, este aumenta más de lo que dice el INE.
Si estoy en lo cierto, espero que el organismo corrija las cifras proporcionadas en la revisión que siempre realiza, pues las actuales son provisionales. No obstante, no podrá reparar las críticas políticas y mediáticas recibidas por el gobierno por las decepcionantes cifras económicas de 2021.