Nada mejor para recordar al genial Luis García Berlanga, en el año que se celebra el centenario de su nacimiento, que ver alguna de sus mejores películas. Entre ellas, Plácido, interpretada por un magistral Cassen. Su argumento gira alrededor de unas señoras ricas y ociosas que organizan una campaña navideña bajo el lema de “siente un pobre en su mesa”. Para ello cuentan con la colaboración de la empresa Ollas Cocinex, que patrocina una subasta para que cada rico invite a cenar a un pobre.
Plácido fue estrenada en 1961 y cuesta de creer que, 60 años después, resulte tan vigente. Las formas han variado, pero la abundancia de pobres y la ostentación de la caridad sigue entre nosotros. Perviven las iniciativas de personas acomodadas con que recaudar unos euros para los pobres y, también, para tranquilizar su propia conciencia. Pero, además, esta caridad pública se ha sofisticado.
Así, algunas empresas la vehiculan y publicitan a través de la denominada responsabilidad social corporativa, mientras que otras iniciativas la han acercado a todos los ciudadanos. Es el caso destacado del gran recapte, que se iniciará los próximos días.
Una iniciativa cargada de buenas intenciones y que resulta posible gracias a los muchos voluntarios que, situados en la salida de los supermercados, recogen el kilo de arroz o la lata de atún que los clientes deciden donar a los más necesitados para que no pasen hambre. El mismo dinero podría recaudarse de manera discreta al pasar por caja, pero el encanto del proyecto reside en se visualice cómo el cliente deposita el arroz o el atún en el recogedor. Supongo que ello refuerza nuestra autoestima como donantes.
En unas semanas se informará, con gran satisfacción, de las toneladas de alimentos recogidos. Y será de justicia reconocer la predisposición y esfuerzo de sus organizadores, pues habrán conseguido que los más desafortunados coman con un mínimo de dignidad. Pero, lo de verdad importante es preguntarnos cómo en una sociedad rica y que pretende ser decente, se tiene que recurrir a esta exhibición de la caridad para dar de comer al hambriento. Algo profundo falla, pues resulta muy sencillo garantizar la alimentación desde los poderes públicos, de manera anónima y discreta.
En cualquier caso, mi deseo de que el recapte sea un éxito y mi recomendación a los lectores de estas líneas de que vean Plácido y quizás compartan conmigo que “la vida sigue igual” tal como cantaba Julio Iglesias hace más de medio siglo. Aunque quizás la canción no sea tan vigente. Es posible que hayamos ido a peor.