El pasado fin de semana, decenas de niños y curiosos de la ciudad de Stuttgart salieron a la calle para dar la bienvenida a Little Amal, una marioneta de 3,5 metros de altura que representa a una niña refugiada de 9 años que a finales de julio emprendió su viaje desde la frontera turco-siria en busca de una nueva vida en Europa. Pero la pequeña Amal no ha podido quedarse mucho tiempo en Stuttgart: igual que miles de niños refugiados sirios que en los últimos años han cruzado la frontera con Turquía, viaja sola y busca desesperadamente a su madre, con la que espera reunirse en noviembre en Mánchester, Reino Unido, después de una odisea por más de 70 ciudades de ocho países de Europa.
“Nuestro objetivo es que se hable de los niños refugiados no solo como un asunto político, como un problema, sino sobre el potencial que traen con ellos, sobre la riqueza cultural de sus países de origen, y hacer un homenaje a su experiencia”, explicaba en una Ted Talk el pasado agosto Amir Nizar Zuabi, creador de este original espectáculo de marionetas itinerante, llamado The Walk.
Concebido durante la pandemia, The Walk nació precisamente por esto, “porque la atención del mundo está en otra parte en este momento y es más importante que nunca reavivar el debate sobre la crisis de refugiados y cambiar la narrativa en torno a ella. Sí, los refugiados necesitan comida y mantas, pero también necesitan dignidad y voz”, añade este director y guionista de origen palestino afincado en Reino Unido.
The Walk —un periplo de 8.000 kilómetros en cuatro meses, pasando por Grecia, Italia, Francia, Bélgica, Suiza, Alemania y Reino Unido— es fruto de la colaboración entre The Good Chance, una compañía de teatro británica con fines humanitarios que promueve el teatro como forma de empoderar a la comunidad (de la que Zuabi es actualmente director artístico) y la Handspring Puppet Company, una prestigiosa compañía de marionetas sudafricana.
El objetivo es volver a poner el foco de atención en las necesidades urgentes de los refugiados más jóvenes (“No nos olvidéis”, reza el mensaje de la pequeña Amal cuando llega a una nueva ciudad), pero, sobre todo “desafiar la percepción general que se tiene de los refugiados”, añade Zuabi, que ya durante su juventud en Palestina trabajó como voluntario llevando sus espectáculos a comunidades y campos de refugiados de su país.
“Siempre me impresionó el efecto inmediato que producía el teatro en la gente”, recuerda en la charla online. Así que en 2015, en pleno pico de la ola de refugiados llegando a Europa, pensó que “quizás hacía falta crear un nuevo modelo de teatro, un teatro que saliera del escenario y llegara a la calle, donde te encuentras a toda esa gente”, añade. El siguiente paso fue empezar a colaborar con The Good Chance, que en 2015 ya estaba llevando un proyecto de espectáculos en el desaparecido campamento de refugiados de Calais (“La jungla de Calais”) entonces el más grande de Europa.
Para The Walk, Zuabi ha contado también con la colaboración de líderes comunitarios y religiosos, grupos artísticos y organizaciones de refugiados locales para que organicen eventos a lo largo del viaje. En Stuttgart, por ejemplo, la pequeña Amal fue acompañada de un espectáculo de marionetas luminosas gigantes de la compañía local Dundu, mientras que en París se reunirá con dos escritores en la famosa librería Shakeaspeare & Co para presentar un libro ilustrado inspirado en su viaje por Europa.
Sin embargo, la pequeña Amal no siempre ha sido recibida con los brazos abiertos. En la ciudad de Larissa, Grecia, por ejemplo, un grupo de manifestantes arrojaron piedras contra la marioneta y boicotearon el evento, poniendo de manifiesto que el reasentamiento de más de cinco millones de refugiados sirios en el continente europeo sigue siendo un problema social sin resolver.
Zuabi, sin embargo, está convencido de que The Walk está siendo una experiencia constructiva: “Queremos convertir este proyecto en una celebración de esperanza y humanidad compartidas”, insiste en la charla online.
En una entrevista reciente en motivo del estreno de una de sus obras en Nueva York, Zuabi confesaba que su visión del mundo, tanto como dramaturgo como persona, está marcada por su experiencia creciendo en Palestina. “Crecer en un lugar así me sirvió, por ejemplo, a no tomar nunca la seguridad por garantizada”, explica en la web de la productora teatral Playco.
“Cuando a los 20 años, de pronto, me tocó vivir en zona de guerra, la realidad se convirtió en algo frágil y cruel. Para mí, fue un pico en mi curva de aprendizaje sobre la vida, sobre el teatro, y la importancia de ambos. Creo que nos proporcionan algo que decir sobre el mundo en que vivimos, mientras que el resto es técnica”, explica el dramaturgo, convencido de que el teatro es la forma de arte más “humana” de todas.
“Los actores no estamos manipulados en el escenario, somos criaturas sudorosas y torpes. Sin estrellato, sin superpoderes. No somos bailarines. No somos pianistas que podemos tocar la Tercera de Rachmaninov. Pero, por eso mismo, por esa simplicidad, somos los recipientes perfectos para cualquier historia”, concluye.