La paranoia es un efecto colateral del Covid-19 que ha cambiado radicalmente la vida del mundo entero, como la mal llamada gripe española de 1918, que nació en las trincheras francesas y alemanas en la Gran Guerra. Se bautizó así por el grupo de comunicación estadounidense Hearst, que provocó la guerra entre Estados Unidos y España, y la pérdida de Cuba, la perla de la Corona, en el fatídico 1898.
Hay un efecto negacionista, aunque parezca mentira, sobre el volcán de La Palma. Recuerdo, cuando era niño, que algunos abuelos no creían que el hombre hubiera viajado a la Luna, en 1969. Decían que era una mentira. Hoy dirían que es una noticia falsa. Hay un 20% en el mundo que está en contra de las vacunas. Y puedo entender que haya personas que teman sus posibles efectos, por situaciones personales concretas.
La violencia de los jóvenes contra la policía se ha incrementado en Cataluña y en toda España. También en los países vecinos, en París, en Londres y en Berlín. Muchos jóvenes están hartos de no poder disfrutar de su juventud. Y, por ello, ha aumentado el número de suicidios de una parte de la población que se corresponde con la adolescencia, que dura hasta los treinta años, como señalan los psicólogos.
Desde la China se anuncia que podría llegar un derrumbe económico como el de 2008, o el crack de 1929. Nadie lo sabe, porque China es un país comunista, pero el BBVA ha perdido miles de millones en la Bolsa de Madrid.
Para variar, hay que señalar también la situación del Barça, que está huérfano sin Messi. Además, el 10 argentino está cabreado con su paisano, el entrenador del PSG, porque el domingo fue relevado en la segunda parte.
En las calles hay más violencia gratuita. El ejemplo es que una doctora en Madrid, enferma mental, que había matado a tres colegas, el pasado lunes en un brote psicótico quiso matar a dos mujeres. Vivimos con miedo, mientras asistimos a la tontería de la ministra de Turismo, que ha aconsejado viajar a Canarias para ver el espectáculo del volcán. El presidente del Gobierno no la ha cesado.
Y en Cataluña, las tres fuerzas independentistas se llevan como el perro, el gato y el ratón. Y eso es lo único que me gusta. Pero no me gusta que Angela Merkel se retire. La echaremos en falta.