“La gangrena es la muerte de tejido corporal como consecuencia de la falta de irrigación sanguínea o a una infección bacteriana grave. Por lo general, la gangrena afecta los brazos y las piernas, incluso los dedos, pero también puede ocurrir en los músculos y en los órganos internos, como la vesícula biliar. Los riesgos de desarrollar gangrena son más altos si tienes una afección preexistente que pueda dañar los vasos sanguíneos y la circulación de la sangre, como la diabetes o las arterias endurecidas (ateroesclerosis)”: (Mayo Clinic)
Cataluña tiene riesgo de gangrenarse porque lleva muchos años sin gobierno y la irrigación sanguínea empieza a ser clamorosa. El último ejemplo lo tuvimos cuando la división en el Govern acabó con una inversión de 1700 millones para hacer de El Prat un hub aeroportuario, porque el Govern prefiere un país empequeñecido antes que asumir polémicas, y lo más importante, responsabilidades. Y tras el 2017, la gangrena empezó a afectar a todo, impulsada desde Waterloo, porque alguien, que tiene nombre y apellidos, quiere que la gangrena se extienda para dar su solución --la independencia-- a costa de que la enfermedad sea irreversible. Carles Puigdemont hizo su último movimiento para deteriorar --todavía más-- al Govern de coalición independentista: forzar la máquina en la Mesa de Diálogo desvirtuando su carácter de mesa de gobiernos en mesa de partidos, porque es su única manera de llevar la voz cantante y dinamitar la terapia para afrontar la gangrena.
El independentismo se rompió porque Aragonès dicen que dio un golpe de autoridad, aunque lo cierto es que el golpe de autoridad hubiera sido cesar a los consejeros de Junts, pero esta pantalla todavía no la quiere abrir el presidente catalán, ni siquiera ERC, porque sería tanto como cambiar el escenario político y cambiar de pareja de baile: de Junts al PSC. La división, casi ridícula, del independentismo le ha dado un balón de oxígeno a Pedro Sánchez que se ha presentado casi como estadista, logrando que ERC esté más cerca de aprobar los presupuestos y ha tendido la mano para que ERC pueda aprobar los suyos con el respaldo del PSC, algo que hasta la llegada de Sánchez al Palau era una entelequia. La ventana hasta ahora cerrada parece que puede abrirse en algún momento. La reunión fue solo una solución paliativa a la gangrena, no hay todavía un remedio, pero se busca. La imagen de Sánchez realizando declaraciones en la Galería Gótica, un espacio solo reservado al presidente de la Generalitat, es el mejor ejemplo de que ERC ha asumido la legalidad vigente y lo más importante la lealtad institucional.
Puigdemont desde Waterloo, con un partido dividido y fragmentado, quiso forzar la máquina. Quiere solucionar la gangrena con lejía. No pretende una solución. Su objetivo es profundizar en la ruptura, porque solo desde la confrontación tendrá un papel. Negociar, acordar, buscar salidas, no es su receta médica. No quiere dar al enfermo ni un paracetamol, le conviene que siga en shock, en la UCI, porque solo así sus recetas tendrán un mínimo papel sobre la salud del enfermo.
Jordi Puigneró dijo que sin Junts es imposible el acuerdo. Tiene razón, pero el interrogante es quién es el interlocutor de Junts. Tras lo sucedido esta semana parece que sigue siendo Carles Puigdemont lo que ha dejado a Jordi Sànchez el papel de títere al frente del partido, a Jordi Turull como eterno aspirante a calentar la banda y a Jordi Puigneró como un vicepresidente sin rango ni poder de decisión. Por si acaso, Puigdemont envió a su comisario político, a Miriam Nogueras, para evitar que alguno levantara la cabeza más de lo necesario.
Las boutades de Puigdemont han dejado a su partido fuera del tratamiento del enfermo, pero seguirán ahí esperando que se complique la enfermedad para hacer valer sus remedios sin sentido. Ahora depende de ERC y PSOE, contando siempre con el PSC, del nuevo tratamiento. El diálogo destensa, desinflama y puede estabilizar la gangrena pero no la cura. Ayuda pero no es el remedio final. Pere Aragonès debe ser consciente que su socio natural ya no es Junts per Catalunya, mucho menos la CUP, porque juntos la gangrena se ha ido expandiendo. Debería empezar a estudiar otras opciones, para que el tratamiento diera sus frutos. En España haciendo piña con el PSOE, para cerrar el paso a una mayoría de derechas que solo pretenderá dar la extremaunción al enfermo, y en Cataluña convocar una Mesa de Partidos para que el PSC tenga un peso específico en el equipo médico. Aragonès tiene que hacer lo mismo que hizo con la CUP con Mas, con Puigdemont: enviarlo a la papelera de la historia. Será la manera de intentar parar la gangrena, recuperar la irrigación sanguínea y sanar los tejidos.