Por una vez, aunque sea solo por una vez, vamos a ser sinceros y mínimamente honrados ante lo que sabemos que va a pasar. Vamos a dejarnos de eufemismos y de palabras vanas. Vamos a decirles la verdad. Vamos a intentar contarles lo que sabemos que va a ocurrir. Sin circunloquios ni ambigüedades. Vamos a ser decentes y a no engañarlas. A no darles falsas esperanzas. A decirles en voz alta a ellas, a las mujeres y niñas de Afganistán, que se ha acabado. Que sus vidas van a desaparecer. Que van a dejar de ser. Que ya no van a contar para nadie. Que lo sepan, que lo asuman y que la vergüenza y el bochorno nos llene a todos los que hemos permitido que esto pase de nuevo.
Estos días es la evidencia de la conquista de Afganistán por parte de los talibanes lo que nos remueve la conciencia pero, ¿hasta cuándo nos durará el cabreo? ¿Hicimos algo cuando la también reconocida tiranía de los “señores de la guerra” a su vez las dejaba desamparadas?
Durante estos últimos 20 años, desde Occidente nos hemos lavado la conciencia contribuyendo a ofrecerles un espejismo de modernidad y justicia que es de una crueldad descomunal para todas ellas.
¿Cuándo nos cansaremos de esta indignación? ¿Cuánto tiempo pasará hasta que las noticias de la aniquilación de la individualidad de las mujeres, ahora de Afganistán, deje de formar parte de los titulares? ¿Cuánto tiempo hemos necesitado para olvidarnos de las violaciones impunes, torturas de todo tipo y abusos de poder sobre las niñas y mujeres indias, somalíes, hutus, tutsis... (añada usted aquí todas las que conozca, que hay muchas y muchas)?
¿Y por qué? ¿Porque nacieron allí? ¿Porque son mujeres? ¿Y hasta cuándo? ¿Hasta cuándo los hombres permitirán que esto pase? ¿Tenemos todos claro que es este colectivo el que tiene la obligación, la responsabilidad y sobre todo la capacidad para ponerle remedio? No hagamos ningún atajo conceptual y políticamente correcto: solo los varones pueden variar esto. Y debemos ser implacables ante la exigencia de que esto sea así y empiece aquí, en cada casa, indignándonos ante cualquier atisbo de machismo y menosprecio a las mujeres para poder llegar a tener un clamor global que cambie alguna cosa. Solo un cretino menospreciable y miserable, que también aquí siguen habiendo demasiados y deberían vivir todos en el ostracismo, puede defender prebendas por haber nacido hombre.
Y a vosotras, ahora, intentemos ser honestos y deciros a las madres, hijas, abuelas, viudas, primas, amigas, amantes, abogadas, limpiadoras, floristas, arquitectas, escritoras o periodistas afganesas que sí, que estáis solas. Que se os ha dejado solas y se os dejará desamparadas en un futuro porque sois mujeres y os tocó nacer en el sitio equivocado. Repitámoslo para que os quede del todo claro: vais a desaparecer, vais a tener que dejar de reír, de salir a la calle libremente, de hablar, de pensar, de ser quien sois.
Y para todos nosotros, que somos unos energúmenos, nos queda la vergüenza de seguir con nuestras plácidas vidas pensando, algunas privilegiadas, que haber nacido mujer no es una desgracia que te condena de por vida.