Recientemente se debatió en la Comisión de Investigación y Universidades del Parlamento de Cataluña una propuesta de resolución de Vox cuyo punto primero y fundamental apelaba a “velar por la neutralidad ideológica y política de las universidades catalanas exhortando a los rectores, en calidad de máxima autoridad académica, a cumplir y hacer cumplir el principio de imparcialidad y neutralidad ideológica y política”. Se apoyaba esta iniciativa en resoluciones del Defensor del Pueblo y de los tribunales, instadas por la plataforma de profesores Universitaris per la Convivència de la que formo parte. Con la ausencia del PP, esta iniciativa solo recibió el apoyo de Ciudadanos.
No esperaba yo que los grupos separatistas, al conocer la referida propuesta, abandonasen su obsesión por instrumentalizar políticamente la universidad, como hacen con los colegios profesionales, las instituciones culturales, los medios de comunicación públicos... Al fin y al cabo siempre aprovechan cualquier ocasión para tratar de dibujar una sociedad uniforme, absolutamente plegada a sus delirios identitarios, en la que resulte muy complicado que los discrepantes alcen la voz. Eso que se llama espiral de silencio.
¿Pero qué hacen socialistas y comunes rechazado una iniciativa tan de sentido común?
La portavoz del PSC en la mencionada comisión, Assumpta Escarp, afirmó literalmente que no entraría en el contenido de la propuesta, como si fuera de lo más normal pronunciarse sobre una iniciativa parlamentaria sin analizar lo que plantea. Y, para justificar el voto en contra, en una intervención brevísima, añadió que “pese a que nosotros defendemos la neutralidad institucional, no creo que comparta la que defiende Vox porque en todo caso lo que defiende es como una supuesta neutralidad ideológica desde la más profunda carga ideológica”. En otras palabras, que aunque los socialistas en teoría comparten el planteamiento, en este caso seguro que no porque lo formula Vox, a quien, en un alarde de apuesta por el diálogo, han decidido aislar del debate parlamentario.
Entretanto, el portavoz de En Comú Podem, Lucas Ferro, afirmó que las universidades se han posicionado siempre políticamente y han de seguir haciéndolo “porque la alternativa es el pin parental, la alternativa es asumir que las instituciones han de estar al margen de los valores fundamentales de la sociedad civil, y la alternativa es que yo le pueda decir a mi profesor o al profesor de mis hijos… que eso lo puedes explicar en clase y eso no porque es ideología…”. Otra perla del parlamentarismo. ¡Cómo si la defensa de la neutralidad política de los órganos de gobierno de las universidades tuviera algo que ver con lo que sucede en las aulas!
Resulta desolador que en una comisión parlamentaria de Investigación y Universidades, al abordar temas tan sensibles, legisladores de partidos que se presentan como progresistas desprecien de este modo los derechos fundamentales a la libertad de expresión y a la libertad ideológica. Porque cuando un claustro o un consejo de gobierno se pronuncia en nombre de todos nosotros está secuestrando nuestro pensamiento, por la sencilla razón de que sus miembros en modo alguno han sido elegidos por sus ideas políticas sino para gestionar los asuntos que los estatutos de las diferentes universidades les atribuyen. Por no hablar de que la libertad de expresión, a la que tanto apelan los defensores de los manifiestos políticos de las universidades, es un derecho exclusivamente individual que todos podemos ejercer de muchos modos como hago yo ahora.
Amparando los abusos del poder nacionalista en este ámbito, socialistas y comunes contribuyen a dar pábulo a fanáticos que se permiten, como acaba de suceder en el claustro de la Universidad de Barcelona, tachar de fascista y colono a un osado colega que ha reivindicado ante los tribunales la neutralidad de las institución de la que forma parte, con el ánimo de proteger su autonomía y las libertades de todos.
Como soy optimista por naturaleza, confío en que alguna brecha se abra algún día en estos partidos. Mientras tanto, quienes en otro tiempo les votábamos, fieles a nuestra idea de progreso, seguiremos defendiendo una universidad de todos libre de prácticas propias de otro tiempo.