La 'viola da gamba' tañe con razón y procede con buen orden. La viola de origen italiano y la Viol, Lyra-way británica trasponen al oyente a un mundo mítico que por ensoñación podría ser el bosque de Sherwood. Las violas soprano, las cálidas de tenor o las áureas de bajo conducen a las brumas del norte, a la Florencia de los Médici o las calles estrechas de Toledo. Jordi Savall ha viajado con la viola da gamba hasta una introspección en las culturas primigenias y, al mismo tiempo, ha hecho florecer una aventura empresarial, la de la discográfica Alia Vox, con presencia en más de 50 países. Savall vive a lomos de una empresa bastante opaca y de un principio estético inexorable: “en los corazones creativos anida el deseo de distinción, el afán de que la naturaleza les haya dotado con algo peculiar”, escribió Samuel Johnson en una carta a su biógrafo, James Boswell.
Savall y su ex esposa, la soprano Montserrat Figueras --fallecida en 2011--, crearon esta firma hace más de medio siglo. Ellos la definen como una microempresa multinacional, es decir, una sociedad familiar pensada para contar al mundo el milagro de la cuerda y de la voz. El empeño más claro de una empresa familiar como Alia Vox es la continuidad. La discográfica está atravesando la segunda generación, la de los hijos de Jordi y Montserrat: Ariadna y Ferran Savall Figueras. Arpista e interprete de tiorba, debutaron en 2005 junto a sus padres; presentaron su primer disco en Nueva York como un puete entre Oriente y Occidente que también significó una liaison entre la música culta y la canción popular. La segunda ola Savall se ha sumergido estos años en folclores de Afganistán, Marruecos, Grecia, Israel y la tradición catalana.
El legado más claro de la soprano, que junto con Savall fue alumna de la Schola Cantorum Basiliensis, en Suiza, en los 60, es probablemente la creación de la orquesta Hespèrion XX (1974), que subsiste en el sello Alia Vox. La discográfica agujereó el mercado de EEUU con más fuerza que el europeo, donde creemos erróneamente que encuentra el origen de todo. En el obituario que le dedicó The New York Times a Figueras destacó “el sonido inimitable y el tono apasionado y oscuro” de sus grabaciones y puso por las nubes su dulce versión de El Cant de la Sibil-la.
El exquisito complemento a las grabaciones de Alia Vox
La despedida de Montserrat pilló de lleno al matrimonio Savall-Figueras en la recuperación de la música del Nuevo Mundo, un encuentro de culturas que dio pie a leyendas sorprendentes, recogidas por los cronistas de Indias, como aquellas que cuentan que los indígenas guaraníes, del sur de Paraguay, cerca de la provincia de Misiones (Argentina), convirtieron las arpas de los jesuitas en sus objetos de culto, hasta el punto de que desfilaban con los instrumentos sobre las andas en las que se cargan las imágenes de los santos. La instantánea dejó huella en la película La Misión (Roland Joffé), especialmente en el fragmento del viacrucis defensivo que acaba en un reguero de sangre. Allí y en México nacieron las folías (melodías de finales del siglo XV) antiguas y las criollas, que se gestaron al combinarse sonidos. “Las músicas de un pueblo deciden su alma”, afirma el célebre violagambista. Digamos también que en la música antigua las musas yacen atadas por diez lazos bajo la mirada vigilante de la Envidia y el halago, escribió Alexander Pope, combatiendo a los falsos poetas.
Se ha dicho más de una vez, que Savall es un rockstar de la música de la Edad Media. A lo largo de estas sus exploraciones históricas lo acompañó Montserrat Figueras, quien le dio al ensamble Hespèrion XX (que luego se llamó Hespèrion XXI, con el cambio de siglo) el color del canto llano. Resulta difícil echar la vista atrás para compendiar la colaboración entre ambos: “Ella me ha acompañado prácticamente toda la vida, 45 años. Esta es una forma de recordar que ella está con nosotros a través de la música”, ha remarcado en varias ocasiones Savall. Cada proyecto discográfico de Savall es una aventura que supera la idea misma de hacer un disco: se trata de una exploración que él consigna con todos los detalles (partituras, códices, testimonios, análisis de las épocas y los entornos de cada protagonista, recreaciones de textos en arameo, hebreo, náhuatl, árabe, etc.) y en los libros que son el exquisito complemento de las grabaciones de Alia Vox.
Este mismo mes de junio, hemos podido degustar la presencia de Savall en el Festival de Música y Danza de Granada, acompañado por Le Concert des Nations --el nombre de la orquesta está inspirado en la obra Les Nations de François Couperin-- donde ha recordado ante el público que había debutado en el escenario de la Alhambra hace cincuenta años acompañando, a Victoria de los Ángeles.
Una aventura musical, emocional y discográfica
Uno de los momentos difíciles en la trayectoria de Savall y de Alia Vox fue la decisión del músico, en 2014, de no aceptar el Premio Nacional de Música, en la modalidad de interpretación, concedido por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Savall hizo pública entonces su profunda indignación por la política cultural del ministerio dirigido por José Ignacio Wert, “un asunto que al final ha pesado más que la alegría por un tardío reconocimiento a más de 40 años de dedicación apasionada a la difusión de la música como fuerza y lenguaje de civilización y convivencia”, dijo entonces. Savall, que ha recibido altas distinciones en Alemania, Francia y Austria, le hizo llegar una carta abierta al Secretario de Estado de Cultura de entonces, José María Lassalle, en la que le anunciaba su no aceptación del galardón, puesto que procedía de la principal institución del Estado responsable del "dramático desinterés y de la grave incompetencia en la defensa y la promoción del arte y de sus creadores".Por distintas razones que también tienen que ver con el apartheid soberanista, Savall y Lassalle no se entendieron. Es decir, al calor del problema territorial, un gran músico como el violagambista y un liberal moderado, como Lassalle, que exhibe un cerebro afilado para la política, no llegaron a entenderse. Ambos fueron más allá del ex ministro Wert, un radical sin mesuras ni hechuras.
Savall es la música en estado puro, pero el manejo de su maravilloso instrumento tuvo un origen fortuito. Todo empezó cuando terminó sus estudios de violonchelo e hizo un curso de chelo con el maestro Rafael Puyana, el gran clavecinista colombiano, en Santiago de Compostela. Él hacía música de cámara con el chelo y un día Puyana le preguntó: “¿Por qué tocas esta música así, si es para viola da gamba? El joven Savall apuntó en su agenda: buscar urgentemente una viola da gamba. Y a partir de aquel momento, todo llegó rodado. Mientras regresaba a Barcelna en tren le llamaron de un grupo dedicado a la música medieval por si podía incorporarse como violagambista. En el grupo estaba Montserrat Figueras con la que Jordi había tomado clases de chelo en Suiza. La coincidencia abrió para ambos una aventura musical, emocional y discográfica que, a día de hoy, sigue de la mano de Alia Vox y se adentra ya en la segunda generación de los Savall-Figueras.