Marco Madella recuerda que de niño siempre quiso tener un empleo relacionado con “las plantas” y al empezar la secundaria se especializó en estudios agrarios para poder trabajar en una  granja. Sin embargo, gracias a su profesor de Biología, una figura muy inspiradora para él, acabó cambiando la granja por la facultad de Ciencias Naturales, una facultad que cambió por completo sus sueños de futuro.

“Era una facultad fascinante, porque no solo me abrió los ojos al mundo natural, sino también a las sociedades humanas que habitaban este mundo 'natural'.  Así que mientras estudiaba Botánica, me puse a trabajar en un museo de arqueología y dejé que mi fascinación por las plantas se abriera a las dinámicas entre seres humanos y plantas”, explica Madella, reconocido arqueobotánico italiano y actualmente investigador ICREA, Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados, en Barcelona.

Graduado en Botánica por la Universidad de Milán y con un doctorado en Arqueología en la Universidad de Cambridge, Madella es hoy uno de los principales colaboradores del proyecto MAHSA (Mapping Archaeological Heritage in South Asia , (Cartografía del patrimonio arqueológico en el sur de Asia'), un proyecto liderado por la universidad de Cambridge que pretende avanzar en el conocimiento del patrimonio arqueológico del sur de Asia, una región gravemente amenazada por la expansión de las actividades humanas intensivas, como la minería, la agricultura industrial o el desarrollo urbanístico, y el impacto del cambio climático.

Imágenes satelitales y fotografías para controlar el patrimonio arqueológico en la zona de Gujarat, India / MAHSA

La primera globalización

Cuando se habla de arqueología pensamos siempre en los egipcios y las pirámides, los romanos y el imperio, o los griegos. Esto se debe en parte a que son civilizaciones más 'cercanas' geográficamente o culturalmente, pero no hay que olvidar que la civilización del Valle del Indo (lo que sería hoy Pakistán e India) fue una de las primeras sociedades urbanas del  Viejo Mundo y la más grande en extensión, abarcando desde el océano Índico hasta Asia central”, detalla Madella, que ha centrado parte de su carrera en investigar la utilización de la tierra en las regiones de Asia meridional. Esta civilización, explica el investigador italiano, produjo ciudades como Mohenjo-daro o Harappa, que tenían poblaciones de 20/25.000 personas (verdaderas metrópolis en el 2500–1700 aC) y comerciaban con el Golfo Pérsico, Mesopotamia y Asia central. “Podríamos decir que son la primera evidencia de globalización en el Viejo Mundo, haciendo extremadamente interesante entender sus contactos e intercambios culturales”, concluye.

Como a cualquier arqueobotánico, a Madella le interesa estudiar cómo las sociedades humanas utilizaron los recursos vegetales, desde como los primeros grupos de cazadores/recolectores utilizaban la madera para combustible, las hierbas para acondicionar abrigos bajo rocas, o los frutos y semillas como parte de sus dietas, hasta el desarrollo agrícola y las diferentes maneras de cultivar de civilizaciones lejanas a la nuestra, como la del Indo, su especialidad. “También nos interesa comprender cómo las sociedades han explotado el medio ambiente y cómo se han adaptado a los cambios climáticos de los últimos 10.000 años. Son temas muy actuales”, observa el investigador italiano.

 

Mohenjo Daro, una gran ciudad de la antigua cultura del valle del Indo / WIKIPEDIA

Uno de los objetivos del proyecto MAHSA es proteger y monitorear el patrimonio más vulnerable y en peligro de destrucción de la zona mediante un enfoque basado en la trasferencia de conocimientos y las humanidades digitales, con métodos como la teledetección, el aprendizaje automático y la digitalización de archivos existentes. También contempla la creación de una base de datos geoespacial de acceso abierto, colaborativa y sostenible, que sirva como principal recurso cartográfico y depósito para la protección e investigación del patrimonio local.

Ecosistemas en peligro

“A veces es difícil entender la importancia de preservar los restos arqueológicos, pero hay que tener en cuenta que el trabajo realizado por los arqueólogos no solo tiene como objetivo preservar el pasado para el presente, sino también para las generaciones futuras”, dice Madella. “En líneas generales”, aclara, “la arqueología no solo es importante para la investigación histórica, sino que también tiene un gran valor comunitario y económico. La arqueología tiene el potencial de proporcionar nueva información sobre el pasado humano, solidificar los lazos de uno con su patrimonio social o nacional, y generar recursos económicos (a través del turismo, por ejemplo) en lugares de todo el mundo”, añade.

Para Madella, otra de las cualidades más interesantes de la arqueología es que nos proporciona información histórica sobre sociedades pasadas de las que no tenemos documentos escritos, como es el caso de muchas civilizaciones antiguas de América o de Asia meridional. “Sin una investigación arqueológica, la historia de estas sociedades ciertamente seguiría siendo un misterio para nosotros en la actualidad. ¿Por qué nos importan, más allá de despertarnos cierta fascinación?”, se pregunta Madella. “Porque, aunque sea muy diferente en muchos aspectos, la sociedad moderna es descendiente directa de sociedades pasadas. A través de la arqueología, tenemos el potencial de aprender mucho sobre quiénes fuimos una vez y quiénes somos ahora como resultado”, concluye.

Prioridad en la agenda global 

El proyecto MAHSA está subvencionado con 1,8 millones de libras esterlinas (cerca de 2 millones de euros) por la Fundación Arcadia, una entidad benéfica con sede en Londres que apoya la tarea de preservar y proteger el patrimonio cultural y los ecosistemas en peligro, con la voluntad de defender la complejidad de la cultura humana y el mundo natural.  “Es lógico que por tradiciones históricas el Reino Unido pueda tener más “sensibilidad” por la preservación cultural en sus antiguas colonias, como India y Pakistán. Pero, como europeos, todos --independientemente de cuales fueron nuestras colonias — tenemos una responsabilidad 'colonial' a la hora de preservar el patrimonio arqueológico y cultural de los países en desarrollo”, opina Madella.

El investigador italiano insiste en que la arqueología nos puede ayudar a entender la relación entre las sociedades humanas y el clima, y cómo las dinámicas humanas, en algunos casos, han agudizado las crisis climáticas y, en otros, han encontrado oportunidades de cambio y adaptación.

“El factor cultural es clave en las relaciones entre sociedades humanas, el clima y el medioambiente, y entender esta red de acciones/reacciones nos puede ayudar a pensar el futuro y a buscar posibles opciones”, dice. Y añade: “los resultados de la investigación arqueológica nos demuestran que el cambio climático necesita ser una prioridad en la agenda política global y que nuestro pasado nos puede ayudar a diseñar esta política".