Da una ligera idea de la patología del pospujolismo que pretenda reconstituirse sin Pujol y con la CUP. Es el Pujol vintage. Una añoranza sin sentido no sustituye la acción política sobre todo cuando la extremosa división del independentismo ha logrado que los personajes --secundarios a falta de protagonistas-- estén en la fase de partirse la cara en los pasillos del Parlamento autonómico. Si el legado pujolista es Puigdemont moviendo los hilos de JxCat, los augurios de una decadencia de la Cataluña desquiciada por el procés no son disparatados. Simultáneamente, todos dicen "Prou!". "Prou", ciertamente, a todos --a sí mismos-- los que han impartido clases de desacato, sinrazón, de tergiversación histórica y demagogia amparada por la idea de una Cataluña desligada del mundo, absorta en su autodestrucción. Sin embargo, ERC y JxCat se dicen "prou" más bien a causa de intereses partidistas e imputaciones judiciales que multiplican las disfunciones, la inestabilidad institucional de Cataluña.
En realidad, ¿es "prou" o más y más? Aumenta la nómina de personajes directamente implicados en el procés que ahora dicen "prou" pero sin reseñar sus errores ni proponer otro rumbo. Eso indica que su "prou" solo vale en clave interna del independentismo y que no representa una rectificación del grave error de embarcar a miles de ciudadanos en una causa sin horizonte plausible, ni justificación razonada. Entre otras cosas, es así como se ha destruido --quizás para siempre-- la posibilidad de un catalanismo activo en una sociedad plural, integrado en la gobernabilidad de España. También es probable que así se haya dañado el poder simbólico que tenía una cultura catalana abierta y cohesiva.
Después de las noches incendiarias de Arran, que la CUP sea ahora la mediadora para constituir un gobierno de la Generalitat demuestra hasta qué punto ese "prou" es de puertas para adentro, un "prou" de guardarropía. Lo mismo ocurre con el hecho obsceno de que uno de los mayores obstáculos para un pacto de gobierno sea el reparto de poder en TV3 y Catalunya Ràdio, una patada en la puerta del pluralismo crítico y una vejación de los profesionales de la radiotelevisión pública. Importa más el control de las subvenciones a las tribunas digitales adictas al régimen que --por ejemplo-- cómo se controlará el déficit o cual es el futuro de las residencias de ancianos.
Quienes dicen "prou" se refieren a que se puede hacer lo mismo de otra manera. Eso consiste en más o menos gradualismo para llegar a la república independiente cuando la cuestión sería darle cuerpo al autonomismo, ofrecer estabilidad, tener peso en la gobernabilidad de España y garantizar la naturalidad de una Cataluña pluralista. Una Cataluña fuerte y estable refuerza la capacidad de una España con influencia potente en Bruselas y esa influencia repercutiría directamente en el crecimiento económico catalán. "Prou", ¿de qué?