Han pasado tres meses y todo sigue igual. Pere Aragonès todavía es el candidato pero no es presidente y, en consecuencia, no tenemos gobierno. No sabemos si lo tendremos, pero sí sabemos que tras esta enconada negociación el Govern será un campo de batalla para liderar el movimiento independentista. Muchos son los motivos que sitúan a Cataluña en la inanición. Que Junts no aceptara el resultado y se esmerara en poner a ERC contra la pared para que aceptara que el Consell per la República y el frente común de Madrid liderara la estrategia independentista. Tanto como decir que Aragonès haría el papel de miñona. Que Junts tiene un carajal interno importante que ha sido determinante en el fracaso negociador y en la inquina de las relaciones propias y con ERC. Que ERC no ha tenido el cuajo de abrir una negociación con el PSC. No lo ha hecho por la sumisión de una buena parte del partido al argumentario de Junts que los coloca día sí y otro también en la traición al procés. Si Aragonès e Illa hubieran hablado, quizás no alcanzarían ningún acuerdo, pero la presión sobre Junts hubiera sido mayor. ERC prefirió a la CUP, lo que lanza un mensaje nada halagüeño para los sectores económicos, que lo ven con horror.
A estos motivos hay que sumar que Junts ha jugado bien sus cartas cercando a Aragonès, que se las prometía muy felices en los primeros compases. No hubiera imaginado que Junts le segara la hierba bajo sus pies y que le engañara como reconocen en el partido republicano. La estrategia del acordeón de Junts le ha descolocado. Avances y retrocesos han sido una tónica que ERC no ha sabido gestionar. Ahora bien, ahora mal. Único objetivo erosionar a Aragonès.
Esta semana se dijo que se había llegado a un acuerdo de mínimos. Tan de mínimos que se antoja papel mojado. Junts quiere volver a negociarlo todo. ERC no porque sabe que sería partícipe de la crónica de un final anunciado: un nuevo fracaso. Los republicanos se han empecinado en el gobierno en solitario y han desdeñado a los socialistas. En boca de Sergi Sabrià, antes elecciones que pacto con los socialistas. Le pierde la boca. Sabrià fue el que bloqueó el acceso de Miquel Iceta al Senado. Si no lo hubiera hecho, el efecto Illa no hubiera sido tal porque no hubiera tenido el efecto sorpresa. Se precipita en exceso porque el secretario de Organización de ERC atiende más al pulso con los socialistas en el territorio que a un proyecto de país. Quiere doblar el brazo al PSC sea como sea, pero quizás no sea el momento de pulsos sino de tender puentes. Sabrià no es ese hombre.
Quedan diez días y el reloj sigue corriendo. Todos se miran de reojo y nadie sabe lo que pasará. Salvador Illa se ha atrincherado en su posición y no ha acudido a una melé a la que no ha sido invitado. Borràs se erige en el mejor bastión de Junts porque no habrá pleno si no hay votos. Aragonès no las tiene todas consigo y por este motivo no ha pedido pleno de investidura. Lo peor, que en estos días los contactos entre ambas fuerzas han sido casi inexistentes. De reuniones nada de nada, algo incomprensible si hubiera voluntad. No la hay.
Si le gusta el steak tartar picante lo pedirá sobre el 8 o 9. El más avezado, el 10. Si tuviera que apostar por la repetición electoral me situaría también en el 8 o el 9. Estamos más cerca que nunca de volver a las urnas en día laborable y en pleno verano. Pero no descarto un acuerdo de última hora. Dos no se pelean si uno no quiere, dice el dicho, pero hoy por hoy sí quieren pelearse los dos. Ninguna de las fuerzas independentistas quiere dar su brazo a torcer porque en esta negociación no se define un gobierno, ni un reparto de cargos, que también, sino que se define la estrategia a seguir por parte del independentismo. Junts no quiere ceder el testigo porque no reconoce su derrota y están convencidos de que una repetición electoral les beneficiará. Las encuestas que hoy se van a publicar no dicen lo mismo, pero están convencidos que se equivocan porque los sondeos siempre los condenan al ostracismo y siempre fallan. En el PSC, no quieren mover pieza porque también tienen a favor los datos demoscópicos. En ERC empieza a cundir el pánico y se preguntan cuál será el precio del acuerdo. A estas alturas ni lo saben. No está claro que Junts lo sepa.