Poco después de morir su padre, Noemí Simó necesitaba distraer la mente y decidió apuntarse a un taller solidario que consistía en tejer mantas para los inmigrantes. La mayoría de las participantes eran mujeres mayores de su pueblo, pero eso a ella no le importó. “Descubrí que hacer punto me ayudaba a desconectar”, recuerda Simó, de 42 años y madre de dos hijos.
En el taller solidario aprendió los puntos básicos del ganchillo, pero Simó quería saber más, así que acudió a Internet en busca de vídeos y tutoriales, como el canal de YouTube de Marta Bluü, un referente para las amantes del ganchillo en toda España (actualmente tiene 83,6 mil seguidores en Instagram).
En los últimos diez años, Internet ha vivido un boom de youtubers costureras y escuelas de ganchillo online. Pero si hay una web de referencia para las aficionadas al punto de todo el mundo ésta es Ravelry, una red social creada en 2007 por dos emprendedoras estadounidenses para que las aficionadas al ganchillo y el crochet pudieran encontrar patrones y compartir diseños.
“Yo la hago servir bastante, la web es muy intuitiva, y además hay foros y una tienda online donde puedes vender tus diseños o ponerte en contacto con proveedores de lana”, comenta Simó, que abrió una cuenta en Ravelry a principios del año pasado, coincidiendo con el confinamiento. Simó utiliza Raverly principalmente para encontrar patrones originales en los que inspirarse o participar en las llamadas CAL, o KAL, un acrónimo de Crochet Along o Knit Along, que en castellano es algo así como Tejer Juntos / a la Par.
Bases de datos de patrones
“Lo que hacemos es tejer en grupo un mismo patrón durante un tiempo concreto”, aclara Simó. La bloguera Bea Rivero, del portal MiRedCarpet, lo explica todavía mejor: “Realmente, es como las quedadas de 'abuelis' de toda la vida en el salón de casa, con una infusión y un pedacito de tarta, pero ahora, cada una está en su casa y, en vez de aprender los pasos que seguir para la labor en esa quedada, se aprende gracias a las explicaciones que da la organizadora del cal o kal por internet”.
Ravelry, conocido también como el Facebook de las tejedoras, tiene actualmente cerca de 9 millones de miembros registrados --medio millón de ellos considerados activos--, en su mayoría mujeres en edad adulta o avanzada. La web no solo ofrece una exhaustiva base de datos de patrones y tipos de hilos, sino que también contiene decenas de forums online activos y más de 40.000 subgrupos, según gustos y aficiones, que en los últimos años han llegado a politizarse. Durante la pasada campaña electoral en EEUU, por ejemplo, se creó un subgrupo de seguidoras de Donald Trump que se pusieron a tejer a la vez unos gorritos de lana en los que se leía Build The Wall (Construye el muro).
Las fundadoras de Ravelry decidieron expulsar a la autora del patrón del gorrito, sembrando la polémica.
Las manoplas de Bernie Sanders
Según un reportaje reciente publicado en The New Yorker, Ravelry es hoy la base datos de patrones de ganchillo y crochet más grande del mundo: dispone de más de un millón de patrones, que van desde prendas tradicionales, como gorros, jerseys y bufandas, a artículos extravagantes, como ligueros para Barbies, abrigos para mascotas, portapintalabios en forma de pene o las famosas manoplas de lana que llevaba puestas Bernie Sanders en la famosa fotografía que le hicieron durante la investidura de Joe Biden, y que quedó convertida en meme. Ni siquiera habían transcurrido 24 horas cuando Meg Harlan, una científica estadounidense de 27 años, residente en Copenhaguen, publicó en Ravelry el patrón de las manoplas, que había deconstruido ella misma a partir de la foto.
“Al principio las quería solo solo para mí, en plan broma, pero decidí subir el patrón a la web porque me encanta la comunidad que ha creado Ravelry para compartir ideas y entusiasmo en torno al arte del ganchillo y el crochet en todo el mundo”, dijo Harlan a The New York Times. “Ha sido muy divertido leer los comentarios de tantas mujeres ilusionadas con poder tejerse unas manoplas para ellas”, añadió.
Deshacer lo que se ha hecho
Uno de los motivos que han hecho popular a Ravelry es que cada vez que un famoso luce una prenda de punto en una revista de moda o en la televisión, el patrón de la prenda no tarda en aparecer en la web. Por otro lado, Ravelry permite que los diseñadores puedan vender sus patrones sin tener que acudir a publicaciones establecidas y que los usuarios publiquen libremente sus creaciones y proyectos, fotografiando paso a paso el proceso de creación, desde el patrón al resultado final, y dando explicaciones sobre el tipo de hilo utilizado, la técnica o las modificaciones personalizadas introducidas.
“El único problema de Ravelry es que es en inglés, y con algunas palabras técnicas me pierdo”, añade Simó, que suele tejer de noche, una vez sus hijas están acostadas.
La pandemia de coronavirus ha disparado la cifra de aficionadas al punto que acuden a la red en busca de patrones e ideas de costura. “Durante el confinamiento he cosido una manta, cinco bufandas, tres tops de tirantes, un par de gorros para Barack y acabo de terminar mi primer par de manoplas para Malia...soy una tejedora”, confesaba Michelle Obama en un popular programa de televisión estadounidense, el pasado mes de septiembre. La esposa del expresidente Obama también admitía que se había dado de alta con seudónimo en una conocida comunidad de tejedoras online, aunque no reveló si se trataba de Ravelry.
En The Power of Knitting (El Poder de Tejer, 2020), la economista y periodista italiana Loretta Napoleoni afirma que en un mundo cada vez más fracturado, donde imperan la ansiedad y la soledad, tejer puede ser la salvación para muchas personas. “Tejer ha sido un instrumento esencial para la supervivencia de las especies, un medio para los mujeres para influir en la sociedad, además de una actividad relajante para calmarnos y una metáfora de la vida”, escribe Napoleoni en la introducción del libro, un recorrido histórico sobre el impacto del arte de tejer a lo largo de la historia, desde las tejedoras del antiguo Egipto a las espías costureras de la Segunda Guerra Mundial o el auge del yarnbombing (decorar el mobiliario urbano con tejidos de punto). Napoleoni, aficionada al punto gracias a su abuela, insinúa que tejer ofrece una clase magistral de ética en una era marcada por el populismo, la opinión fácil y la inmediatez. “Una buena tejedora siempre tiene la valentía de deshacer lo que ha hecho y arreglar un error grande”, concluye Napoleoni.