Pau Martinez Llop es el propietario actual de El Rei de la Màgia, una empresa de cuatro generaciones, fundada por Joaquim Partagàs, en 1848, y continuada por Carles Bocheli, el mago Carslton. Pau es el hijo de Josep María Martínez, el tendero de la tercera generación, que de niño desapareció a la vista de un cliente en pleno juego de magia, al mejor estilo de Harry Houdini. Todo tiene un lugar en el mundo y el lugar de la magia es el número 11 de la Calle Princesa de Barcelona, el espacio encantado de Fu-Manchú y de Fassman, una tienda casi única en Europa, visitada en el pasado por el mejor Orson Wells y acechada por curiosos enfermizos, como Francis Ford Coppola o Woody Allen. A base de transgredir convenciones, Joan Brossa --poeta visual, dramaturgo y artista plástico fascinado por el ilusionismo-- muy vinculado a los Martínez, fue capaz de escribir poemas sin palabras y de componer versos con objetos. Brossa festejó al gigantón construido en memoria de Partagàs, vinculado a la colla de gegants del Casco Antiguo de Barcelona, en memoria del gran mago y pariente de la familia 'gegantera' de los Nogués-Rodés. El gran poeta y artista plástico buceó en el arte del truco, un lenguaje que conmueve; su viuda, Pepa Llopis, inauguró el Teatre Museu El Rei de la Màgia, en octubre de 2002, en la Calle de l’Oli de Barcelona.

 

 

El Rei de la Màgia, una tienda emblemática / CG

Los mejores magos de la ciudad arrastran algo del Balzac parisino de Las ilusiones perdidas. El gran escritor francés del XIX se preguntaba: ¿Por qué será que los magos honrados son menos creíbles? Quizá porque la honradez no abunda, pero sobre todo porque el relato mágico siempre es inverosímil aunque sea verdadero. Los trucos dislocan el cerebro del espectador y por eso son recordados, como lo único valioso de toda una función. En Las ilusiones, el autor de La Comedia humana narra la vida de dos jóvenes amigos de provincias que sucumben en la Babilonia moderna, que para él fue París y que para los mejores amigos del Rei de la Màgia sería la Barcelona del Dau al Set, mucho antes de la hecatombe de un tiempo, como el nuestro, arrasado por el resentimiento.

Fue en el medio siglo del ochocientos cuando el trapecista Erich Weiss se convirtió en Houdini, príncipe del escapismo, tras leer la obra de Jean Eugéne Robert-Houdin ( The Memoirs of Robert-Houdin). Poco después, presentó su espectáculo en Barcelona donde conoció a Joaquim Partagàs y de su mano entró en el Rei de la Màgia. La prestidigitación arraigaba de forma creciente en Barcelona; Partagàs encontró la referencia de Fructuoso Canonge, el ilusionista que encendía cigarrillos sin tocarlos, y abrió un puente con Paris para intercambiar experiencias con el Teatro Robert Houdin, el prestigioso centro del ilusionismo, regentado entonces por George Méliès, uno de los grandes precursores del cine.

Joaquim Partagàs, fundador de la tienda ´El Rei de la Màgia´ en 1848 / ELREIDELAMÀGIA

El fundador de El Rei de la Màgia abrió el conocido Salón Mágico y presentó su libro de referencia, El prestidigitador Optimus o la magia espectral. Unió su destino al de José Florence y su compañera de reparto, Carmen Rodríguez, Miss Selika; también creó una sociedad junto a su alumno Wenceslau Ciuró, el mago Lin-Kai-Fu, un hombre de inacabable curiosidad que alternó su vocación como sacerdote con las pócimas y los desmarques.

La cabeza envuelta en un turbante

Partagàs vivió consagrado al trabajo diario; escribía en plumilla de puño y letra y embarcó miles de  paquetes a sus numerosos clientes de Cuba y Sudamérica. Comía y dormía y en su trastienda de la Calle Princesa, literalmente cubierta por el polvo y con las paredes adornadas de esqueletos. De aquel tiempo han quedado las varitas mágicas, las chisteras y las cartas marcadas que todavía iluminan los escaparates de la tienda, a las que hoy se suman dedos cortados y ensangrentados, fluidos y residuos corporales, fruto de la masificación de los Harry Potter.

Partagàs mantuvo un proverbial sentido del humor hasta su último aliento, el momento de su desaparición, esta vez irreversible, el día de los Santos Inocentes de 1931. Le sucedió Bucheli, cliente y admirador, que pudo hacerse con el negocio, gracias al apoyo financiero y anónimo de Mateu Benjamín, un improvisado business angels que jamás pensó en recuperar la inversión. Carlston, que a menudo recibía con la cabeza envuelta en un turbante, internacionalizó el negocio y gracias a su espectáculo Misterios de la India entró en contacto con David Bamberg, Fu-Manchú, el delirio de la Barcelona anterior a la Guerra civil concentrado en el Teatro Apolo.

Pau Martinez Llop, actual propietario de la tienda El Rei de la Màgia / ELREIDELAMÀGIA

La versión dramática de la naturaleza, estudiada por la escuela antropológica vasca de Barandiarán y Caro Baroja, se convierte en humo en manos de los mentalistas blancos que abundan en la tienda de Princesa. Los magos son igual de serios y concienzudos que los antropólogos de aquelarre y bruja ardiente de San Juan.

Expansión a través de la prensa

Sin necesidad de oficiar bajo un dolmen megalítico, nuestros festivos magos solo son blandos en apariencia; dominan el equinoccio más que el truco, la mente mas que las manos y en su mirada uno advierte el destello de lucidez propio de los genios. La experiencia de Buchelli en Suiza, su país de origen, le proporcionó al negocio la idea de promocionarse a través de la prensa comarcal y provincial, entonces en expansión, y por esta vía llegó el encuentro con el joven Josep Martínez, la tercera generación. El Rei de la Màgia abrió entonces las puertas al conocedor Joan Bernat, al mentalista Josep Mir, doctor Fassman, al interprete Joan Forns y al poeta Joan Brossa, magos maravillosos, atletas de la palabra capaces de componer alejandrinos con objetos de uso común y mentalistas que sacan cisnes de sombreros de copa y fríen huevos en sartenes calientes, cuyo calor desaparece de repente, como por ensalmo.

La icónica tienda ´El Rei de la Màgia´ / ELREIDELAMÀGIA

Bucheli murió en 1981, pero la decisión de seguir con el negocio por parte de Martínez estaba tomada. Fue en el momento del centenario del negocio, cuando, de una empresa casi en ruinas, se pasó al próspero experimento de Princesa 11; hubo que atravesar una restauración costosa e imaginativa. Martínez, el mismo que de niño desapareció del mostrador gracias al arte huidizo de Partagàs y Bucheli, estudió interpretación en la Escola Adrià Gual y dirección en el Institut del Teatre. Era consciente de que un mago se forja en experiencias escénicas, por duras que estas puedan parecer. Su juego tendrá para siempre un público receptor y lo mejor de todo, en el caso del Rei de la Màgia, es que su audiencia se convierte en clientela de una tienda con prestigio internacional.

Reconversión como empresa cultural

Martínez colaboró como actor en diversos grupos de Teatro y dirigió obras de Ghelderode y de Arrabal, entre otros. Después de diversas exposiciones itinerantes del fondo museístico de la tienda y de la experiencia pedagógica acumulada con la realización de talleres de magia en escuelas y bibliotecas, en 2002, puso en marcha la Asociación Cultural para preservar el patrimonio documental de su establecimiento. El nuevo proyecto instalado en la calle Jonqueres, en el mismo barrio de Ciutat Vella, vio la luz como empresa cultural, bajo la dirección de Pau Martínez Llop, líder de la cuarta generación, el  hombre que esconde ahora su secreto en la trastienda y lo certifica con la mirada cada vez  que uno cruza el umbral oyendo el singular tintineo de campanillas.