La historia anda repleta de personajes y personajillos especializados en desviar la atención y situar el foco mediático donde mejor les conviene. Hace cuatro días la Rusia de Vladímir Putin --esa que tanto venera el prófugo de Waterloo-- declaraba ‘agentes extranjeros’ a periodistas y activistas significados por sus criticas al presidente ruso. Nada nuevo a orillas del Volga. Bajo el mandato de papa Stalin esa táctica ya se empleaba sin demasiados miramientos. Pero, como cuenta la sabiduría popular, donde las dan las toman. En España, allá por los años setenta, los servicios de inteligencia franquistas creyeron detectar agentes de la KGB infiltrados en los astilleros de Cádiz. Su supuesta misión era el sabotaje y el fomento de la conflictividad laboral. Uno tiene la impresión de que el cuento del extranjero alborotador resucita, como chivo expiatorio, cada vez que conviene ocultar la realidad y no llamar a las cosas por su nombre. En el crucigrama de la política catalana parece ser que hay individuos, e instituciones, dispuestos a admitir la definición de palabra ‘pulpo’ como animal de compañía. La detención de la italiana Sara Casiccia y de sus colegas, como autores de un presunto delito de homicidio en grado de tentativa, ha propiciado una interpretación engañosa de los graves incidentes acaecidos en Barcelona.
Como es obvio debemos felicitar a las fuerzas de seguridad por haber arrestado y puesto a disposición judicial a los vándalos. ¡Bravo! Pero al mismo tiempo conviene no olvidar que, más allá del grupito anarquista italiano, hay los autóctonos, nacional populistas, que se han ido de rositas a casa con su líquido inflamable. Barcelona y Turín son ciudades con un pasado político no exento de conflictividad social y violencia callejera. A la capital catalana, durante y después de la Semana Trágica de 1909, se la llamó la Rosa de Foc cuando grupos radicales se dedicaron a quemar conventos e iglesias. Turín, la ciudad de donde es originaria Sara Casiccia, vivió en los años veinte del siglo pasado un período de agitación obrera conocido como el ‘Biennio Rosso’. Este paralelismo ha permitido a más de uno, embebido de romanticismo revolucionario, difuminar lo real en la bruma de lo aparente. Digámoslo claro: Con Sara, o sin ella y sus colegas, los contenedores hubieran ardido igual.
Cuando desde la juventudes de la CUP se lanza la consigna ‘la Rosa de Foc no claudica’, cuando se sugiere aprender de los manifestantes de Hong Kong, cuando se recomienda el uso de indumentaria y la utilización de productos inflamables para confeccionar barricadas de fuego, no se está hablando en italiano ni cocinando un plato de spaguetti a la puttanesca. Se esta llamando a la acción vandálica en lengua vernácula.
En el crucigrama de la política catalana alguna gente del Govern se ha resistido a escribir con trazo firme las palabras que condenan la violencia. A estos escaqueadores profesionales les ha ido de perlas la trama anarquista, la nave okupada de Canet y la furgoneta de la Guardia Urbana quemada en la Rambla. Todo ello les ha permitido, por ejemplo, obviar como desde la radio y tele públicas una niña de papá sacrilizaba la violencia callejera como única salida política; como bajo la excusa de la defensa de la libertad de expresión se ofrecía patente de corso a los alborotadores para saquear tiendas y comercios...
El general Prim se trajo de Turín a un Saboya que se tuvo que marchar mientras los españoles continuamos un montón de años dudando qué camino tomar. Tarde o temprano, cuando la justicia dicte su veredicto, la turinesa cumplirá su condena y partirá. Espero que cuando llegue ese momento hayamos sido capaces, entre todos, de llamar a las cosas por su nombre. Espero que ese día la tranquilidad y el sosiego hayan vuelto a la política de la mano de un gobierno que gobierne de verdad, que sea capaz de recuperar el verdadero nombre de las cosas. Mientras tanto conviene que en el crucigrama político catalán las palabras que se garabateen sean las adecuadas, que se entrecrucen sin ira, sin trampa ni cartón. ¡Ah! y sobre todo, que haya suficiente goma de borrar para corregir los errores.