Poco antes de terminar la universidad, Molly Burhans decidió hacer un retiro espiritual en un monasterio católico de Pensilvania y se quedó sorprendida al ver que las monjas no hacían nada para sacar provecho de los terrenos de la finca, más allá de cuidar del césped. “Tenían decenas de hectáreas de bosque, pero ni un solo plan de reforestación, control de la erosión o para erradicar las especies invasoras”, recordaba esta cartógrafa y ecologista estadounidense de 31 años en un reportaje publicado el pasado febrero en The New Yorker

Burhans es la fundadora de GoodLands, una organización que tiene como misión movilizar a la Iglesia Católica para que “sus tierras trabajen por el bien común”, tal y como describe en su web. La idea inicial surgió durante su estancia en el monasterio: allí se dio cuenta de que la Iglesia Católica, propietaria de millones de hectáreas en todo el mundo, podía hacer mucho más por frenar el calentamiento global si empezaba a gestionar sus propiedades de una forma más eficiente y sostenible (por ejemplo: implementando sistemas de agricultura ecológica), especialmente en determinadas regiones de África Central, Brasil y Asia, más vulnerables al cambio climático, donde la Iglesia puede llegar a tener más poder de influencia que los propios gobiernos.

 

 

Molly Burhans, fundadora de GoodLands / ONU

Sin embargo, para hacer realidad este objetivo Burhans también se dio cuenta de que, en primer lugar, necesitaba tener un listado exhaustivo de las posesiones de la Iglesia Católica y, en segundo lugar, era imprescindible situarlas en un mapa. Ambas cosas eran imposibles de conseguir. Cuando decidió poner en marcha su organización, a finales de 2015, la referencia más detallada de las fincas eclesiásticas era el Atlas Hierarchicus, un antiguo atlas publicado por el Vaticano, actualizado por última vez en 1901. “Hasta hace poco, la Oficina Central de Estadística de la Iglesia en el Vaticano no tenia ni wifi, almacenaban todos los datos en un documento de texto”, explicó a The New Yorker la cartógrafa estadounidense. Así que,  Burhans, que se declara católica devota y practicante, decidió que lo primero que haría sería aplicar todos sus conocimientos sobre tecnología cartográfica y sistemas de información geográfica (SIG) para documentar y mapear digitalmente los terrenos de la Iglesia.

Moralmente responsables

Cuatro años después, GoodLands ha desarrollado la primera versión de un programa que permite hacer mapas y gráficos de las diferentes propiedades y parcelas eclesiásticas --divididas en parroquias, diócesis, provincias y conferencias episcopales-- usando tecnologia SIG, la misma que se utiliza para controlar la expansión de una epidemia de Ébola o de la Covid-19, o para que una cadena como Starbucks decida dónde abrir su próxima cafetería en base a los datos socioeconómicos y culturales de la zona.

De la misma manera, el software de GoodLands no solo mapea las posesiones eclesiásticas, también puede procesar datos relacionados con su topografía, radiación solar, drenaje pluvial o también las horas de sombra, con el fin de que la Iglesia pueda tomar decisiones más eficientes sobre cómo hacer un uso productivo y sostenible de la finca. Esto también permitirá definir estrategias de colaboración con organizaciones ecologistas, municipios y agencias gubernamentales, según Burhans.  “No es posible abordar el cambio climático o la pérdida de biodiversidad si la Iglesia Católica no se compromete”, comentó la ecologista al prestigioso medio estadounidense.

Molly Burhans, fundadora de GoodLands / ONU

Burhans admite que el empuje final para crear GoodLands le llegó después de que el Papa Francisco publicase en junio de 2015 una encíclica titulada Laudato Si, en la que exigía a los fieles que fueran moralmente responsables sobre la salud del planeta y urgía poner fin al consumismo desenfrenado y la degradación ecológica. Para Burhans no hay duda de que la encíclica es “uno de los documentos más importantes del siglo”, pero lamenta que la Iglesia Católica no se haya modernizado lo suficiente para lograr los objetivos ecologistas marcados por ésta.

Localizar a curas acusados

“La Iglesia Católica es el mayor proveedor no gubernamental de servicios sanitarios, ayuda humanitaria y educación del mundo, lo normal sería que también tuviera una significante red ecologista, pero no es así”, observó Burhans, que en verano de 2018 viajó a Roma para presentar su programa de mapeo personalmente al Papa Francisco, en el Vaticano. El Papa no solo se entusiasmó con el proyecto, sino que le encargó crear y dirigir el Instituto de Cartografía del Vaticano, el primer departamento de la Curia romana dirigido por una mujer de la historia. Burhans rechazó provisionalmente la oferta, alegando que todavía estaba demasiado verde para el puesto, y siguió trabajando en el desarrollo de GoodLands, que además de ayudar en la gestión sostenible de la tierra, puede tener otras aplicaciones.

Captura de pantalla de la web del proyecto ´GoodLand´/ GOODLAND

En 2017, por ejemplo, GoodLands fue usado para mapear y rastrear los casos de abuso sexual por parte de curas católicos en EEUU usando los datos de una organización humanitaria (Bishop Accountability). El software reveló que muchos de los curas acusados, en lugar de ser entregados a las autoridades, eran asignados a nueva diócesis, la mayoría en tierra de misiones. Los mapas y gráficos de GoodLands también permitían rastrear las ubicaciones asignadas al presunto abusador, así como acceder con un solo click a su historial de acusaciones, cargos, condenas y cobertura mediática. Por otro lado, el software reveló que el número de casos de abuso sexual caía en picado en diócesis situadas en regiones donde se habían implementado políticas de protección al menor.

En septiembre de 2019, Burhans fue nombrada por la ONU uno de los siete Jóvenes Campeones de la Tierra en reconocimiento por sus innovadoras ideas acerca de cómo abordar la crisis climática global. La pandemia del Covid ha frustrado por ahora sus planes para dirigir el futuro Instituto Cartográfico del Vaticano (su creación ha sido pospuesta por falta de presupuesto), pero está contenta porque cree que la pandemia también ha servido para que la Iglesia Católica se de cuenta de la importancia de invertir en tecnología y sistemas de información y ofrecer una mejor asistencia socio-sanitaria a los más desfavorecidos.