Juan Costa Climent (Castellón, 1965) ve su actividad política como algo lejano, aunque su preocupación por los asuntos públicos se mantiene. Fue ministro de Ciencia y Tecnología, y formó parte del primer equipo económico del Gobierno de José María Aznar, y bajo la dirección de Rodrigo Rato. Ocupó las responsabilidades de secretario de Estado de Hacienda y de secretario de Estado de Comercio y Turismo. Ahora es responsable global de la división de Sostenibilidad y Cambio Climático de la consultora Ernst & Young. Y dedica todos sus esfuerzos a rehacer la ortodoxia económica, la que ha defendido el liberalismo que había caracterizado al PP. Son otros tiempos. Costa acaba de publicar Multicapitalismo (Deusto), un trabajo en el que aboga por “proteger el clima y frenar la desigualdad”. Costa, en esta entrevista con Crónica Global, pide un acuerdo “nacional” en España para aprovechar las oportunidades que llegarán ahora con los fondos europeos: “El PSOE y el PP deben colaborar para asegurar el capital social”, y señala que, aunque las protestas en la calle puedan tener sus razones, es “condenable” que deriven en violencia, como ha ocurrido en la última semana en ciudades como Barcelona.

--Pregunta: Existe un consenso académico, o, en todo caso, distintas voces destacadas en el panorama internacional, que abogan por un cambio en el modelo capitalista, para que sea más inclusivo y para que el capital financiero pierda peso. Sin embargo, las medidas políticas encaminadas a cumplir esos objetivos no se vislumbran. ¿Qué es lo que ocurre?

--Respuesta: Es cierto, Lo compruebo con mi experiencia. Los líderes empresariales están abanderando la necesidad de construir nuevas reglas del capitalismo. Se está consolidando una visión distinta, teniendo en cuenta la enorme transformación que se ha producido con la globalización. De forma silenciosa, existe un cambio que lleva a la economía intangible a ganar mucho más peso. La creación de valor es más cooperativa. Y ya no se coloca en el centro el interés de los accionistas, sino el de todos los agentes económicos que rodean a una empresa, desde los clientes, los proveedores, la sociedad civil o los reguladores. La sociedad es la propietaria de algunos de los capitales que hoy son crecientemente relevantes para que las empresas creen valor, en particular, las empresas utilizan el capital social y el capital ecológico. Hoy la mejor forma de maximizar los beneficios es tener en cuenta todos estos factores, que son los que explican el ‘multicapitalismo'. El único objetivo ya no es el de maximizar los beneficios, es perseguir el escenario de mayor beneficio colectivo para el conjunto de la sociedad. La economía hoy no es un juego de suma cero. La mejor forma de alcanzar el mayor beneficio individual es pensar en el beneficio de la sociedad.

--Una de las lecciones del libro, pero que se repite en muchos foros económicos, es que no todo debe girar en torno al accionista, como apuntaba.

--La regulación que impera empuja a la economía en una dirección concreta. Y ésta sigue anclada en una economía tangible, en resultados financieros. Pero lo cierto es que la realidad de hoy es que hay una tendencia distinta. El 85% del valor de las empresas responden a activos intangibles que, en muchos casos, ni siquiera se reflejan en los balances empresariales. Las empresas valen más por su liderazgo, por su grado de compromiso con sus clientes o por su huella ecológica y social. El beneficio financiero debe ser complementado por el valor intangible y social que pueden crear las empresas. Lo que ocurre es que la regulación defiende, todavía, ese predominio del capital financiero. Tenemos una predilección por el cortoplacismo, y que se debe a esa regulación, que empuja a reportar los resultados financieros en el corto plazo, en lugar de reportar todo el potencial de creación de valor a largo plazo. La economía es la creación de valor y no sólo se puede pensar en el accionista, tiene que pensar en todos sus socios empresariales y agentes económicos importantes.

--¿En España se apuesta por esa economía intangible, por esos valores?

--En España tenemos una de las economías menos intangibles del mundo. Estamos por detrás de Alemania y muy por detrás de los países nórdicos, Reino Unido y Estados Unidos. Pero eso es también una oportunidad si hacemos bien los deberes. El sector financiero está más acostumbrado a financiar lo tangible, y por eso hay toda una economía infrafinanciada con un enorme potencial de crecimiento.

Juan Costa, ex ministro de Ciencia y Tecnología / CG

 

--Los fondos europeos, que están pensados para lograr un cambio en el modelo productivo, ¿pueden acabar financiando a empresas zombis?

--Los fondos europeos deben servir para potenciar el crecimiento y la creación de empleo. Pero habrá ganadores y perdedores, en función de los sectores económicos que más se puedan beneficiar. Lo ideal es que se produzca una transición ordenada, a partir de ese doble objetivo marcado por la digitalización y la transición ecológica. Debería valorarse con sumo detalle el potencial de cada proyecto. Pero para ello es necesario un consenso nacional, un consenso a partir de los diferentes partidos políticos y también a nivel territorial. Necesitamos un acuerdo nacional para transformar la economía española, con el objetivo de ampliar el potencial de crecimiento a largo plazo. Y ver en qué lo podemos hacer. Debemos seguir ejemplos como el de Holanda, que desarrolló un acuerdo nacional con partidos políticos, administraciones, agentes sociales y sociedad civil para convertir la economía circular en su gran apuesta de país. En España es preciso ir en esa dirección, desde la administración central y con el resto de administraciones, con empresarios y sindicatos.

--¿Una apuesta precisa por la transición energética, como han hecho, por ejemplo, las empresas vascas, en concreto Petronor con el hidrógeno?

--La transición energética y la movilidad sostenible, junto a la digitalización, son la clave para construir un capitalismo inclusivo, ecológico y social. Tenemos que valorar los proyectos por los retornos financieros, intangibles, ecológicos y sociales que puedan crear valor a largo plazo. Una de las oportunidades de la economía intangible es desarrollar proyectos escalables, que tienen el potencial de generar muchos más ingresos, por encima de las inversiones que requieren. Eso implica proyectos que puedan unir a distintos socios, para generar más ingresos.

--Usted habla de ese multicapitalismo, ¿el liberalismo entra ahora en un terreno que se ha defendido desde otros ámbitos ideológicos como la utilización de instrumentos distintos al PIB?

--El multicapitalismo lo que indica es que debemos definir el éxito político y social de las empresas de forma distinta, de forma más completa. Y es cierto que hemos utilizado el PIB y la contabilidad financiera, que descansa en el capital financiero. Pero si nos limitamos a medir eso, lo que mido es la economía tangible y a corto plazo. Si lo que quiero medir es la economía intangible y a corto plazo, debo apostar por la nueva economía, por el impacto en el medio ambiente, y el impacto en la sociedad. Para medir la prosperidad real se debe valorar también el crecimiento del capital intangible y el impacto en el medioambiente y en la sociedad. Hoy las empresas tienen también una dimensión pública y deben crear valor ecológico y social. Eso se reflejará en el valor de la reputación de las empresas en el mercado y en su licencia para operar. Si hoy el capital ecológico es un indicador de prosperidad, la destrucción de capital ecológico debe ser un indicador en el pago de impuestos. El mercado, en ese sentido, debería proteger y crear prosperidad ecológica.

Juan Costa, ex ministro de Ciencia y Tecnología, autor de 'Multicapitalismo' / CG

--Como le apuntaba anteriormente, eso implica que pueda haber una apuesta, por ejemplo, por el decrecimiento, una política que defiende la izquierda alternativa.

--No, lo que defiendo, lo que muchos líderes empresariales defienden, es que se puede crecer de forma distinta, aprovechando las potencialidades de esos nuevos capitales que hasta ahora han quedado arrinconados. No se trata de que haya un crecimiento cero para proteger el medio ambiente. Ningún gobierno del mundo apuesta por ello. La economía global deberá hacer frente, en los próximos años, a una nueva entrada de 1.000 millones de trabajadores, y los países más avanzados, a su vez, deberán afrontar un enorme crecimiento de las pensiones. Pero como he dicho, si el mercado tiene como fin crear capital ecológico el potencial de crecimiento de la economía se ensanchará. Por ejemplo, en España la potenciación de los paradores nacionales ayudó a proteger el patrimonio cultural, y el turismo también podría ayudar a proteger el patrimonio natural de España. Podemos seguir liderando el turismo a nivel mundial con una modernización del sector y convertir la industria turística en un referente mundial del turismo sostenible y de protección del capital natural.

--Volvemos a España. ¿Cómo se concreta esa idea?

--En España hay una oportunidad para crear empleo y recuperar la ambición del pleno empleo. Hay patrimonio ecológico con un gran potencial. Debemos lograr cambios importantes en el terreno energético, y, respecto al capital social, hay que defender las instituciones para que sean un motor de crecimiento. Contamos con la industria turística, como motor del capital ecológico.

--¿Cómo se le pone freno a esa enorme polarización política en España?

--La destrucción del capital social tiene un coste muy notable, en términos de progreso de la economía. Se basa en la confianza. La división política la debilita. Debemos interiorizar que en las economías avanzadas la confianza es básica. Eso requiere instituciones íntegras y políticos que unan voluntades y reduzcan la desigualdad social. En las democracias liberales hay un enorme descontento social, porque la globalización ha perjudicado a las clases medias. O somos capaces de llegar a un acuerdo para recuperar la confianza de la sociedad en las instituciones y en el sistema o el coste para la economía en el futuro será enorme. En los países asiáticos, con mayor potencial de crecimiento futuro, existe una gran cooperación y confianza en el sistema. Y en las democracias liberales, hay que decirlo, el aumento de la desigualdad ha sido constante desde los años ochenta y ha provocado una crisis de confianza.

--¿Qué deben hacer los grandes partidos en España en ese sentido?

--El PSOE y el PP deben colaborar para asegurar el capital social. Lo deben hacer frente a los populismos, que viven de la destrucción de ese capital social. Los partidos constitucionalistas, por tanto, deberían trabajar juntos para la recuperación de la confianza en el sistema. Hay que decir también que lo que ocurre en España no es una excepción. Sucede en muchos países de nuestro entorno.

--Usted señala que desde los años ochenta, con Thatcher y Reagan, ha aumentado la desigualdad. Sin embargo, el liberalismo económico sigue vanagloriando aquella ‘revolución’.

--Lo que es evidente es que en las economías avanzadas las clases medias se han estrechado y las rentas han crecido mucho menos para ellas que para el 1% más rico. La globalización ha hecho que el crecimiento vaya más hacia Asia, y en Occidente ha aumentado la desigualdad. Con ello, se ha producido una crisis en el sistema. Esas clases medias occidentales no se han beneficiado de los beneficios de la globalización, con un proceso de desindustrialización. Si no reconocemos que eso afecta a la confianza en el sistema no se podrá llevar a cabo una recuperación de esa confianza.

--Pero no se acaba de reconocer.

--El sector privado ha desarrollado más autocrítica sobre ello. Los líderes empresariales exigen la construcción de un nuevo capitalismo. La política, en cambio, sigue anclada en las políticas del siglo XX, y debemos hacer que la política siga el paso de la sociedad, con líderes que tengan esa nueva visión. El capitalismo financiero ha cosechado éxitos enormes, ha creado una clase media global, pero ha habido áreas en las que el resultado ha sido muy malo. Ha cosechado fracasos por no haber visto el aumento de la economía intangible, por no haber entendido el aumento de la desigualdad. No ha previsto la crisis ecológica. Y todo eso, repito, ha llevado a un gran descontento social, que no beneficia al sistema.

--Precisamente, hay quien defiende que ese descontento está detrás de las protestas en diversas ciudades españolas, con gran virulencia en Barcelona, en concreto.

--Debe haber una condena política sin paliativos ante esas protestas, que han sido violentas y que no pueden tener ninguna legitimación. Se ha puesto de manifiesto, además, que compartir gobierno puede ser carísimo cuando no se comparte proyecto. Y eso es un problema que obliga a pagar un precio muy caro, porque uno de esos partidos sí ha venido a legitimar esas protestas. En todo caso, lo que sí está claro, es que hay una crisis de confianza, porque no se genera prosperidad para todos, de una manera justa. Y es evidente que eso también está detrás de muchas manifestaciones que se han producido en Europa en esta última década.