Que ganen por una vez la cooptación y el plebiscito razonable. Y que vele armas Pimec, una organización patronal que la ANC trata de tomar por asalto, como hizo con la Cámara de Comercio de Barcelona, forzando un sufragio de desenlace inminente. Que salgan de su cueva los timoratos de atavío menestral para decirles “No” a los asamblearios: “No pasaréis”. Y si no lo hacen rápido que el diablo se lleve a su organización hasta el barquero de la laguna Estigia. Pero no llegaremos a tanto; saldrán, mejor dicho, ya han salido bajo la batuta de Josep González que anuncia un largo adiós: tenía previsto abandonar la presidencia de Pimec en 2022 para que la ocupe el actual secretario general de la organización, Antoni Cañete. Pero no será tan fácil porque el Vuelo del Águila republicana quiere frenar el continuismo de las empresas medianas y pequeñas unidas al bloque de Foment del Treball, la gran patronal de Josep Sánchez Llibre, el electrón libre de la potencia industrial catalana.
La señora Elisenda Paluzie, presidenta de la ANC, ha dicho que presentará una candidatura en Pimec; equivale a decir que los radicales aprovecharan las ventajas corporativas de la democracia futbolística para tratar de copar la organización. La plataforma Eines de País, vinculada a la ANC, se presenta a las elecciones de Pimec y los comicios se celebrarán el próximo día 23. El adelanto de estas elecciones augura así una prueba para el candidato continuista, Cañete, dispuesto a presentar batalla frente a la plataforma indepe, instancia del soborno y los malos modos.
Pimec nació al amparo del nacionalismo blando, arbolada por dirigentes económicos como Agustí Contijoch, Carles Sumarroca o Josep Lluis Rovira, representantes genuinos del sector negocios del pujolismo. Durante décadas, el mundo de las patronales estuvo ciego frente al catalanismo etrusco y mostró su dramática complicidad frente a los desmanes nacionalistas. Con el tiempo, los primeros pasos de aquella Pimec, nacida al calor del otoño del patriarca, fueron transitando hacia la gobernanza de una organización racional, gracias a Josep González.
Ahora, la historia se repite cambiando los matices y la intensidad; si en el punto de partida mandaron los convergentes ahora son los soberanistas los que quieren el juguete. La CDC de antes, tocada de muerte por el 3%, ha cambiado tres veces de siglas, mientras desaparece de la escena política y su corriente río abajo modifica la relación del poder con las cúpulas empresariales. Las hegemonías del pasado dieron por buena la inverosimilitud de la rendición de cuentas, basando su consenso en la incapacidad de los representantes y la ceguera de los representados. Ahora llegan Paluzie y los suyos, dispuestos a prometer soluciones sencillas para problemas complejos, el ABC del nacional populismo. Eines de País desconoce la elocuencia porque tiene una idea objetivista del mundo; su verdad se impone a la fuerza y sin necesidad de persuasión. Su éxito significa la muerte dialéctica de los grupos de interés, de los lobbies y de los laboratorios de opinión que circunscriben el mundo empresarial. Paluzie quiere empobrecer a la Pimec para conquistarla, como ha hecho Joan Canadell en la Cámara de Comercio.
Solo existe una salida: frenar a Paluzie con la fuerza de la razón, pero francamente, no sé si el futuro presidente de turno de Pimec, Antoni Cañete, será capaz de parar el golpe. Si después de la Cámara cae Pimec, el Vuelo del Águila será por mucho tiempo el pan de cada día, mientras Fouché (Junqueras) y Talleyrand (Puigdemont), el vicio y el crimen, sellan para siempre su alianza sobre los cementerios de las patronales menores (Pimec seguiría el ejemplo de CECOT).
La política inventó a su sociedad civil en los tiempos de CiU; pero es hora de dar el vuelco, hora de que las nuevas hegemonías se construyan desde las instituciones representativas y no únicamente desde el censo electoral. El independentismo está dispuesto a revalidar el veredicto de las urnas en las elecciones autonómicas del 14F; los comicios políticos podrían señalar el camino de una nueva conquista civil en Pimec, en el corazón del entramado institucional de la economía. Y para evitar esta pequeña debacle, los empresarios deben abandonar su cómodo silencio.