La proximidad del sol, tras la larga noche de Covid, pronostica un renovado apetito del consumidor por el fetichismo de la mercancía; en este caso, podría concretarse en el deseo de utilizar unas gafas de sol de tres colores en acetato natural Mazzuchelli y lente de cristal mineral Barberini. Detrás de esta forma de mezclar moda y cultura está David Pellicer, el patrón de Etnia Barcelona, hijo y nieto de fabricantes de gafas en una factoría, hoy cerrada, del Poble Sec, donde aprendió el oficio que él ha convertido en sello internacional. La consigna de Pellicer no puede ser mas explícita: “Industria y cultura buscan de manera natural un mismo suelo: el arte”.
Spot de Etnia Barcelona junto al artista visual Ignasi Monreal / ETNIA
Ahora mismo, la fabricante de gafas Etnia Barcelona está dando los toques definitivos a su colaboración con Ignasi Monreal, el exquisito artista con base en Roma, conocido por sus colaboraciones con marcas como Gucci, Bvlgari, Vogue, Adobe. La fusión Pellicer-Monreal pone en jaque la colección del pintor, Plats Bruts donde el artista combina clasicismo y contemporaneidad, traducible al terreno de los hechos, como una simbiosis entre pintura y arte digital.
Etnia Barcelona confiesa que se siente fascinada por Monreal; y de esta fascinación ha nacido una colección de gafas que proyecta el mundo desde el pasado y el presente. En 2019, Etnia --cuyo taller y tienda están integradas hoy en el edificio sede de la empresa, situado en el corazón del barrio del Born-- lanzó su fusión con la herencia de David Bowie, el artista puro de la cultura Pop, e integró en sus cápsulas piezas para el recuerdo de como Ziggy Stardust (1972) o Let’s dance (1983), dos discos sobresalientes de la trayectoria del músico, cantante. También añadió, en aquella colaboración, la huella del cruce entre el músico británico y otros de la talla de John Lennon, Brian Eno o Lenny Krawitz.
En el momento de su despegue internacional, David Pellicer, articuló Etnia Barcelona a partir de una nuevo centro de producción en Esplugues de Llobregat y muy pronto cruzó su proyecto con la estética de Jean Michel Bastiat, cumbre del neo expresionismo NY y la de sus colegas, en la segunda etapa del grafiti-art. Bastiat, discípulo rebelde del primer Andy Wardhol, unió a grafiteros, pintores y galeristas como Tony Shafrazi, protagonista de un conocido acto vandálico contra el Guernica de Picasso, cuando el emblemático cuadro se encontraba en el MOMA neoyorquino.
Ruptura en estado puro
Aquel asalto fue saludado por las vanguardias, como la desacralización del maestro a manos del arte de la calle, pero también recibió la censura de los pliegues culturales de las élites de la Gran Manzana, comprometidas con publicaciones como el New Yorker o Rolling Stons. Bastiat inspiró las colecciones de gafas de Pellicer en las que siempre ha destacado la selección de colores y la articulación entre el cuerpo central y las varillas. En el ámbito puramente industrial, los cristales de mineral puro, fotocromáticos y con revestimiento exterior, lanzados por el laboratorio Pellicer, han sido ampliamente aceptados y replicados.
El gran crítico Roberto Hughes recordó en una reseña que la implacable Mary Boone, una celebridad dentro del circuito del arte contemporáneo, tuvo encerrado en un sótano a Jean Michel Bastiat, compañero inseparable de Madonna, en aquel momento. Allí vieron la luz los óleos del “primer Basquiat”, una etapa que el mundo del arte celebra y desgaja del “último Bastiat”, la decadencia final del joven artista metido en los opiáceos y víctima de una sobredosis, durante el fulgor dañino de los segundos ochentas. Bastiat había empezado a ser tomado en serio a partir del éxito de SAMO (así firmaba sus grafitis junto a su colega Al Díaz). Ruptura en estado puro, si tenemos en cuenta que aquellos murales llevaban a menudo la firma Same Old shit (“la misma mierda de siempre”).
Pellicer lo abandonó todo y empezó a trabajar en la empresa familiar con 17 años cumplidos. Cuando años después, tomo el control del negocio se dio cuenta de que sus productos no eran competitivos a causa de la competencia de Asia, basada en el dumping social y la simple copia. Cerró la empresa, saldó deudas y abrió de nuevo bajo la marca Etnia Barcelona. Empezó viajando a China, el corazón de las primeras monturas naranja y amarillas; ya en 2003, presentó el producto en Nueva York, en un vernissage celebrado en el Dubo Loft de Brooklyn, mezcla de diseño industrial, arte y marca. Asistieron 200 invitados --entre ellos Solange Knowles-- y amenizó el acto la música en directo de Oddisee y Lloydsky.
Hay que decirlo alto y claro: el llamado marketing con causa le ha dado un rendimiento espectacular a Pellicer. Puede pensarse que su éxito es el fruto de un arribismo sin freno, pero, si en el arte el resultado es lo único que se valora, no digamos en el comercio minorista. Pellicer hace gafas inteligentes. En la actualidad el grupo cuenta con 100 representantes en todo el planeta; Etnia Barcelona festonea escaparates en establecimientos, como Colette (París), Selfridges (Londres), 10 Corso Como (Milán), Storm (Copenhague) o Smets (Bruselas). En cada nuevo impulso de la empresa, se ha visto la mano de las dos generaciones anteriores de fabricantes de gafas del mismo tronco familiar: “Mi padre me enseñó a cortar el acetato”, el material del que están hechos los sueños del actual patrón de la marca.
Desde el punto cero, Pellicer fraguó una alianza con el mundo del arte; primero, antes de Bastiat, lo hizo con el fotógrafo Nobuyoshi Araki y más adelante con el fotoperiodista, Steve McCurry. Araki emergió en Japón en los años posteriores al Guerra Mundial y hoy sus obras residen en colecciones públicas del Tate Modern o el Museo de Arte Moderno de San Francisco. El fotógrafo nipón ha sido un artista completo: ha publicado cientos de libros, ha hecho cine y es conocido por las fotos de cantantes, como Lady Gaga o Bjork. Sus motivos extremadamente sexuales y su inmersión en la práctica del bondage le hicieron célebre. Su serie Kinbaku examina el arte de la esclavitud. Por su parte, Steve McCurry mundialmente conocido por ser el autor de la fotografía La niña afgana, aparecida en la revista National Geographic en 1985, comenzó su carrera en el largo conflicto de Afganistán, cubrió la guerra Irán-Irak y el conflicto del Golfo. Pellicer circunscribe sin parar su particular fusión entre industria y plástica: “la cultura es algo de lo que nadie puede escapar”.
Etnia Barcelona ha dado vida a marcas de éxito, como Originals, Vintage, Advance y ha reunido sus colecciones en cápsula que resumen su pasión por el mestizaje. Resulta francamente descollante su primera tienda, situada en el citado edificio de siete plantas en el Born de Barcelona, casi pegado a la basílica de Santa Maria del Mar; maderas de roble, pavimentos hidráulicos y arcos de volta catalana, todo bajo la atenta dirección de la interiorista Lázaro Rosa Violán.