El pueblo de Subirats, hecho de piedra y musgo, festonea el Alt Penedès. En su suelo vive un ensalmo digno de Joanot Martorell, el maestro de la palabra nacido lejos, en Gandía (Valencia), pero emparentado espiritualmente con la tierra del cava a través del Castillo de Subirats, cuna de la princesa Ermengarda de Barcelona, hija del conde Borrell II. En esta localidad, la familia Llopart ha impulsado la finca de las Cavas Llopart y sus variedades de uva a lo largo de seis siglos, tanto que resulta inútil hablar de generaciones en un árbol sin origen definido. Perderíamos la cuenta, aunque los actuales propietarios, los Llopart i Llopart, se autoproclaman la quinta generación.
La prestancia del pasado no está reñida con las urgencias del presente: la hacienda Llopart lidera ahora la asociación Corpinnat, junto a otras marcas de prestigio como los Gramona, Torelló o Recaredo, entre otros. Se salió de la Denominación de Origen Penedès para vindicar la viña de finca, el espumoso de calidad, el del precio garantizado a los payeses; e incrustó en su mejor etiqueta una réplica del primer cava Llopart, creado en 1887 por Pere Massana, el bisabuelo de Pere Llopart, motor indiscutible de la saga, recientemente fallecido con 91 años cumplidos.
125 aniversario del Cava Llopart / LLOPART
La viña de montaña tiene sus cosas. Rinde culto en el altar de sus hermanos de la plana, los del Baix Penedès, pero sigue un destino específico trazado en las estrellas que iluminan sus suelos de pizarra en noches de media luna turca. Sus atardeceres son parecidos a los que revivió Martorell en el Bósforo --¡Sant Jordi!, gritaba la caballería almogávar-- y su encanto, salido de Ermengarda, se emparenta con el Tirant, enfermo de amor por otra princesa, Carmesina, arrebatado como lo estuvieron Dante y Cavalcanti. Ambas mujeres, la de Tirant y la condesa de Borrell, fueron damas de la viña y amaron la tierra antes que la Corte.
Condiciones microclimáticas
Aquel Pere Massana que abrió camino a los Llopart superó los inicios de la filoxera, la plaga que valía por las siete plagas bíblicas y que acabó con toda la viña catalana. Después, Jaume Llopart (el padre de Pere), aplicó los empaltes que regeneraron las cepas en el siglo pasado, el momento álgido de los toques a hierba mojada y a sus envolventes aromas de limón y maracuyá.
Levantó la marca a partir de la particular palanca comarcal de 1901, el año de la mítica Exposición del Penedès, que fusionó agricultura, industrias y artes. Las arterias que unen las cooperativas (auténtico tesoro nacional) o el resplandor de las marcas renombradas estaban ya en los propósitos de aquella Exposición que mostró un país cohesionado a partir de la tierra, la manufactura y la belleza. Pere Llopart se hizo cargo del negocio en 1949 y cursó estudios enológicos en la histórica Estación de viticultura de Vilafranca, la segunda gran palanca del renacimiento de la cepa. Pere descubrió las condiciones microclimáticas y geológicas de la zona y se lanzó, junto a su esposa Jacinta Llopart (no eran familia) a la elaboración de cava, Méthode Champenoise.
El salto cualitativo de la marca se concretó en 1996, cuando la totalidad de su producción se trasladó a unas cavas recién construidas en el centro de la heretat, en medio de un paisaje único: 95 hectáreas de viña de montaña y 370 hectáreas de bosque.
El momento de Pere Llopart
Ahora mandan los cosecheros de raza: los cinco hijos, Llopart i Llopart. Ellos son la fuente del Corpinnat, una contracción de dos conceptos: corazón y elaboración propia, marca colectiva de la UE nacida con la voluntad de distinguir a los grandes espumosos.
En el Penedès, nadie ha olvidado los desencuentros de la etapa de la llamada guerra del cava, cuando las dos grandes bodegas, Codorniu y Freixenet, se enfrentaron por precios, sobreproducciones y normas. La numerosa prole de aquel Joan Raventós (Codorniu) que emuló al barón Orsini, autor atormentado del jardín Bomarzo, no ha sabido poner orden a la herencia de una tierra confundida con el destello eterno. Y frente a Codorniu se plantó el veterano Josep Ferrer de Freixenet junto a su pariente Josep Lluís Bonet, presidente de la Cámara de Comercio de España.
Después de aquel terrible enfrentamiento entre las dos marcas que exportan el 75% del cava, llegaron la calma y la reflexión de los mayores: fue el momento de Pere Llopart, la ocasión de vindicar el terroir de la alta viña, donde el cava de calidad teje la memoria del sabor y del olfato, y donde viven los duendes de la cepa. De haber atravesado los remontes del Alt Penedès, el caballero y hombre de letras, Martorell, se hubiese olvidado de su pugna con Joan de Montpalau. Ha transcurrido más de medio milenio; las guerras santas de la cristiandad son recuerdos borrados por el desgaste en los bajorrelieves de la piedra, pero el sabor genuino permanece; es la propiedad eterna de la vid.
Viñas de más de 50 años
Las alforjas de piel de cabra que conservaron el vino de cosecheros empobrecidos nunca llamaron a la puerta de los Llopart. En los años de gran vendimia, los frutos de la magra economía cooperativa eran transportados en carros hasta la playa de Sitges; embarcaban delante del Cau Ferrat, al pie de la escalinata que conduce a la Virgen del Vinyet, para ser encerrados en sentinas de vapores a mar abierto destino a los puertos del Báltico, donde triplicaban sus precios. Francia sostuvo su propia uva autóctona comprando caro fuera de casa lo que producía dentro. Abarataba su producción y escañaba las economías de sus siembras. Ribera del Ebro y Rioja aprendieron pronto a manejar el vino Roble de las cooperativas, que ellos ennoblecerían en sus barricas. El peso de esta sombra puso en marcha las batallas productivas y mercantiles en la D.O. Penedès. El cava no se iba a librar de la sospecha generalizada de una desproporción entre la cosecha y las miles de botellas. Llopart y sus socios de Corpinnat no aceptan el trato de los poderosos exportadores; se sienten concernidos por su gente y su medio.
Hasta su reciente fallecimiento, Pere Llopart homenajeó al primero de su estirpe, Bernardus Leopardi, heredero de las siembras de Ermengarda durante el Siglo XIV. El pionero siempre recordó que su Ex Vite, ejemplo de elegancia para los entendidos, procede de las uvas cultivadas en las parcelas más altas; son viñas de entre 50 y 70 años de edad circunscritas a la limitada producción de los Llopart.
El mejor cava es el que reconoce su suelo; los enólogos, el otro gran activo del producto final, son los guardianes del Penedès. Llopart, pionera en el desarrollo de alta gama y brut nature, vende la honestidad como puente entre los payeses y el retail. Entre la tierra y el lujo razonable, no hay tanta diferencia; ambas son casi la misma cosa.