Fue una sorpresa, pero quizá no tanto. No se dudaba que Carles Puigdemont se implicaría en la campaña de Junts per Catalunya. Solo faltaba saber cómo lo haría. El expresident liderará la lista, aunque la candidata a la presidencia de la Generalitat será Laura Borràs. Una especie de quiero y no puedo. ¿Por qué toma esta decisión Puigdemont? ¿Por qué no se limita a actuar desde fuera?
Las encuestas públicas y los sondeos no publicados, los que miden hasta el mínimo las preferencias del electorado, marcan una tendencia a la baja de Junts per Catalunya. Solo la presencia de Puigdemont puede agitar a un electorado cansado, a veces defraudado, pero que sigue pensando que este es el momento de apretar, de forzar a un Estado que está débil, según su criterio. Y la soflama que pone la música a esta letra: alcanzar el 50% de los votos es la llave que abre la puerta a la independencia. La “confrontación inteligente” hará el resto. La guinda del pastel es la presencia del líder en primera línea, para demostrar en primera persona que es posible llegar a Ítaca. Y si no lo es, la culpa hay que buscarla en el colaboracionismo, en la rendición, de ERC, señalando su vía pragmática, que pasa por evitar que la derecha gobierne en España al tiempo que convertirse en elemento decisorio y determinante en la política española, como la traición a la causa independentista.
JxCat necesita este revulsivo para llegar a la campaña en mejor forma, sabiendo que a los republicanos las campañas se les hacen eternas. Ya no se hablará de que si Puigdemont intentará ser investido, sino simplemente de su implicación. Lo de su investidura es una perfomance que no tiene futuro. Quieren que a finales de enero los indicadores marquen tendencia al alza, porque al inicio de campaña Oriol Junqueras saltará a la arena electoral aprovechando permisos penitenciarios.
Puigdemont se la juega en esta campaña. El resultado es determinante para su propio futuro y su influencia en la política catalana. Si gana, se cargará de razones para seguir liderando la confrontación, ahora dice que inteligente. Entonces, ¿la confrontación pasada cómo hemos de calificarla? Esperamos una respuesta del expresidente a título informativo. Si pierde por poco ante los republicanos, forzará las máquinas. Si ERC quiere gobernar con JxCat deberá hacerlo siguiendo una hoja de ruta que fuerce un nuevo referéndum de independencia. Si ERC acepta en aras de la unidad, tendrá que hacer un trágala. Si no acepta, intentará buscar nuevos socios entre los comunes y socialistas. Tendrán que sumar para buscar una alternativa y la negociación no será fácil. En este momento, JxCat forzará la situación para evitar este pacto, no descartando provocar una repetición electoral si está en su mano. Si JxCat pierde por mucho, se abre un nuevo tablero en el que está en juego el propio futuro de Puigdemont.
El panorama electoral está muy movido y todo es posible. Puigdemont quiere recuperar el procés en primer plano. La pandemia, la crisis y la gestión de esta crisis le han arrinconado y eso no es bueno para un partido que no puede exhibir gestión y que encima ha quedado relegado ante el protagonismo que ha asumido Pere Aragonès ante la pandemia y, sobre todo, como artífice de los acuerdos en Madrid que vetan el paso a la derecha. Esta posición tiene amplio respaldo en Cataluña porque una salida acordada registra apoyos de más del 70%. Una posición que cuenta hasta con el apoyo del PDECat. Puigdemont los despreció y sus antiguos compañeros se han revuelto. Se presentan a las elecciones. Puede que no tengan representación, o puede que sí. En todo caso, siempre le restarán votos. Unos votos que son su oscuro objeto de deseo.
Dar la vuelta a este escenario y recuperar empuje son los objetivos. Un revés sería letal y Puigdemont ha decidido dar el paso porque solo su presencia lo puede garantizar. Es la foto fija de la autenticidad de su compromiso para lanzar el mensaje de que "es posible". Ser decisivo después del 14F se convierte en ineludible para alguien que sabe que el exilio de Waterloo no es un salvoconducto que dure para siempre.
El 14F vale hasta el último voto. Hay que impedir que ERC gane. Es prioritario, tanto como que el PSC no crezca en exceso y menos que logre el sorpasso. Este es el escenario temido por Puigdemont. Que republicanos y socialistas, con el apoyo de los mermados comunes, tengan opciones para formar una alternativa, cuya formulación está por ver y no parece que pase por un gobierno de coalición. Si el PSC queda segundo, es la peor opción. Para seguir en su táctica de presión necesita ocupar la segunda plaza, aunque Puigdemont lo que quiere es ganar a toda costa y quiere hacerlo en primera persona. Es casi el todo o nada. Protagonismo o irrelevancia. Vale hasta el último voto. Vale hasta el último diputado.