"Ahora nos toca a nosotros". Todavía estoy perplejo ante la respuesta de Adriana Lastra, la dirigente del PSOE, del que soy afiliado desde 1978 y al que pago on time las cuotas trimestrales. Parecería que esto de la política se traduce en una sucesión de generaciones y los que un día fueron responsables del partido o ejercieron puestos en la Administración ya consumieron su tiempo y nada tienen que decir. Al menos en el parchís tienes la oportunidad de tirar sucesivamente cuando te toca, aunque tengas las cuatro fichas en el casillero de salida. Esta persona ha decidido que ha llegado su tiempo, y con su proverbial formación intelectual en el manejo de la teoría de las generaciones, junto a la historia de la filosofía política, es ella la encargada de afrontar las responsabilidades políticas socialistas porque aquellos que en su día fueron sus dirigentes ya están marchitos. Detrás de esa manifestación hay una concepción del mundo peculiar consistente en que los mayores, es decir a partir de los 65 años, edad de la jubilación mayoritaria hasta ahora, han de retirarse y dejar paso a los jóvenes entre 25 y 55 años. Como si la actividad política pudiera asimilarse al trabajo del minero o de los estibadores del puerto, como ella sabe muy bien por proceder de Asturias. Hoy la mecanización permite afrontar actividades donde antes predominaba la fuerza física. Y tanto en las actividades intelectuales como en los negocios o la política la edad tiene una importancia relativa. En muchos casos los años son un elemento importante para afrontar temas que requieren formación y experiencia.

Hay determinadas actividades intelectuales que se desarrollan en la juventud. La mayoría de los grandes matemáticos construyeron sus teorías entre los 20 y los 35 años, pero en otros casos como la bioquímica, la biología o la botánica, se necesita tiempo de experimentación para formular novedades. En otras actividades no existe un parámetro claro entre la edad y la capacidad de innovar, como por ejemplo en la creación literaria. Se puede ser un gran escritor tanto a los 20 o 25 años como a los 70, 80 o más. Pasa también con los cantautores. Leonard Cohen, Serrat, Sabina, Brassens, compusieron, y componen, más allá de los 70. En nuestras sociedades actuales las diferencias de edad están muy diluidas porque el índice de vida, a pesar del alzhéimer, ha aumentado de manera geométrica desde el siglo XX. Y así vemos en la política de países como EEUU presidentes jóvenes como Kennedy hasta Reagan, Trump o Biden, sin que los años sean un hándicap para asumir responsabilidades. Puede argumentarse que la juventud proporciona, en algunos campos, una mayor capacidad para enfrentarse a las nuevas dinámicas sociales. La habilidad para emprender con nuevas técnicas o fórmulas innovadoras en los negocios parece corresponder a los jóvenes frente a los que han adquirido ya hábitos difíciles de cambiar, pero aún así los directores de los grandes bancos suelen tener una edad provecta. Es, por tanto, difícil marcar una separación radical entre jóvenes y mayores porque hemos llegado a una sociedad en que, en muchos casos, las edades se diluyen. Valga como ejemplo el caso del catedrático de Derecho Administrativo, Alejandro Nieto, que con 90 años tiene fuerzas para investigar sobre la I República, como ya lo hizo hace unos años sobre la figura de Mendizábal (Apogeo y crisis del progresismo civil. Historia política de las Cortes Constituyentes (1836-1837), Ariel, 2011)

William Strauss y Neil Howe abordaron en su libro Generations el tema de las generaciones en la historia de EEUU en el que expusieron su teoría de que las personas de determinadas edades similares comparten un conjunto de creencias y valores en un periodo de unos veinte años. En sus análisis establecieron el concepto de brecha generacional y cómo eso se traducía a las organizaciones. Todo ello ha llevado en los últimos tiempos a un debate sobre en qué medida en nuestro mundo actual podemos aplicar diferencias substanciales atribuidas a la edad, habida cuenta de las realidades demográficas. Sus conclusiones entran en el ámbito de las predicciones cuando analizan la historia de EEUU basada en ciclos generacionales desde 1584 hasta la actualidad. Al parecer cada 80 años se produce una gran crisis que provoca un giro que destruye el orden anterior para crear uno nuevo. En su trabajo Millennials Rising: The Next Great Generation abordaron las características de los llamados milenials. Estos, más formados y menos violentos que sus padres, son más tradicionales con el sexo, a las relaciones abiertas y más proclives a los valores familiares tradicionales. De hecho, sus teorías sirvieron como base del pensamiento conservador republicano, como el de Steve Bannon.

Ese es el pensamiento que, probablemente sin saberlo, subyace en lo de “ahora nos toca a nosotros” porque no creo que una progresista, como se reconoce la dirigente socialista, esté de acuerdo con una de las derivadas de las tesis de Strauss y Howe, y mucho menos de Bannon. Claro que ella nació en 1979, cuando ya se había celebrado el Congreso Extraordinario después del XXVIII Congreso del PSOE y Felipe González recuperó la secretaría general. No ha debido tener demasiado tiempo para leer, metida en las diatribas de las juventudes socialistas, las teorías de las generaciones, y eso que a Ortega y Gasset se le entiende bien cuando señalaba que quince años era el periodo para distinguir una generación de otra.