El retrato perturbador de 'Teresa Batista cansada de guerra'
Teresa, el personaje de Jorge Amado, forma parte de los retratos femeninos con mayor vigor de la narrativa de todos los tiempos
15 noviembre, 2020 00:00Jorge Amado, el gran escritor brasileño, nos legó varios personajes femeninos memorables (Gabriela clavo y canela, Doña Flor y sus dos maridos…), un protagonista tierno y mágico (Vasco Moscoso de Aragâo, capitâo de longo curso), y una deleznable trilogía dedicada a glorificar a Stalin, la lucecita del Kremlin. Pero, sobre todo, nos regaló la trágica historia de una hermosa mujer, Teresa Batista cansada de guerra, tal vez el retrato femenino más vigoroso y perturbador de la narrativa de los últimos siglos.
Poco antes de cumplir trece años, Teresa fue vendida por su tía Felipa a un hacendado brutal, Justiniano Duarte da Rosa, capitâo sin profesión, sólo un título social para alimentar su vanidad, aficionado a desflorar jovencitas que compraba en el mar de miseria del nordeste brasileño de los años cincuenta del siglo XX. “¿A cuantas había ya desvirgado menores de quince años? Una cadena de eslabones de oro sobre su camisa, entre la grasa de los pechos, tintinean como un cascabel cuando camina: cada eslabón una niña --sin contar las mayores de quince años, esas no cuentan”.
Canción sobre ´Teresa Batista´ interpretada por José Alberto "Pepe" Calderón en 1992 / YOUTUBE
Teresa resistió las embestidas del capitâo hasta que éste le abrasó la planta de los pies con una plancha caliente. “Después, el capitán la desamarró; ya no eran necesarias las cuerdas ni la vigilancia (…) Curso completo de miedo y respeto. Teresa por fin obediente. Chupa, ella chupa. Deprisa de cuatro patas y de espaldas. Deprisa se pone. Sola en el mundo y con miedo, Teresa Batista eslabón en el collar del capitán”. Tres años respirando miedo, hasta que se prenda de un joven bohemio que pasaba por allí, Daniel, nombre de ángel, con quien vuelve a sentirse mujer en la noche de San Juan. “Teresa se abre de piernas, al fin mujer es ella quien desata, quien se ofrece, se entrega, nadie le da órdenes y por primera vez no tiene miedo”. El capitâo descubre la infidelidad, atrapa al rapaz y le azota con el látigo: “Suspende el brazo nuevamente, el cuero silba en el aire, ¿vas a chupármela o no, hijo de puta?”. Cuando el chico iba a obedecer, el capitâo siente el cuchillo de cortar carne seca atravesándole la espalda; se gira y ve a Teresa de pié, con el cuchillo erguido. Medo acabou, capitão! Medo acabou, capitão!
Levantar el ánimo
El asesinato le cuesta a Teresa una condena perpetua, de la que sale gracias a otro hacendado, Emiliano Guedes, de mayor poder que Justiniano Duarte da Rosa, y que, por tanto se hace llamar coronel en vez de capitán. Emiliano se había fijado en Teresa una tarde en que visitó la casa del capitán. Ahora podía ser suya. Una amante joven bien domesticada por el bruto Justiniano. Diez años tranquilos, el coronel era una persona respetuosa, sensata, nada violenta, aunque obliga a abortar a Teresa cuando se queda preñada porque el coronel no quería hijos fuera del matrimonio. Hasta que un día, el coronel muere de placer hincado en Teresa, “abrazada con la muerte, teniendo sobre el pecho y el vientre, por entre los muslos, penetrándola, haciendo el amor”. Teresa Batista había conocido el miedo, ahora conoce la muerte. Y vuelve a quedarse sola.
Hermosa, con 26 años, Teresa Batista se recicla en bailarina del cabaret Paris Alegre, una hetaira de lujo que defiende con violencia inusitada a una mujer a la que su marido estaba maltratando. En esa pelea, conoce al marinero Januario Gereba, de quien se enamora profundamente. Un amor imposible, el marino, patrón de un Saveiro (una embarcación costera con una gran vela árabe), está casado con una mujer enferma a quien no puede abandonar. Sumida en la tristeza, Teresa acepta la proposición de un joven médico para que le acompañe a una pequeña ciudad del interior. Cuando llegan, se desata en la ciudad una epidemia de viruela. El médico huye, pero Teresa se queda, asume el papel de enfermera, asiste a los enfermos, los lava y les venda las llagas. “No cayó en pánico Teresa Batista, sin miedo --si lo sintió, en su pecho quedó: de otra manera sería imposible levantar el ánimo de las mujeres de la vida y arrastrarlas a aquella brega de pus y horror”. Su ejemplo es seguido por las prostitutas de la ciudad, debidamente criticadas por las beatas en la iglesia, quejosas de que la viruela no se hubiera llevado también a aquella vagabunda, “o al menos haberle comido la cara”.
Eso que llaman amor
De vuelta al burdel, el carácter indómito de Teresa organiza y encabeza una huelga de prostitutas, las piernas cerradas, en protesta por una decisión de las autoridades que pretendían sacar de la ciudad los lupanares baratos, dejando tan sólo los prostíbulos de lujo. Fue una lucha sindical larga y cruenta, un desafío que las autoridades no podían tolerar. Ganaron las mujeres, pero Teresa se vio a sí misma cansada de guerra. Y decidió aceptar la propuesta de matrimonio de un comerciante rendido a sus encantos.
Todo estaba dispuesto, el lugar de la ceremonia, las flores, los músicos, los invitados venidos de distintas partes del país, el gran banquete nupcial, cuando el mismo día de la boda, Januario Gereba llega hasta Teresa y le dice que ya está libre y que la amará para siempre. Teresa se despoja del vestido nupcial y se embarca en el Saveiro del marino.
La historia que cuenta Jorge Amado acaba aquí, pero resulta fácil inferir que Teresa, redimida, quedó preñada al poco tiempo y tuvo varios hijos con el marinero, que probablemente encontró en ella lo único comparable a la mar, eso que llaman amor.