Una de las pocas buenas noticias de estos tiempos de pandemia, no sólo sanitaria, es que parecen regresar los libros. Una tendencia que, de consolidarse, contribuirá a la merecida recuperación de editores y libreros y, también, a la salud de los lectores. Refugiarse en el libro es de lo mejor que uno puede hacer en estos tiempos.
Con ese espíritu, he leído estos días Encuentros con libros de Stefan Zweig, una obra deliciosa, que permite descubrir una faceta desconocida del autor, la de lector empedernido. Sus reseñas resultan de una profundidad y sencillez sorprendente, de una pasión que contagia e invita a comprar los libros reseñados. O a releer alguno que otro ya leído, y del que se nos habían escapado esos matices, tan sutiles como determinantes, que percibe el elegante escritor vienés.
El mismo prólogo, constituye una incomparable invitación a la lectura y también, aún escrito en 1931, resulta muy apropiado para entender el sinsentido de nuestros días: “…la pobreza de ánimo que manifiestan hoy tantas y tantas personas, algunas de ellas ciertamente inteligentes. El tiempo del libro ha acabado, ésta es la época de la técnica, arguyen: el gramófono, el cinematógrafo, la radio son más prácticos y más eficaces a la hora de transmitir la palabra y el pensamiento, y de hecho comienzan a arrinconar al libro, por lo que su misión histórica y cultural no tardará en formar parte del pasado”.
Incorporen el concepto digitalización, y el texto podría haberse escrito hoy. Hace unos años los apóstoles de la revolución tecnológica que estamos viviendo, no sólo dieron por obsoletos antiguos instrumentos, sino que llegaron a aseverar que una disrupción de tal intensidad modificaría la misma esencia de las personas. Las memeces de hace cerca de cien años, agravadas. Así estamos.
Por cierto, el libro recoge una excelente reseña acerca de Oblomov, la novela de Ivan Goncharov, que da nombre a esta columna. De él dice: “Nunca se había ofrecido un estudio psicológico tan detallado de la pereza, la incapacidad para vencer la inercia, el arte de buscar excusas para no tener que levantarse y ponerse en marcha”. Una buena receta para estos tiempos.
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