Marie Magdalene Dietrich --Marlene ya desde niña-- vino al mundo en Berlín al comenzar el siglo XX; en diciembre de 1901. Con diecisiete años de edad comenzó a hacer de extra en el cine, si bien debutó con un pequeño papel cuatro años más tarde. Se casó en 1923 con un ayudante de director, se separaron al poco y nunca se divorciaron. Tuvieron una hija, conocida como Maria Riva; no tuvo más hijos.
El director de cine austríaco Josef von Sternberg hizo de ella una estrella, con un duro trabajo de transformación emocional y física. La dirigió en siete ocasiones; la última en 1935, El Diablo era mujer. En 1930 estrenó El Ángel Azul, la primera película sonora de Europa. Con ella Marlene Dietrich saltó a Hollywood. No había aún doblaje y se hicieron dos versiones: en alemán y en inglés. Es una adaptación de una novela de Heinrich Mann, hermano mayor del autor de La montaña mágica. Se trata de Professor Unrat (literalmente: Profesor Basura), publicada en 1905.
Marlene Dietrich en Estocolmo cantando La Vie en Rose en 1963 / YT
La acción se desarrolla durante la República de Weimar, esto es, ya acabada la Primera Guerra Mundial y unos años antes de la Ley de Concesión de Plenos Poderes que el Reichstag regaló a Hitler, para establecer su régimen totalitario.
Immanuel Rath es un profesor del Liceo local, está cerca de la cincuentena, es soltero y fumador, vive rodeado de libros. ¿Cómo es? Es grueso, pomposo, suspicaz, estridente al sonarse. Sus alumnos, sólo chicos, se ponen de pie cuando él entra en clase y soportan como pueden su autoritarismo y severidad. Descubre un día que muchos de ellos tienen fotos de una preciosa cabaretera llamada Lola-Lola y que incluso frecuentan el garito donde actúa, El Ángel Azul. Un día decide presentarse para pillarlos in fraganti y escarmentarlos. Pero topa con la artista en su camerino, Marlene Dietrich, tras expresarle sus quejas sobre sus alumnos no sabe qué más hacer o decir ante ella. Desde el primer momento, Lola dominará la situación con inigualable habilidad: "¿Le importaría descubrirse? ¿Qué quiere?", le dice con desparpajo y altivez. "Ahora se ha quedado mudo". Azorado, desarmado y cautivado, el profesor Rath le dice: "No puedo quedarme aquí. Es un compromiso para usted". Y Lola, consciente de haberle conmocionado y ya del todo lanzada, le responde perdonándole la vida: "Bueno, puede quedarse si se porta bien". Le coge el sombrero y se lo guarda. Al poco, subida a una escalera, le echa sus bragas y le deja en sofoco. Al bajar, juega con él haciéndole girar en un sillón. Y le suelta: "¿Ahora le gusto?". A alguien que entra en el camerino se lo presenta como "un profesor muy respetable".
Como un trapo sucio
Al día siguiente, el profesor Rath vuelve para devolverle las bragas que le pusieron dentro de su gabán: "Adelante. Se le esperaba con impaciencia. Sabía que volvería. Sí, todos vuelven". Con unas sencillas frases, la envolvente está trazada hacia el incauto y ansioso docente, a punto de caer como un pardillo. "Estará más cómodo sin la esclavina (ella se la quita y la cuelga). Siéntese, profesor". Le lleva a sentarse a su lado, mientras ella se maquilla. Dice de sí misma: "Bonitos ojos. ¿No le parece?". Prosigue atacando su lado más vulnerable: "Hoy no me da la impresión de que haya venido en visita oficial. Pero está más amable". Y remata con adulación y coquetería: "Es usted un hombre bastante atractivo". Tras reír con estrépito y provocar la euforia de Rath, le echa encima su polvera y tras dejarle perdido le sacude el polvo. "¿Me perdona? ¿Sufre mucho, se le va pasando?". Todo lo aguanta el profesor, lleno de mal disimulada complacencia, con una dicha absolutamente desconocida para él. Y aún llegará a sentirse hombretón al encararse con un par de individuos que pretenden los favores de su dama…
Llega el día que Rath despierta en El Ángel Azul. Lola le prepara el desayuno y le dice "eres un verdadero cielo". Ya le tutea. Le pone un clavel en el ojal y lo despide con un "Profesor, no trabajes mucho". Al llegar al Liceo, los estudiantes están advertidos de sus andanzas con la inconmensurable Lola y pintarrajean las pizarras con dibujos alusivos a su relación con el ídolo erótico de todos ellos. Nada más entrar, todos en pie le abuchean con ganas: "Profesor es usted una basura". Le han perdido todo respeto. Ante el alboroto, llega el director y envía a recreo a los alumnos. Rath le manifiesta su intención de desposar a Lola, mientras su compañero, estupefacto, le llama a la sensatez y le pide que no arriesgue su futuro.
Los acontecimientos se disparan. La compañía en la que va Lola se despide hasta el año siguiente, entonces Rath le pide su mano. La risotada femenina es hiriente, pero ella acepta sin salir de su asombro por lo que está viendo. El ya exprofesor se destierra y sigue la ruta de los comediantes, condenado a ofrecer a los espectadores las postales de su mujer y a ser un don nadie. Ante sus quejas, una Lola cada vez más despectiva y menos jocosa le reprocha: "¿Quién te crees tú para llamar a esa gente plebe inculta? Vivimos gracias a ellos". Ya al primer año, Rath dirá que no puede más, que prefiere morir a seguir viviendo así. La degradación y el deterioro no dejan de crecer cuatro años más, hasta que se produce el colapso; una situación extremadamente cruel con el profesor convertido en un trapo sucio. No les digo más porque no quiero estropearles la película, si decidiesen verla.
Sin perdón a los nazis
Después de El Ángel Azul, Marlene Dietrich pasó a ser un mito erótico, un símbolo de mujer fatal que llegaría a ser icono de la libertad sexual; era desinhibida tanto con hombres como con mujeres. Se habla de sus tórridos romances con Mercedes Acosta, John Wayne, Gary Cooper, Frank Sinatra, entre muchos otros. Tuvo una relación muy especial con Jean Gabin. Sus bellísimas piernas, su expresividad, su inteligencia emocional y su descaro la convertían en irresistible.
Poseedora de un cerrado acento alemán, su atractiva voz era inconfundible al cantar; lo hizo en esta película y lo hizo toda su vida, casi hasta su fallecimiento en la primavera de 1992. Son célebres sus versiones de Lili Marleen, La vie en rose o Ne me quitte pas, entre otras canciones. En 1939 adoptó la nacionalidad norteamericana.
Mi hijo mayor me recuerda unas palabras de Marlene Dietrich que le contó Carlos Rojas: “Yo no sé si los judíos perdonarán un día a los nazis, yo soy alemana y no les perdono”.