Arantxa Mendiharat cree en el sorteo cívico y la deliberación. Entiende que no se trata tanto de "la" solución a nuestros males modernos, pero sí de una inestimable ayuda para que la democracia liberal se renueve y no sea pasto de los populismos. ¿Por qué no un sorteo para elegir los jueces del CGPJ, visto que no hay manera de llegar a un acuerdo entre los partidos políticos? Mendiharat, es confundadora de democraciaporsorteo.org, de Deliberativa y de la red internacional Democracy R&D. Licenciada en Ciencias Políticas del Instituto de Estudios Políticos de Burdeos, y titular de un Máster en Gestión Cultural de la Universidad Heriot-Watt de Edimburgo, es coautora, junto con Ernesto Ganuza, de La democracia es posible, sorteo cívico y deliberación para rescatar el poder de la ciudadanía (consonni), un libro clave para entender qué está pasando en muchos países del mundo para ‘salvar’ la democracia. Mendiharat lo tiene claro: "El sorteo puede mejorar las democracias y evitar el auge de los populismos"

--Pregunta: Cuando se plantea la conveniencia del sorteo cívico, se parte de la base de que la actual democracia parlamentaria ha perdido legitimidad, que existe una mayor distancia entre político y ciudadano. ¿Por qué se ha llegado a esta situación, en una democracia joven como la española?

--Respuesta: No sólo está pasando en España, está pasando en la mayoría de los países del mundo. El sistema representativo nació hace 200 años (entonces ni siquiera lo llamaban democracia), en unas circunstancias concretas y es un sistema que prácticamente no ha cambiado desde entonces, cuando la sociedad sí ha experimentado cambios muy radicales. La sociedad actual es una sociedad mucho más compleja y ni la pluralidad de preferencias, ni las diferencias, ni las alternativas ante un problema caben ya en organizaciones como los partidos. Así mismo, los instrumentos que tiene un sistema político basado en los partidos son ineficientes y poco democráticos en el siglo XXI, respecto a una sociedad que es capaz de informarse en minutos sobre cualquier cosa, que es capaz de generar un conocimiento científico vastísimo sobre cualquier problema y cuyas soluciones implican siempre medidas híbridas.

Portada del libro de Ganuza y Mendiharat

--Existe un debate paralelo a esa reflexión sobre la distancia con el político, y es que ya no se toman muchas decisiones de verdad, ¿es esa la clave, pensando, por ejemplo, en que puedo votar, pero no tengo ninguna decisión sobre la política monetaria, por ejemplo, que no la decide el Gobierno al que voto, sino el BCE en Frankfurt? ¿Ese es uno de los problemas principales?

--Todos los niveles territoriales están muy imbricados (desde el supranacional hasta el nivel local), y efectivamente habría que repensar el sistema en su conjunto, sin limitarse a las fronteras de un país. Herramientas como el sorteo cívico y la deliberación se podrían introducir a cualquier nivel, y esto haría que muchas decisiones se tomaran seguramente de manera muy diferente o al menos mucho más transparente. Tenemos que repensar quienes toman las decisiones de políticas públicas, y cómo se adoptan, a todos los niveles.

--La idea de que no se puede dejar a un grupo de ciudadanos que decida sobre una cuestión, porque no están preparados, ¿se puede defender en estos momentos, en países como España, por ejemplo?

--No estamos defendiendo una idea que se nos haya ocurrido ahora. Es una idea que viene de los orígenes de la democracia, que ha tenido múltiples aplicaciones, incluso en la época contemporánea desde los años 70, y todas las experiencias lo que demuestran es que grupos de personas diversas, que tienen acceso a una información diversa, tiempo para pensar e intercambiar, y metodologías para deliberar, son capaces de abordar hasta los problemas más complejos. De hecho los jurados ciudadanos o las asambleas ciudadanas se suelen poner en marcha cuando un gobierno no sabe cómo abordar un problema complejo, como el del cambio climático. En los años 80, Dinamarca organizó conferencias de consenso que se basaban en principios deliberativos y que abordaban cuestiones científicas sobre las cuales los propios científicos no se ponían de acuerdo. No se pide a esos grupos que actúen de médico (no podrían, no tendrían competencia para ello), pero sí que piensen colectivamente qué sistema sanitario por ejemplo queremos. España en este sentido no presenta ninguna particularidad; cuando los procesos son correctamente organizados, los habitantes de este territorio son capaces de tomar decisiones tan válidas como la ciudadanía de cualquier otro país.

Arantxa Mendiharat, coautora de 'La democracia es posible', sobre el sorteo cívico / ARANZAZU CALLEJA

--¿En qué situaciones podría ser ideal el sorteo cívico y la deliberación? En Irlanda se adoptó para resolver, tal vez, el problema más importante del país para acercarlo a su entorno europeo, como fue el aborto, ¿no?

--El sorteo cívico y la deliberación sirven especialmente para tres tipos de cuestiones: para las que tienen que ver con las propias reglas del juego democrático, que ahora mismo las definen las mismas personas que están en el poder; cuestiones complejas que se consiguen abordar difícilmente desde los partidos políticos; y cuestiones de largo plazo, que van más allá de los plazos electorales. Efectivamente, en el caso de Irlanda, la cuestión del aborto era un tema que se iba arrastrando muchos años, sobre el cual ya había habido varios referendos, y se consiguió finalmente zanjar el tema después de organizar una asamblea ciudadana compuesta por 99 personas que conformaban una muestra descriptiva de todo el país, que estuvieron escuchando a todo tipo de personas expertas y testigos, que deliberaron y tomaron una decisión con una mayoría cualificada. Se ratificó su decisión mediante un referéndum, que votó a favor en un porcentaje muy similar (66,4% de apoyo) al que lo había hecho la propia asamblea ciudadana.

--¿Sería el momento para tomar alguna decisión en España sobre la pandemia a partir de esa fórmula deliberativa?

--Sí, sería una fórmula muy idónea. Ahora mismo no confiamos del todo en las decisiones tomadas desde los gobiernos, no sabemos qué criterios aplican en base a qué datos, y sería muy conveniente que una o varias asambleas ciudadanas se pudieran reunir para deliberar sobre las medidas a adoptar y que cualquier persona pudiera seguir este proceso teniendo acceso a las comparecencias de las personas expertas, de las ONG, grupos de presión, y seguir los debates en plenario (las deliberaciones en mesas pequeñas no se suelen retransmitir, para respetar la privacidad de los debates y de las opiniones). El o los grupos que así se activarían estarían compuestos por la mitad de hombres y de mujeres, de todos los estratos sociales, todas las localizaciones y todas las edades.

--¿Cómo valora las decisiones que se toman ahora, sea por el Gobierno central o por un gobierno autonómico? ¿Hay la suficiente deliberación previa con toda la información disponible?

--El sistema actual apenas permite la deliberación, es decir llegar a un punto común desde un grupo diverso. La organización en base a los partidos hace que cada uno desarrolle una reflexión entre personas que piensan de manera similar, y que acuden a personas expertas que también tienen a pensar como ellas. Las decisiones las toman los partidos que más votos tienen, sin tener que ponerse de acuerdo con los demás, y cuando varios partidos tienen que aliarse para alcanzar mayorías, lo hacen más en base a un "intercambio de cromos" que con la intención de llegar a respuestas consensuadas.

--En el libro hay claras referencias al cierto timo que representan las primarias en España, porque, al final, el elegido acaba comportándose como un caudillo, que se cree legitimado, además, para orillar a sus contrincantes anteriores. ¿Es también la fórmula de actuar de los gobernantes, que acaban formando equipos técnicos en las presidencias, al margen de sus propios ministros?

--Nosotros proponemos aplicar las herramientas del sorteo cívico y la deliberación sobre todo a asambleas legislativas, esas asambleas que crean las leyes o los reglamentos. Los perfiles técnicos son indispensables para poder llegar a un juicio informado sobre las distintas cuestiones, pero las personas técnicas no pueden tomar las decisiones políticas. Existen también reflexiones muy interesantes, particularmente en Suiza, sobre cómo aplicar el sorteo al ámbito judicial. Pero queda todavía por pensar cómo esas herramientas se pueden aplicar al ejecutivo.

--¿Qué país ha comenzado a creer más en el sorteo cívico y en la deliberación?

--Diría que ahora mismo Irlanda, Francia, Gran Bretaña y Bélgica son de los países que más los han aplicado y donde la idea del sorteo es más conocida entre la población. En las últimas elecciones presidenciales en Francia, los principales partidos proponían instaurar mecanismos que incluyen el sorteo. Una serie de éxito, Baron Noir, ha incluido en su tercera temporada un candidato a las elecciones presidenciales cuyo único programa es instaurar el sorteo, y que llega a tener el 40% de los votos en la primera vuelta. En Gran Bretaña, el éxito de las asambleas ciudadanas tiene que ver con las experiencias irlandesas, pero también con las reivindicaciones de Extinction Rebellion que lo pide como una de las tres medidas más importantes a poner en marcha. Alemania fue de los primeros países en empezar en los años 70, y el presidente del Parlamento alemán dijo recientemente que era indispensable poner en marcha asambleas ciudadanas para renovar la democracia. A nivel europeo, la Comisión europea ha anunciado un proceso llamado Future of Europe para pensar el futuro de Europa desde mecanismos deliberativos. Existen también muchas experiencias interesantes en Canadá, Australia y Estados Unidos pero son países muy grandes dónde se quedan más diluidas. En América Latina están empezando, y en Japón o China ya tienen bastante experiencia.

--Contando con los problemas actuales en España sobre la elección del CGPJ, ¿se podría pensar en una elección de jueces a partir de esa fórmula, con una terna previa ofrecida por los propios juristas?

--Sí, se podría, de hecho están planteando algo similar en Suiza, como decía antes. No conozco suficientemente el tema para plantear cómo habría exactamente que hacerlo pero parecería adecuado que se sortearan los cargos entre todas las personas competentes (jueces de formación, que cumplan los criterios de antigüedad, etc, para acceder al CGPJ).

--Lo que aportáis en el libro es que esa fórmula puede ayudar a las democracias parlamentarias, más que construir un sistema alternativo. En caso de despreciar esos proyectos, con experiencias en Madrid, Barcelona o en el País Vasco, o en Andalucía, ¿las democracias pueden derivar realmente hacia autoritarismos populistas?

--Lo que decimos es que esperamos que los actuales sistemas sean capaces de reinventarse integrando de manera muy significativa esos mecanismos. Si no lo hacen, el descrédito puede seguir aumentando, y también el voto hacía partidos extremistas. Si el sorteo y la deliberación no llegan a usarse de manera expansiva para muchos de los temas vitales a los que nos enfrentamos, tendríamos que ir pensando en modelos enteramente basados en asambleas sorteadas, como el modelo que Terry Bouricius por ejemplo está proponiendo. 

--¿Es una cuestión generacional? ¿Las próximas generaciones reclamarán una mayor participación o se dejarán atraer por modelos tecnocráticos autoritarios, mirando el modelo chino, más eficaz, por ejemplo, con la pandemia del Covid?

--Es una cuestión de saber cuales son las alternativas. Si las únicas alternativas que se vislumbran, desde cualquier generación, son o el sistema actual, o un sistema más autoritario, no salimos del bucle. Si somos capaces de transmitir que existen alternativas a la vez más democráticas y más eficientes, existe la posibilidad de que esa alternativa sea cada vez más conocida, reconocida y puesta en práctica.