Antonio Turiel (León, 1970) habla con celeridad. Autor de Petrocalipsis, crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar (Alfabeto), conoce en profundidad el asunto. Y en esos casos el especialista cree que todo el mundo debería conocer una realidad que para él está muy clara desde hace tiempo. Es científico, licenciado en Físicas, Matemáticas y doctor en Física Teórica, investigador en el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona, por el CSIC. Turiel tiene claro que el tiempo del petróleo se agota y que buscar alternativas será imposible, porque no hay nada que ofrezca la energía de un litro de petróleo. ¿Alternativas? “El coche eléctrico es un juguete para ricos”, señala en esta entrevista con Crónica Global, convencido de que las recargas serán un problema insalvable, justo cuando se habla de que puede ser una salida para la reindustrialización en España, con planes para fabricar baterías eléctricas.
--El petróleo lo es todo en el mundo energético, señala usted en su libro. ¿No se puede sustituir, no es esa la voluntad de medio mundo para mejorar el medio ambiente en esta coyuntura?
-El petróleo tiene unas cualidades que le hacen muy particular. Es un líquido que permite pasarlo de un depósito a otro, con una enorme densidad. Un litro de petróleo equivale a la energía de un hombre, en buenas condiciones físicas, que trabaje durante tres días y medio. Con un litro se puede conducir un coche durante 15 o 20 kilómetros, aunque los vehículos sólo aprovechan entre un 20% y un 25% de la energía. Ha sido abundante y barato, y ha servido para muchas otras cosas, como la fabricación de plásticos.
--Sin petróleo, si se llega al pico de producción, que, de hecho, ya se ha llegado, ¿se debe plantear otro modelo económico, al no tener alternativas claras?
--La producción ya ha llegado a ese pico o le queda muy poco en algunas latitudes del mundo. Lo que ocurre es similar a aquella fábula sobre la zorra y las uvas. Que al no alcanzarlas, dice que están verdes. Es lo que pasa con el cambio sobre el modelo energético. Se dice que se deben buscar alternativas, porque el petróleo es contaminante, porque es un combustible fósil. Pero si lo tuviéramos en abundancia, lo querríamos de nuevo. Hay un pico de demanda, se señala. Pero no es verdad. Lo que ocurre es que es cada vez más difícil de extraer y es más caro hacerlo, mucho más caro. Entonces, vamos a prescindir del petróleo, no quedará más remedio, aunque no quisiéramos hacerlo.
--Por tanto, esa idea de que las energías renovables resolverán el problema, ¿es falso, justo con la Unión Europea ha puesto en marcha ese ambicioso ‘acuerdo verde’ a partir de los fondos europeos de reconstrucción?
--El futuro debe ser de las energías renovables, eso es cierto, pero es que eso se conocía hace más de una década. El pico del petróleo se conocía en 2005, se sabía que no se podía esperar más tiempo. Hemos estado 15 años intentando contener algo que no es viable. Y eso será muy perjudicial porque el cambio se deberá preparar de forma más rápida de lo previsto, y eso claro, es un problema para todos. El modelo basado en el petróleo y el carbón, que ha llegado a suponer dos terceras partes del total de la energía utilizada hasta ahora no se puede sustituir de forma tan fácil y rápida.
--Entonces, ¿qué propone, después de analizar en su libro cada una de las energías con un inicial ‘por qué no será esta la solución’?
--Pues nos deberíamos dirigir a un cambio de modelo. Con todas las energías renovables se cubriría sólo entre el 30% y el 40% de lo que se consume ahora. Y me refiero a la eólica, la solar, la térmica o la hidroeléctrica. Lo que debemos pensar es cómo vivimos con menos energía.
--¿Cambiando el modelo de vida, bajando el nivel de vida que hemos conocido hasta ahora?
--No, para nada. El nivel de vida puede ser mejor. No se trata de empeorar el nivel de vida, sino de cambiar el estilo de vida. Y me parece que una cuestión evidente será el uso del coche. No nos moveremos tanto, al margen de lo que pase en los próximos años tras la pandemia del Covid. Y si nos movemos no necesariamente será en coche, o en un automóvil particular. Y lo mismo puede suceder con nuestra lavadora en casa. Habrá que compartir cosas. Se trata de un cambio en el modelo de uso, que aporte mayor responsabilidad. Y que, además, no tiene por qué implicar menos puestos de trabajo. Con el ejemplo de las lavadoras, se puede pensar en una fabricación distinta, con máquinas de lavar diferentes, más resistentes y fáciles de reparar, con trabajadores que estén pendientes de esas reparaciones.
--En todo caso, lo que usted plantea es un cambio en el modelo productivo, respecto a la industria del automóvil o de otros objetos y máquinas que utilizamos continuamente.
--Es evidente que un cambio de modelo energético debería pasar por un periodo de transición, pero deberemos ir rápido. El hecho de que, aunque se supiera, se haya tardado tanto, implicará una adaptación más brusca. En los próximos cinco años vamos a alcanzar el pico de producción de petróleo. Ya hay en curso un proceso de desinversión de las grandes petroleras. Llevan más de siete años haciéndolo. Y ahora se acelera por el Covid. Algunos yacimientos se han parado y eso implica que, cuando se quiera reiniciar la explotación, será mucho más difícil, porque las rocas se colapsan y es más complicado extraer el líquido adherido en ellas. Y eso ha pasado, por todo lo que ha conllevado la pandemia, con yacimientos parados.
--Usted sostiene que el llamado ‘fracking’ no ha resultado, aunque Estados Unidos se haya lanzado de lleno, con enormes inversiones y que, de hecho, es la causa también de que algunos países hayan colapsado, como Venezuela, con los llamados petróleos bituminosos.
--Sí, no funciona porque la inversión es enorme y se pierde mucho dinero. Es un combustible muy denso, un petróleo muy pesado, en el caso de Venezuela y en Canadá. Es tan denso como el alquitrán, y se necesita petróleo más ligero para mezclarlo y que se convierta en líquido y se pueda transportar. En Venezuela, en la franja del Orinoco, esa extracción tan costosa ha resultado fatal para el país. Y en Estados Unidos el fracking, que se basa en romper la roca para extraer muy poco petróleo, las pérdidas en las inversiones han sido una constante, con enormes subvenciones a las petroleras del Gobierno federal. No es una salida viable.
--España, ¿puede ser un ganador en ese cambio que usted plantea, al no ser un país productor que se queda sin fuente de ingresos, como le podría pasar a países como Arabia Saudita o la misma Venezuela?
--España tiene malas cartas. Y es que en ese cambio que supone una menor movilidad, el ser un país turístico le perjudica claramente. El 14% del PIB procede del turismo, pero es que el sector del automóvil también es importante, con un 10%-11% del PIB. Al margen de cómo se pueda superar la pandemia del Covid y con qué consecuencias nos encontraremos, debemos pensar en la energía y en cómo afrontamos un menor turismo.
--En cuanto al sector del automóvil, ¿no cree en la transición al coche eléctrico?
--El coche eléctrico es un juguete para ricos. Pensar que puede ser un modelo masivo es ilusorio. La recarga con baterías es compleja y exige un tiempo todavía importante. La inversión para colocar postes eléctricos en todas las calles de las grandes ciudades sería de una dimensión enorme. Y luego, para asegurar unos 30 kilómetros es preciso recargar una media hora. Si tienes tres coches delante, ¿puedes esperar una hora y media de cola? No es una salida. Lo puede ser para una minoría, pero, ¿usted ve todos los coches que duermen cada día en la calle? No es posible. Las baterías, además, tienen un gran problema y es que no aguantan una temperatura alta. Se deterioran con facilidad.
--Entonces, visto que no hay nada como el petróleo y que éste se extingue, ¿qué hacer?
--Un nuevo modelo económico. No queda otra. Implicará una cierta contención. Es cierto. Una economía de mercado más racional. Se trata de consumir menos.
--¿Y la hecatombe de un descenso vertiginoso del PIB?
--Lo que podemos vivir es un decrecimiento que debería ser ordenado y estable, con un reparto más equitativo. Creo que vamos hacia una reindustrialización a escala más pequeña, con una mayor importancia de lo local y próximo.