Carles Puigdemont ha escrito no uno, sino dos libros contra ERC y muy particularmente contra Oriol Junqueras (M’explico, y su continuación La lluita a l’exili). El expresident deja a su exvicepresident a la altura del betún, no se cansa de subrayar las deslealtades constantes de los republicanos y les acusa de no haber preparado las estructuras de Estado para materializar la secesión. El primer libro es un festival de reproches contra Junqueras y el segundo, que se presenta mañana, también promete (“la actitud perversa de ERC en octubre de 2017”, escribe Puigdemont en un pasaje, ha revelado Jordi Basté en RAC1). Con todo, lo más sucoso de este segundo volumen de memorias será sin duda el asunto de su fallida investidura en enero de 2018 cuando Roger Torrent suspendió el pleno del Parlament que iba a reelegirlo como president de la Generalitat por vía telemática atendiendo a las medidas cautelares dictadas por el Tribunal Constitucional. Desde entonces, en JxCat han hecho de la desconfianza hacia ERC, a quien acusan de traición o de querer pactar un nuevo tripartito con los socialistas, un eje sustantivo de su línea argumental.
Sin embargo, tanto los dirigentes de ERC como particularmente Junqueras, en lugar de rebatir las descalificaciones durísimas hacia su actuación, se refugian en la necesidad de preservar la unidad estratégica del independentismo y huyen como de la peste de los reproches de Puigdemont. Así pues, parece que no conoceremos nunca la versión del líder de ERC sobre su etapa como vicepresident y sobre qué ocurrió en otoño de 2017, seguramente porque muchas de las críticas no tienen réplica. Si en algo coinciden con Puigdemont gente tan diversa como Santi Vila o Joan Coscubiela en sus respectivos libros de memorias, es en la doblez del líder republicano, quien en la “feroz batalla” entre los dos partidos soberanistas “ha encarnado lo peor de la política”, ha dejado escrito Íñigo Urkullu, otro testigo importante de aquellos acontecimientos.
Esta actitud mansa de Junqueras, renunciando a defenderse de las gravísimas acusaciones de Puigdemont, contrasta con la actitud beligerante hacia el PSC y los dirigentes socialistas, particularmente contra Miquel Iceta, a quien ERC no dejó en mayo de 2019 que presidiera el Senado, boicoteando su elección como miembro a la Cámara Alta por el Parlament de Cataluña en un gesto de hostilidad política sin precedentes. En el reciente libro de Junqueras y Marta Rovira (Tornarem a vèncer -i com ho farem), que en realidad no es más que la plasmación de la estrategia de ERC a la luz de sus múltiples errores en octubre de 2017, reconocen que la secesión no se puede hacer en contra de la mitad de la población, aunque ellos lo intentaron a la brava sin que hayan pedido perdón por ese atropello antidemocrático, pero que para volverlo a hacer el rival a abatir en los próximos años es el PSC. La misión histórica que los republicanos se confieren a sí mismos es la de arrebatar votos al “unionismo” en las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona, y lograr que haya una mayoría independentista bastante homogénea en toda Cataluña. Mientras el separatismo no controle las principales ciudades, la secesión es inviable, y por eso a ERC le duele tanto haber fracasado en Barcelona, o le preocupa su débil penetración en el Baix Llobregat.
El objetivo de ERC no es el bienestar y la justicia social, la igualdad de oportunidades, la defensa de la sanidad y la escuela pública, etc. No, su objetivo es la independencia y el discurso social es solo una forma de atraer a ese votante de izquierdas metropolitano y castellanohablante porque tienen muy claro que van a seguir gobernando la Generalitat con JxCat, incluso aunque sea en una posición subalterna como hasta ahora. Junqueras no contempla otro escenario que el de entenderse con los otros partidos independentistas porque lo esencial, su leitmotiv para hacer política, es la secesión y lo demás es secundario. La inquina de la actual dirección de ERC hacia el PSC, con multitud de exabruptos como la acusación de “haber aplaudido la represión y la cárcel de Junqueras”, no es solo un mecanismo psicológico de compensación ante las duras descalificaciones que reciben de Puigdemont, sino que refleja cuál es el caballo de batalla del secesionismo a medio plazo: la lucha por la hegemonía en las dos zonas metropolitanas y, en menor medida, en la Costa Brava. En ERC lo tienen claro y van a dedicarse a fondo. La pregunta es si en el PSC son conscientes del papel histórico que les tocar jugar y si piensan desarrollar una estrategia para combatir el secesionismo en sus feudos municipales que no sea en el último minuto.