Dos hermanos, protagonistas de la irónica y mordaz Un paraíso inalcanzable, de John Mortimer, hacen balance de sus vidas, ya en la madurez. El uno es médico, el otro es sacerdote. Éste le pregunta a su hermano por qué razón se hizo médico.
-¿Y tú por qué decidiste hacerte cura? Sólo por una razón. Ninguno de los dos podríamos conservar un trabajo decente.
Por desgracia, la acción transcurre en la Inglaterra de los años sesenta, y ambos deben dedicarse a curar cuerpos o almas, lo cual requiere tener alguna capacidad y significa tener responsabilidades. En la Cataluña del siglo XXI lo tendrían más fácil, aquí el que no se ve capaz de conservar un trabajo decente, se puede colocar en el Govern, donde la incapacidad manifiesta se considera un plus y donde la responsabilidad no existe.
A Alba Vergés la colocaron de consellera de Salut gracias a esas dos cualidades, la irresponsabilidad y la incapacidad, y a fe que no está defraudando las esperanzas que en ellas se depositaron. Supongo que Quim Torra es seguidor de la doctrina de Johan Cruyff, quien sostenía que no podía sustituir a un jugador que estaba realizando un mal partido, porque eso le hundiría. Claro que mantener a Julio Salinas en el campo el día que no daba pie con bola, no significaba mandar al cementerio a nadie, como mucho mandaba a la cama sin cenar a los socios más sensibles. Empecinarse en no sustituir a la consellera de Salut es un peligro para millones de catalanes, aunque no es menos cierto que los que logremos sobrevivir a su gestión, podremos contar a nuestros nietos lo que nos llegamos a divertir con ella.
Al pobre Pepe Zaragoza lo crucificaron porque publicó una foto de la responsable de nuestra salud, disfrazada como una friki y con cara de orate. Yo soy de la opinión de que la publicación de la foto no sólo era totalmente ética, sino obligatoria: los catalanes tenemos el derecho de saber cómo es en realidad la persona que se supone debe velar por nosotros. Aquella foto explicaba muchas cosas, y ninguna buena. De hecho, las explicaba todas. Después de ver aquella foto --que en mi opinión debería estar enmarcada en todos los centros de salud catalanes, para que nos lo pensemos dos veces antes de entrar allí-- se comprende que la buena señora no haga otra cosa que repartir escobazos en el departamento, destituyendo a todo el que se pone a su alcance, en la creencia de que si no queda nadie a su alrededor, el virus se marchará por aburrimiento. No se sorprendan, esta gente piensa así, y si no me creen, echen un vistazo a la foto y lo verán como lo más normal del mundo.
Ahora, Vergés, junto a Buch y a su jefe Torra (habría que ver asimismo las fotos de estos dos en sus casas, también nos ayudarían a comprenderlos y a no ser tan duros con ellos, pobrecitos), incapaces de legislar al respecto pero también de reclamar ayuda a quien puede hacerlo, “recomiendan” a los barceloneses que no salgan de su ciudad. Lo recomiendan, dicen. A quienes, cuando el confinamiento era realmente obligatorio y no una simple “recomendación”, se lanzaron a sus segundas residencias como si no hubiera un mañana.
Los únicos gobiernos que albergan alguna esperanza de que los ciudadanos sigan sus recomendaciones y no sus normas, son los que han dado muestras de seriedad, de solvencia y de eficacia. Entonces sí, quizás los ciudadanos van a confiar en ellos. Pero jamás van a seguir las “recomendaciones” de quien ha demostrado ser populista, partidista, ignorante e ineficaz. Ningún ciudadano que aprecie su propia vida, va a ponerla en manos de las “recomendaciones” de quien está en el Gobierno únicamente porque no podría conservar un trabajo decente. Y si alguno tiene la tentación de hacerlo, basta con que vuelva a mirar la foto de la Vergés en su casa.