Ese personaje de guiñol puesto al frente de la Cámara de Comercio de Barcelona por el secesionismo soltó aquello de “España es paro y muerte, Cataluña vida y futuro”. Catadura moral barriobajera aparte, el exabrupto es una inversión más de la realidad a la que tan aficionados son. Igual como la que hace Torra instando a los empresarios catalanes a rebelarse contra el gobierno español, cuando es contra él que tendrían que rebelarse por su probada inepta presidencia.
Si en el plano político los gobiernos del procés han sido un desastre que nos ha abocado a una sociedad dividida y traumatizada, en el plano económico y social su incompetencia ha afectado gravemente a Cataluña. Lo niegan, incluso apelan a determinados indicadores económicos para pretender que, bajo su mandato y a pesar del (supuesto) déficit fiscal y la insuficiente inversión del Estado en infraestructuras, la situación de Cataluña habría mejorado.
Se engañan por autocomplacencia y engañan por mala fe. Si descontamos el sector privado --que se defiende como puede-- y el funcionamiento ordinario de la administración autonómica --que actúa por lo general con profesionalidad--, bajo los gobiernos del procés no ha habido ningún progreso, no han aportado nada importante a la sociedad, al contrario, sus decisiones u omisiones han lastrado el desarrollo de Cataluña, han puesto al sector privado en serias dificultades y han dejado a la administración propia desatendida de medios y de orientaciones políticas de interés general.
Les molesta que se lo recordemos y, además, sostienen que fue una conspiración del Estado, pero el traslado masivo de sedes sociales de empresas --según datos registrales, 5.244 entre octubre de 2017 y abril de 2019, solo unas pocas han regresado-- y la fuga de depósitos bancarios --según el Banco de España, 37.496 millones, solo en parte recuperados-- dejó a Cataluña desarbolada y con el prestigio hundido.
Y todo eso ocurrió habiendo sido Oriol Junqueras vicepresidente de la Generalitat y titular de la Consejería de Economía y Hacienda, quien ya había exhibido su pasmosa impreparación en aquel memorable debate televisivo de junio de 2016 con Josep Borrell, y ahora pontifica, junto con Pere Aragonés, su sucesor en la misma responsabilidad política y económica, sobre la reconstrucción económica post Covid-19. ¿Qué credibilidad merecen? Ninguna, no son de fiar.
Bajo los gobiernos del procés Cataluña es la Comunidad con más deuda pública de España, sin que se pueda financiar en los mercados al tener su deuda la calificación de “bono basura”; con los impuestos entre los más altos de España, sin que ello se haya traducido en mejoras de los servicios de su competencia; al contrario, la sanidad padece las más nutridas y largas listas de espera, igual como la de los dependientes reconocidos en espera de una prestación, la inversión en la Atención Primaria ha sufrido un recorte del 24% en la década del procés; y la educación tiene el mayor número de barracones provisionales.
Un dato ominoso resume, sin necesidad de entrar en más detalles, el estado de abandono de la sociedad por los gobiernos del procés: antes del estallido de la pandemia 993.801 personas se hallaban ya en situación de pobreza en Cataluña, según un reciente informe de la organización no gubernamental Oxfam Intermón. Y Unicef añade otro dato parecido al cúmulo de desgracias: el 28,6% de los niños de Cataluña están en riesgo de pobreza.
En el capítulo de la pérdida de oportunidades destaca la eliminación en la primera votación, en noviembre de 2017, de la candidatura de Barcelona para la sede de la sustanciosa Agencia Europea de Medicamentos. ¿Cómo iban a dar la sede europea a quienes querían salir de España, quedando fuera de la UE? Algo así podría ocurrir con la actual candidatura de Barcelona a una sede del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Plazo Medio, por seguir voceando a pleno pulmón que persisten en la independencia.
Los gobiernos del procés han ofuscado, dividido y traumatizado con una “cuestión nacional”, entre otras razones, para tapar la “cuestión social”, respecto a la que se han mostrado notoriamente indiferentes. De “minucias” la han tildado en ocasiones.
Corresponde a la oposición no independentista recuperar lo tapado, poniendo, además, en evidencia la ceguera de los votantes que eligen a quienes los hunden y empobrecen. Muchos de ellos acabarán compartiendo el clamor popular --que ya se deja sentir-- contra la ineptitud insoportable del actual gobierno del procés.