Si a uno le preguntan cómo se imagina a una mujer parisina, lo más probable es que piense en una mujer blanca, menuda y estilosa que consigue estar delgada a pesar de comer baguette y queso a diario. Pero ser parisina va mucho más allá de un puñado de estereotipos de marcado tono machista que el cine y la literatura se han encargado de repetir hasta la saciedad a lo largo de la historia. Eso es lo que ha querido demostrar la periodista norteamericana Lindsey Tramuta en su nuevo libro The New Parisienne (Abrams Editions, 2020), una recopilación de 40 perfiles de parisinas que, lejos del cliché de mujer blanca-sexy-chic, han demostrado ser líderes del cambio y modelos de referencia en su ciudad.

“Escribí este libro con la idea de que esta ciudad y sus habitantes se merecían más. Yo misma me he sentido increíblemente inspirada por todas esas mujeres que he ido conociendo en la ciudad --fuese por motivos laborales o a través de amigos-- que no encajaban (y siguen sin hacerlo) en ninguno de los monolíticos moldes “parisinos”. Y, aun así, seguía leyendo todas esas historias sobre parisinas basadas en clichés e imaginario reciclado”, explica por email Tramuta, colaboradora regular para The New York Times, Condé Nast Traveler y Fortune y residente en la capital francesa desde hace quince años.

Enorme diversidad sociocultural

Según la periodista norteamericana, autora del bestseller The New Paris (2017), los estereotipos suelen contener algo de verdad, pero no ofrecen una imagen completa de la realidad, “lo que lleva a la gente a tomar conclusiones muy simples y limitadas sobre un colectivo específico”, en este caso, de mujeres parisinas. “Quise romper un poco con esta tradición y empezar un nuevo dialogo”, añade Tramuta.

De las 40 mujeres retratadas en el libro destacan la activista y documentalista afro-parisina Rokhaya Diallo, ferviente defensora de la igualdad racial y de género; la rabino y editora judía Delphine Horvilleur; la boxeadora olímpica de origen argelino Sarah Ourahmoune;  la escritora franco-marroquí Leïla Slimani (Premio Goncourt 2016), la abogada y defensora de los derechos de los minusválidos de origen chileno Elisa Rojas o la actual alcaldesa de París, Anne Hidalgo, de padres inmigrantes españoles.

La escritoria franco-marroquí Leila Slimani / JOANN PAI 

París tiene una diversidad sociocultural tremenda, muy estimulante, que va mucho más allá del arquetipo de la mujer blanca, estilosa y chic”, insiste Tramuta, lamentando que este arquetipo anticuado se haya convertido en la “marca París” y se perpetúe en el tiempo simplemente porque “es una imagen rentable”.

Los hábitos de Anne Hidalgo

Una de las primeras entrevistadas en su libro es Anne Hidalgo, elegida primera mujer alcaldesa de París en 2014, y que hace pocos días ha revalidado su puesto. Hija de un electricista y una costurera de Cádiz, Hidalgo se crio en un barrio inmigrante y obrero de Lyon, experiencia que hizo que cuajara en ella “un gran sentido de dignidad en el trabajo”, escribe Tramuta. Hidalgo adoptó la nacionalidad francesa cuando tenía 14 años y logró superar todos los obstáculos de la elitista educación francesa para convertirse en alcaldesa de París, liderando temas medioambientales y de defensa de los derechos de la comunidad LGBT en su ciudad. Hidalgo ha convertido París en su “su futuro”, escribe Tramuta en su perfil, donde describe el día a día de la alcaldesa, así como sus lugares favoritos: “Como todos los parisinos, Anne Hidalgo es fiel a sus rituales: lleva años haciendo la compra en el mismo colmado, carnicería y quesería del XV arrondissement, pide consejos de lectura a su librero más cercano y le gusta salir a cenar con su marido por los restaurantes del barrio”. 

El libro también incluye un perfil de Elisa Rojas, destacada abogada y activista defensora de los derechos de los minusválidos. Rojas, que emigró de Chile con su familia cuando era una niña, se crio en el XII arrondissement, “el corazón de París”, por su gran diversidad sociocultural, aunque ahora corre el riesgo de ser gentrificado, explica Rojas, que sufre una discapacidad física de nacimiento. Su amor por la ciudad y sus habitantes la llevó a cofundar un colectivo que lucha por lograr la igualdad de derechos de los minusválidos en la capital francesa, además de ser una ferviente activista en las redes sociales. Uno de sus lugares favoritos de París son las Galeries Lafayette, “no por su lado comercial, sino porque cuando estoy ahí, me quedo atrapada por el pasado, la belleza del Art Noveau y la historia de sus inicios, incluyendo el hecho de que allí empleaban a mujeres de cualquier contexto socioeconómico, dándoles la oportunidad de emanciparse económicamente”, confiesa Rojas a Tramuta.

La abogada y activista de origen chileno Elisa Rojas / JOANN PAI

Brecha salarial

“Estas 40 mujeres me han impresionado por su profundo amor por la ciudad, a pesar de haber experimentado en propia piel sus injusticias y limitaciones. Son un ejemplo de cómo alguien puede amar un lugar y, aun y así, esforzarse por hacerlo mejor: ambas cosas no son incompatibles”, comenta Tramuta por email. “Todas ellas trabajan para hacer de París un lugar mejor, más feliz, más inclusivo, tanto para vivir como para trabajar”, añade.

Los retos que tienen por delante, sin embargo, son grandes: “en Francia la brecha salarial entre hombres y mujeres sigue siendo amplia, los niveles de paridad en las empresas deben seguir mejorando y los derechos de reproducción de la mujer no son tan progresistas como en otros países de Europa”, señala Tramuta, poniendo como ejemplo que los procesos de reproducción por fertilización in-vitro (FIV) son todavía ilegales para una mujer soltera o lesbiana.

Por el bien colectivo

Tramuta, que se define como feminista, aunque no encaje con el modelo de activista “profesional”, está convencida de que para lograr un verdadero cambio de paradigma hay que acabar con la mercantilización del cuerpo de la mujer, especialmente en las redes sociales, donde decenas de jóvenes influencers intentan sumar seguidoras ensalzando el culto al cuerpo, la belleza y el atractivo sexual, añadiendo más presión emocional a las mujeres, en lugar de promover valores más “constructivos”.  Sin embargo, no cree que la culpa sea solo de individuos que deciden ser influencers, “sino que tiene haber un cambio en la sociedad para dejar de valorar el cuerpo femenino como objeto de mercantilización”, afirma la periodista.   

Licenciada en Lengua y Literatura Francesa, Tramuta abandonó su Filadelfia natal para instalarse en París, donde asegura haber aprendido a ver a las otras mujeres “como hermanas, no como competidoras”. “Nos educan para pensar que cada hombre y cada mujer debe velar por uno mismo y en lugar de ayudarnos entre nosotros a salir a adelante, a menudo nos hemos derribado la una a la otra”, opina la autora de The New Parisienne. Y añade: “creo firmemente en la hermandad y solidaridad entre mujeres como una forma para avanzar, y lo digo después de haber trabajado en entornos donde había mujeres que te apoyaban e inspiraban, y otras muy vengativas”. Por supuesto, para Tramuta todo lo anterior es un síntoma del patriarcado: “con, aparentemente, tan pocos sitios en la misma mesa, inspirar al bien colectivo es una opción”, concluye.