Visto lo visto y pasado lo pasado, puesto que a todo se acostumbra uno, ya no se sabe qué es peor: un rebrote de coronavirus o uno de independentismo. ¡Resulta tan cansino! ¡Da tanta pereza! Ya sabemos que es preciso entender que, después de cuatro meses comiéndose las uñas --hasta de los pies--, los indepes estén ansiosos por volver a la carga. Tanto da que sea a modo de húsares, que por algo se decían “abanderados del gran camino”, o de Brigada Ligera en la guerra de Crimea. El suflé permanecía a la espera de hornear en el momento oportuno. Tan solo pensar en ello, provoca un tedio infinito. Lo malo es que, si alguien creyó que el cocinero se había olvidado, se equivoca.
La pregunta del millón es ahora saber cuándo serán las elecciones catalanas. Casi parece tener nulo interés cuáles son las formaciones que se presentan, con quién o cómo. La mejor respuesta es aquello de “¿De dónde vienes? Manzanas traigo”. Es decir, contestar a una pregunta con algo que nada tiene que ver. Conste que es una expresión que vale para muchas cosas y actividades de la vida. Total, después de tanto tiempo de ineptocracia en el Govern, el aburrimiento y la pereza son ley general con pandemia global de estupidez además de coronavirus.
Hubo una vez, hace catorce años, en que Pasqual Maragall tuvo la ocurrencia de convocar las elecciones de Cataluña el siempre llamado Día de Difuntos y ahora conocido como Día de todos los santos, el 1 de noviembre. ¡Ay, qué tiempos aquellos! Era al final de su mandato al frente de aquel tripartito PSC-ERC-ICV y tras aprobarse en referéndum el Estatut reformado. Los republicanos, siempre tan leales a sus pactos, pidieron el voto en contra pese a contar con seis consejeros que fueron cesados a los pocos días antes de una convocatoria electoral que pilló con el pie cambiado a todos, incluidos los socialistas y su candidato José Montilla. Total, por qué no hacerlas ahora en fecha tan simbólica como el 1 de Octubre, después de todo es jueves y laborable, así se supera el score.
Artur Mas dijo entonces que aquello “lesionaba el sentido de país” y rompía la tradición democrática de hacerlas en domingo. Aunque ganó a los puntos, volvió el Tripartito. El nuevo líder convergente aun no hablaba de Cataluña como la “Dinamarca del Sur”. Eso fue unos años más tarde, cuando sufrió el brote de independentismo y puso rumbo a Ítaca. A saber, quizá ahora esté disfrutando: tosemos o estornudamos en el codo y pagamos con tarjeta hasta el pan. Faltan ver carteles de “no se admite efectivo”, pero ya nos parecemos algo más a los daneses.
Hemos penado tanto en estos meses que la impresión es que diese todo igual. Es difícil evaluar hasta qué punto se ha muerto todo un poco. Perdimos una primavera y parece que ya estuviésemos en otoño: las hojas de los plátanos cubren las calles de Barcelona. Quizá sea normal, pero provoca una rara sensación. Hasta los lazos amarillos, aquellos adminículos que reivindicaban la libertad de los políticos presos, parecen haberse quedado adheridos a las prendas de invierno con que empezamos el confinamiento. Y, la verdad, no está la climatología como para recuperar ropa de abrigo. Aunque bueno, son tiempos de reinventarse. Sin ir más lejos: a los ladrones se les hundió también el mercado. Ahora, las víctimas son nativos, especialmente gente mayor, o los escasos national guiris que pululan por nuestras calles. Para colmo, el hecho de ir todos con embozo dificulta a la policía identificar a los sustractores de lo que sea.
El eslogan para este tiempo podría ser “Lo que no tenemos, no existe”. Porque tener, tenemos de todo en esta época de penitencia e ineptocracia. El batiburrillo de siglas y formaciones políticas de todo pelaje es tal que resulta casi imposible recitar de carrerilla como si fuese la nueva lista de los Reyes Godos, ya saben, Ataulfo, Sigerico, Walia, Teodoroedo… hasta ya no recuerdo quiénes ni cuántos. Lo revivimos y mal los más antiguos del lugar porque tuvimos que aprenderla de memoria, creo que en el Bachillerato. Con un poco de paciencia, podríamos hacer una nueva lista pensando en un Parlament de Cataluña fragmentado hasta límites insufribles, si concurren a los comicios todos los que son y los que quieren estar.
Lo malo es que nos jugamos el futuro físico y vital. El maldito virus es como la lotería, pero le ha tocado --que sepamos-- a doscientas cincuenta mil personas y se ha llevado por delante a miles. Algunos siguen jugando a la serie entera en lugar de al décimo. Política y vitalmente carecemos de memoria inmunitaria para todo, de forma que el encierro sigue siendo, como en la Edad Media, la forma más segura de frenar el contagio. Vamos camino de la ruina tan alegremente, mientras sigue pendiente una necesaria transformación de la economía para los retos que se avecinan.
Como los hay para todos los gustos y cosas, hoy es el día internacional del “beso robado” que ignoro de qué ni de dónde viene. Quien quiera, puede armarse de valor y plantarle un besazo a quien desee. Es una ocasión estupenda para que el bicho se expanda como le venga en gana. Ya decía Tennesse Wiliams que “todos estamos condenados a confinamiento solitario dentro de nuestra propia piel, de por vida”.