Para cualquier escritor con poco tiempo para escribir, los tres meses de confinamiento encerrados en casa se presentaban como un sueño hecho realidad. Sin embargo, la mayoría de los escritores, como cualquier otro ciudadano corriente, tienen que afrontar muchas otras obligaciones --familiares, laborales, académicas-- que no han facilitado sentarse frente a la pantalla y dejarse llevar por la inspiración. Este ha sido el caso de la escritora venezolana Michelle Roche Rodríguez (Carcacas, 1979), que ha pasado buena parte del confinamiento dedicándose al Doctorado en Estudios de Género que cursa en la Universidad Autónoma de Madrid, donde reside desde 2015.
“No obstante, sí puedo decir que durante esos meses he encontrado algo más de tiempo para investigar sobre los proyectos literarios que tengo en marcha, un libro de cuentos cortos y dos novelas, y lo que iba a ser un cuento de unas mil quinientas palabras sobre una anciana madre se acabó convirtiendo en uno de unas quince mil. ¡El gran legado del confinamiento ha sido ahondar en el protagonista de mi próxima novela!”, admite Roche.
Crecer en una ciudad como Caracas
Conocida por sus ensayos sobre feminismo y la influencia del cristianismo en el rol de la mujer en la literatura occidental, Roche explica que poco antes de que estallase la pandemia había empezado a tomar notas para escribir sus dos próximas novelas y así superar la depresión que sufrió cuando terminó la primera, Malasangre, (Anagrama, 2020), una historia de vampiros ambientada en el Caracas de los años 20, que salió a la venta en enero.
“Mi interés literario sigue siendo la experiencia femenina. Esto informa mis estudios académicos, parte de mis lecturas de recreación y ciertamente, mi escritura. Puesto que todos escribimos desde nuestra experiencia y yo soy mujer, escribo, claro, desde mi género. Pero también escribo desde otras circunstancias, como la de haber crecido en la ciudad enorme que es Caracas o en una sociedad poscolonial como la venezolana”, comenta Roche.
Renovar el realismo mágico
En Malasangre, la autora se centra en explorar la relación de Diana Gutiérrez, una joven vamp, hija de unos arribistas de Caracas, con el ambiente político y social de la Venezuela de los años veinte, mezclando los recursos de la novela histórica con la literatura gótica y de vampiros:
“No recurrí al vampirismo con el fin de llegar a más lectores. Fue un ejercicio intelectual para poder contarme esa realidad de una manera completamente diferente. Traté de hacer literatura fuera de la camisa de fuerza de la realidad”, aclara la autora venezolana. En una charla online organizada por Casa América Madrid, Roche admitía recientemente que el uso de metáforas, como recurrir a las historias de miedo o de vampiros, para explicar la cruda realidad de su país la conectaban con la tradición del realismo mágico de la literatura latinoamericana, aunque de una forma renovada.
El patriarcado contra el hombre
“En Malasangre el miedo no lo dan los vampiros, sino los militares. Y eso es lo que ocurre en las ciudades latinoamericanas, y en Caracas particularmente”, explica Roche, cuya próxima novela también estará ambientada en su ciudad natal, pero en los años 50. A partir de referencias histórico-literarias, la autora va reconstruyendo la “removida” realidad de su país, sin abandonar el enfoque feminista:
“Los personajes masculinos me interesan, también ellos son víctimas del patriarcado que impone un modelo de hombre descrito en términos heroicos. En Malasangre el feminismo es fundamental porque la protagonista es una joven vamp que crece en Venezuela durante los años veinte, la misma época que las sufragistas y las vamps fueron la contraparte sexualizada que el patriarcado construyó para denigrar aquel movimiento político”, explica Roche.
Según la autora venezolana, el hecho de ser latinoamericana no ha condicionado su conexión con lectores a uno y otro lado del Atlántico. “No veo grandes diferencias entre ellos”, opina, convencida de que sus historias conectan con un público más amplio. Y una razón para que esto suceda puede haber sido recurrir al miedo.
Lo positivo de la globalización cultural
“Creo que existe una tendencia hacia el terror en muchas novelas recientes y esa tendencia integra al menos tres fenómenos”, explicó Roche en la charla online en Casa América. En primer lugar, la intensa revisión a la que ha estado sometida el canon tradicional desde finales del siglo XX: “cada vez hay más discursos multiculturales y referentes sociales que se integran en la escritura: migraciones, religión, otros modelos de familia, de género …”, detalló Roche. “Hay que tener en cuenta que durante muchos siglos la experiencia masculina ha sido vista como referencial en la literatura”, añadió.
En segundo lugar, Roche destacó la globalización de la oferta y el consumo cultural: “Llevamos más de 20 o 30 años en que Internet y las tecnologías de la información han puesto a nuestro alcance múltiples discursos: desde leer periódicos de otras partes del mundo a ver películas en versión original… Hoy podemos ver diferentes maneras de abordar problemas, enterarnos de qué literatura y autores están de moda en otras partes del mundo sin esperar a que estén traducidos al español. Y eso es muy bueno, porque la gente que habla idiomas ya puede integrar eso a su imaginario personal y colectivo”, aclaró.
Leer más que nunca con la pandemia
“La confluencia de todo lo anterior suma para el tercer fenómeno que es propio de la narrativa en castellano: el agotamiento del registro realista tradicional”, comentó la autora venezolana. Este agotamiento no significa que el realismo haya dejado de ser el género de elección de muchos escritores, sino que ya no es el único. “En los últimos 20 años en Hispanoamérica han proliferado las etiquetas para identificar a ese realismo cansino según las nacionalidades de los escritores, por eso se habla de la sicaresca colombiana, la narcoliteratura mexicana o las fábulas del deterioro venezolano”, comenta.
En el fondo, según Roche, todas esas narraciones “realistas” hablan sobre los efectos de las enormes desigualdades sociales en el continente y recuerdan que la vida allí está muy alejada de los relatos épicos y las escenas portentosas del realismo mágico de antaño, “demasiado bonitas para describir la sordidez que inspira el fracaso de lo moderno en el continente”.
¿Qué papel tendrá la pandemia de Covid en la producción literaria de los próximos años? Probablemente será otra realidad oscura a contemplar por los futuros narradores, pero Roche tiene claro que lo más importante es que “en estos meses de confinamiento se ha leído más que nunca, y eso es un territorio ganado al ejercicio de la libertad”.