Jordi García-Soler ha fallecido en la noche de este domingo, y tenía pendiente de publicación este artículo para Crónica Global, que este medio reproduce a continuación:
Con el interrogante planteado como título de este artículo subtitula su por ahora último libro editado Josep Burgaya, Populismo y relato independentista (El Viejo Topo). En mi opinión, se trata del mejor y más profundo análisis que hasta ahora se ha publicado sobre el actual movimiento independentista catalán. No se trata de una crónica sino de un estudio basado en una muy abundante bibliografía, con más de un centenar de títulos referenciados. Es una vivisección, en vivo y en directo, de las auténticas entrañas de un fenómeno político y social que, como relata el propio Burgaya, “ha actuado en los últimos años de manera casi hegemónica en Cataluña, ganando elecciones, ocupando las calles, estableciendo la agenda política y mediática e imponiendo su discurso como cuasi único”.
En este libro Josep Burgaya tiene el acierto de reflejar con lucidez las principales características ideológicas, políticas y sociales que definen al actual movimiento separatista catalán. Doctor en Historia Contemporánea por la UAB y en la actualidad profesor titular de los grados de Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Facultad de Empresa y Comunicación de la Universidad de Vic (Uvic-UCC), en este análisis Burgaya hace especial énfasis en el uso sesgado de la historia y en la construcción de sus propios mitos como elementos en los que el independentismo catalán basa su discurso, que ha logrado convencer a más de dos millones de ciudadanos de Cataluña, entre otras razones porque ha contado y cuenta con un muy potente y variado aparato comunicacional a su servicio.
Aunque entre interrogantes en el subtítulo, la conclusión de Burgaya es clara: el actual nacionalpopulismo catalán es una especie de peronismo de clases medias. Un movimiento que ha permitido a la que fue gran fuerza hegemónica del catalanismo, la pujoliana Convergència Democrática de Catalunya (CDC), no solo reconvertirse, pasando de su primigenio nacionalismo pragmático, al independentismo, sino que lo ha hecho tanto para distraer la atención de la gran crisis económica y social de 2008 como en un intento más de ocultar de tramas de corrupción política acumuladas en sus muchos años de poder cuasi absoluto en Cataluña. Todo ello le ha permitido llevar al separatismo, en muy pocos años, a convertirse en una amplia, muy diversa y en muchos casos incluso contradictoria minoría mayoritaria en el conjunto de la sociedad catalana.
Lo ha sabido hacer mediante el uso de un relato sugerente sobre todo en una situación de gravísima crisis económica, aunque algunas de sus muchas medidas de gobierno contribuyeran a acrecentar la gravedad de las consecuencias de dicha crisis, con recortes austericidas en algunos de los más básicos servicios públicos, como sanidad, educación o dependencia, entre otros.
Josep Burgaya demuestra y denuncia la ocupación casi exclusiva del espacio de comunicación catalán por parte del independentismo, sobre todo a causa de la instrumentalización sectaria del poderoso aparato mediático de la Generalitat, con TV3 y Catalunya Ràdio como sus principales buques insignia. El relato del independentismo, difundido de forma tan insistente como eficaz a través de estos y otros medios públicos y privados, se retroalimenta constantemente, en una suerte de circuito cerrado que vaticina para Cataluña un ilusionante futuro de progreso y libertad. Y todo ello se articula mediante una dialéctica basada en la identificación amigo-enemigo --esto es, Cataluña--España--, jugando con el victimismo como gran poder cohesionador e identitario.
En este libro Josep Burgaya señala también la capacidad que han tenido los dirigentes del independentismo catalán, con el experiodista Carles Puigdemont a la cabeza, de construir una realidad imaginaria que tiene poco o nada que ver con la verdadera realidad de la sociedad catalana. Para ello, sostiene Burgaya, han creado y utilizado conceptos y lenguajes propios, empleando las redes sociales como principal elemento de movilización transversal, sin olvidar el fácil recurso a la posverdad, la identidad supremacista y las pulsiones más o menos totalitarias.
¿Es el actual movimiento independentista catalán “un peronismo de clases medias?”. Burgaya, en este plantea el interrogante. A mi modo de ver, acierta en su diagnóstico, aunque, como él mismo argumenta, se trata de algo mucho más moderno, con acopio de elementos tan variados como algunos fenómenos del nacionalpopulismo latinoamericano de izquierdas, del nacionalpopulismo de las derechas extremas europeas, de los brexiters británicos o del trumpismo estadounidense.