En una España sobrecogida por la pandemia del Covid-19, los ciudadanos alejados de posiciones ideológicas extremas, asumen la necesidad y el rol de un Ejército democrático a su servicio. La España democrática hace realidad en 1982 una de sus grandes reivindicaciones, la reforma y modernización de las Fuerzas Armadas, su subordinación al poder civil y su defensa de los valores constitucionales. Con la conquista de la democracia, España ha pasado en menos de un siglo de la reaccionaria UME (Unión Militar Española), asociación clandestina de jefes y oficiales fundada en diciembre de 1933, embrión del golpe militar de julio del 36, a la prestigiosa UME (Unidad Militar de Emergencias), cuerpo integrante de nuestras Fuerzas Armadas creado en el 2005 con la finalidad de ayudar a los ciudadanos en cualquier lugar del territorio nacional en casos de catástrofe.
Bien entrado el siglo XXI, el nuevo Ejército de la España constitucional ha superado los prejuicios de una parte de la sociedad española hacia esta institución. Durante gran parte del siglo XIX y sobre todo durante el primer tercio del siglo XX, funcionó como un “cuerpo de oficiales”, más preocupado en ser un instrumento de política interior que instrumento de defensa de la nación y su soberanía. Su fuerte corporativismo le llevó a ser un Estado dentro del Estado, dotado de su propia prensa, diputados, senadores… una especie de partido político que defendía los intereses más reaccionarios, organizado en las Juntas de Defensa de 1917 y no sometido a ningún control democrático, solo regulado por su propia Ley de Jurisdicciones.
Pero el nuevo Ejército de la España democrática está bien representado por la Unidad Militar de Emergencias que tan solidario y eficaz papel están representando en la lucha contra el flagelo del Covid-19. Unidades NBQ del ejercito han desinfectado todo tipo de infraestructuras desde aeropuertos hasta residencias de personas mayores y centros sanitarios, otras unidades militares han instalado hospitales de campaña en toda la geografía española. En Cataluña y a requerimiento de muchos ayuntamientos están actuando en decenas de municipios prestando su ayuda solidaria.
La crisis sanitaria ha mostrado las coincidencias de los extremos, Vox y el secesionismo más hiperventilado, sobre el rol del Ejército es un país democrático. Para Vox, el Ejército es un instrumento para la defensa de su ideología ultra nacionalista y conservadora, sigue instalado en la corporativa y reaccionaria Unión Militar Española de 1933. Comparte la misma lógica un Govern de la Generalitat secuestrado por su hispanofobia enfermiza, incapaz de comprender y aceptar el papel de la Unidad Militar de Emergencia en la lucha contra la pandemia. Comportamientos del Govern, como el bloqueo de los hospitales de Sabadell y Sant Andreu de la Barca y las trabas puestas a la intervención de la UME en labores de desinfección en residencias de ancianos --epicentros de la tragedia y poco ejemplarizante negocio de algunos empresarios nacionalistas-- han puesto en peligro la salud de miles de catalanes. Las ideologías de Vox y la de los partidos secesionistas comparten la misma pandemia nacionalista que invade nuestras neuronas y bloquea nuestras arterias.
En el futuro, la estrategia para combatir catástrofes naturales y pandemias, no pasaría solo por reforzar la sanidad pública y la investigación y el desarrollo en las ciencias de la salud, sino que posiblemente haya que apostar también por medidas como incrementar los recursos de la UME y potenciar la solidaridad y el compromiso de la juventud española en algún tipo de prestación social. Considero interesante algunas de las reflexiones del Gobierno portugués sobre la posibilidad de que jóvenes menores de 35 años puedan ser reclamados por el Ejército para participar en algún tipo de prestación social, no se trata de militarizar la sociedad, sino todo lo contrario, democratizar y actualizar aún más los objetivos de la institución militar.
Ojalá las enseñanzas de esta pandemia nos sirvan para identificar a la plural y diversa nación española como espacio de solidaridad construido en el sentimiento de los sacrificios compartidos. Haber sufrido, luchado y esperado juntos, es lo que puede unirnos por encima de las diferencias territoriales e ideológicas.