Europa es un continente en declive, la UE representa solo un 7% de la población mundial, su peso en la economía global se ha reducido en los últimos 30 años pasando del 25% del PIB mundial a menos del 15%. Los datos que apuntaban a que, durante el 2020, el 90% del crecimiento económico mundial se estaría produciendo fuera de la UE, pueden verse aún más agravados ante el impacto que está teniendo la pandemia del COVID 19 y las repercusiones del Brexit sobre la economía europea.
Ni una sola empresa de la UE figura entre las 20 mayores de internet, las más innovadoras, trece son norteamericanas y cinco chinas. En los últimos años, la UE ha sido invadida por fuertes flujos de capital de megaempresas transnacionales no europeas que se han situado en posición dominante en diferentes sectores estratégicos del continente.
El COVID 19 golpea con ensañamiento a la vetusta Europa que se enfrenta a uno de los mayores desafíos de su Historia. Solo será posible responder a este reto gigantesco desde la solidaridad federal de los pueblos que la conforman, la inteligencia colectiva de sus ciudadanos y la autoridad moral de sus gobernantes.
En el escenario industrial y tecnológico de una Europa azotada por la pandemia del coronavirus, urge reconsiderar cuales serían las prioridades del proyecto europeo en ese nuevo escenario. Una línea de trabajo que proponer sería reactivar y actualizar el EFSI (Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas), definiendo nuevos sectores estratégicos que den respuesta a la crisis, sin duda las ciencias de la salud sería uno de ellos. En el futuro inmediato todos los gobiernos responsables deberán potenciar la investigación y el desarrollo en ese campo. Se deberá poner la innovación al servicio de la ciencia y ésta al servicio de la salud y de la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos. Uno de los principales vectores de innovación es sin duda la inteligencia artificial, ésta pueda ayudar a "predecir el avance de cualquier pandemia, así como localizar grupos de la población más sensibles al contagio; simular escenarios y programar alertas; elaborar planes de contingencia; facilitar la clasificación de pacientes; homogeneizar criterios o dar apoyo en la creación de vacunas y tratamientos".
La crisis que estamos sufriendo nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de una nueva estrategia industrial europea. Una estrategia que, manteniendo como sus principales ejes motrices, la innovación competitiva y la transición ecológica, incorpore un elemento nuevo, la “soberanía” industrial. Los países europeos con mayor peso industrial en sus economías deberán probablemente replantearse el poder fabricar en sus territorios nacionales, en un marco de coordinación europea, productos y componentes para las industrias y tecnologías que se consideren estratégicas (salud, farmacéutica, computación cuántica, material de transporte, energía...), reduciendo su dependencia de los mercados asiáticos. Lo anterior exigiría una apuesta comunitaria por un incremento significativo de la inversión en I+D e innovación en esas áreas estratégicas.
Habrá que encontrar el punto de equilibrio entre una cierta "soberanía" industrial y la solidaridad federal europea, aclaro que en ningún caso sugiero volver a la autarquía. La UE no debería renunciar a determinados mecanismos de control, como el CFIUS (Committee Foreign Investment in United States), comisión federal norteamericana que garantiza que los proyectos de inversión extranjera en EE.UU están condicionados por su posible impacto sobre la seguridad nacional, o el Building USA Act, que exige que los fondos federales se apliquen a fabricaciones con contenido local.
El gran reto para hacer frente a este flagelo que se está llevando la vida de miles de ciudadanos y ciudadanas de la vieja Europa, es la SOLIDARIDAD de los pueblos europeos. El actual proyecto europeo es incapaz de generar adhesiones y por lo tanto de ser defendido por los ciudadanos. El gran combate de las fuerzas progresistas y humanistas europeas, de los nuevos “erasmistas”, será construir una Europa que apueste de forma decidida por un nuevo modelo social basado en el ejercicio de las libertades y los derechos sociales.