El primer trimestre del año ha sido para la bolsa española el peor de su historia, con una caída del 29%. El grueso del descalabro se concentró en el mes de marzo, cuando la pandemia del coronavirus empezó a extender sus infecciosos tentáculos por todo el orbe.

De la debacle del Ibex solo se salvan tres empresas, que experimentaron sendas alzas. Son la constructora Acciona, la compañía de antenas de telecomunicaciones Cellnex y la fabricante de envolturas para productos cárnicos Viscofan.

Las restantes firmas del índice arrojan desplomes demoledores. En particular, es de destacar el desmoronamiento de la banca. Este baqueteado sector no levanta cabeza desde hace lustros.

Los principales mercados bursátiles mundiales también encajan fuertes correctivos en enero-marzo, aunque ni de lejos llegan al contundente varapalo sufrido por la lonja nacional.

Es cierto que la pésima evolución en lo que va de año sobreviene tras un 2019 positivo.

El pasado ejercicio, nuestro indicador estelar subió casi un 12% y alcanzó los 9.549 puntos. Pero no es oro todo lo que reluce. En efecto, el parqué celtibérico es uno de los que peor comportamiento observó de toda Europa. Solo le fue a la zaga el de Portugal, con una ganancia aún más corta.

Tras la prometedora singladura de 2019, los inversores se las prometían muy felices para 2020. Pero llegó el coronavirus y la fiesta concluyó de golpe y porrazo.

Los 6.785 puntos que nuestras bolsas marcaron al cierre de marzo son un registro tan menguado, que no se atisbaba en las pantallas desde 2002. Además, están un 55% por debajo de los 15.182 puntos que tocaron en 2007, el máximo histórico de la serie.

No se agotan aquí las desgracias para los ahorradores. Además del brutal leñazo de las cotizaciones, están padeciendo otro tremendo desengaño. Porque el hundimiento de los cambios se ha visto acompañado por la suspensión en cadena o la mengua de los dividendos que reparten las empresas.

Así, a la pérdida latente que supone la caída en picado de los cambios se añade el drástico recorte de unos ingresos que muchos inversores reciben por estas fechas como agua de mayo.

Las valoraciones de las grandes compañías alcanzan hoy precios de risa. Son tan reducidos que el Gobierno ha tenido que pergeñar a toda prisa un decreto para impedir que los gigantes extranjeros se apropien de ellas por cuatro perras.

Nadie osa pronosticar cómo se desempeñará el Ibex los próximos meses. Pero hay un par de pistas que pueden ayudar. Suponen una de cal y, sobre todo, otra de arena.

La primera, que la epidemia en España está a punto de alcanzar la cumbre de su peor fase, por lo que poco a poco parece que se podría tender a una cierta mejoría. Eso sí, de momento con un abrumador saldo de cerca de 13.000 muertos.

Todavía atruenan en los oídos de muchos ciudadanos los vitriólicos reproches que Pedro Sánchez, cuando estaba en la oposición, lanzó con todo tipo de aspavientos impostados, al entonces presidente Mariano Rajoy.  

Lo culpaba de grave negligencia por el hecho de que dos misioneros que habían contraído el ébola en África, acabaron falleciendo tras su regreso a España.

Y vamos con la de arena. Indica que Estados Unidos, el gran motor de las bolsas mundiales, empieza a sufrir en carne propia las dentelladas del Covid-19 y la propagación de este virus va a empeorar a marchas forzadas.

Quizás por ello, las expectativas de una rápida recuperación de los mercados de valores son hoy por hoy una quimera.