Son distintas impresiones, tras conocer lo que destila una actualidad complicada. Son chuzos de rayos y truenos sobre la tormenta perfecta del otrora bien nacido cielo de España. Todas la radios vomitan noticias tristes y desesperadas sobre el futuro que le espera a una nación sin brújula ni estrella polar que guía el novato y apolíneo capitán Sánchez con una pequeña parte de su no querida tripulación, amotinada.
Mienten como bellacos los que dicen que el PSOE tiene como socios de gobierno a la triple alianza de separatistas (ERC, exbatasunos y estelados gallegos), e inevitablemente me avergüenzo de haber votado al impresentable Albert Ribera. Aunque tampoco me fío de la banda de los (sin) Iglesias, los señores de Galapagar (Irene Montero y Pablo Iglesias), las mujeres primero, como es norma en las huestes de Podemos.
También hay que señalar el aquelarre del Govern títere de Carles Puigdemont, los aprendices de brujas, que defienden el suicidio económico ( y el político y social de Cataluña, que tanto quieren). Y ya se sabe el viejo dicho: el infierno está empedrado de buenas intenciones.
Lo entiendo porque hace casi cuatro años los asamblearios de la CUP aplaudieran con las orejas la decisión de Artur Mas de situar como Molt Honorable al ex alcalde de Girona, Carles Puigdemont. El hecho es que Junts per Catalunya defiende la radicalidad de que las empresas cierren y que los trabajadores se confinen en sus casas. La excusa es para combatir el virus del COVID 19.
Se lo ha pedido al gobierno de España. Le reclama la confinación de Cataluña. Piensan en una huelga general con la excusa de la pandemia para proteger, alegan, la salud de todos los catalanes (se disfrazan de la abuelita, pero en su locura quieren comerse a la caperucita roja de España).
Lo más sorprendente es que lo defienden los hijos políticos de ex Molt Honorable Jordi Pujol. No creo que el ex presidente de la desaparecida Banca Catalana (la estafa que nos costó cientos de miles de millones a España, hace más de treinta años), esté a favor de petición al gobierno socialista de Pedro Sánchez, que es más propia de la CUP que de la ex nacionalista Convergència. Pero los ex convergentes han asumido la tesis cupaire del suicidio colectivo de Cataluña, ya que no podemos tener la independencia: contra peor, mejor. Esa es la máxima.