No vamos bien. Se atemoriza a la población, se paraliza la economía y se toman medidas tarde y mal, transmitiendo dudas. No es de recibo anunciar un estado de alarma el viernes y no ser capaz de activarlo hasta el sábado por la noche, y luego ir corrigiendo el tiro a base del siempre aparatoso despliegue militar.
Este virus está mostrando las debilidades de nuestro gobierno y de la imperfecta estructura federal de nuestro país. El estado de alarma está para centralizar competencias. Ni 155 camuflado ni historias, se trata de un artículo constitucional a aplicar en caso de necesidad que, efectivamente, pone al Estado por delante de todo, incluso de las libertades individuales, para así poder ejecutar decisiones en aras del interés general. Como ya es una triste costumbre, los dirigentes del País Vasco vuelven a dar lecciones de pragmatismo y sentido común a los de Cataluña.
Es en las crisis donde se ejerce el liderazgo. Aquí no cabe ni el diálogo ni el talante ni el consenso ni otras monsergas. Hay que decidir, asumiendo el riesgo de equivocarse. Sin duda es mejor decidir y equivocarse alguna vez que estar bloqueado por no tomar decisiones.
La OMS la ha liado parda transmitiendo el pánico mundial a una nueva enfermedad que si no nos engañan afecta sobre todo a los mayores y a quienes tienen enfermedades previas, pero para el resto es más o menos como una gripe. Podría haberse dejado evolucionar la epidemia implantando mecanismos de protección para los mayores y la población vulnerable, podría haberse constituido un sistema sanitario dedicado a esta enfermedad con medios humanos y materiales específicos, permitiendo un contagio controlado, como parece que va a hacer Reino Unido con Boris Johnson.
De este modo se hubiese dejado operativo el resto del sistema sanitario para ictus, infartos, apendicitis, meningitis, tumores, accidentes… es decir para el 99,9% de las causas de fallecimiento. Porque cada año fallecen en España unas 450.000 personas, más de 1.200 al día. La peor semana de la epidemia de gripe de este año afectó a casi 500 personas por cada 100.000 habitantes, esta epidemia está, por el momento, con una afectación de menos de 20 personas por cada 100.000. A lo mejor si no ponemos en cuarentena preventiva al personal sanitario y no generamos alarmismo tendríamos más capacidad.
Pero en lugar de aplicar lo que anglosajones, y parece que también alemanes, van a intentar, la “inmunidad del rebaño”, algo que toda la vida han hecho las familias con varios hijos cuando uno de ellos contrae la varicela, nos empeñamos, como está haciendo medio mundo, en embarcarnos en una misión imposible, parar un virus que se contagia fácilmente. Es imposible, pero, además, en España, lo hemos hecho tarde y sin el arrojo necesario.
Ahora estamos en lo peor. La economía medio paralizada pero el virus seguirá propagándose durante semanas porque las medidas son tibias. Dentro de dos o tres meses, salvo que a alguien se le ocurra el pucherazo estadístico o simplemente dejar de radiar en directo los infectados en Europa, lo que seguro acortaría este absurdo, estaremos un poco mejor y entonces veremos con horror como el paro habrá subido por encima del 20% y el déficit por encima del 5%, si no es el 10%, entrando en otro ciclo económico lamentable. No habremos parado a tiempo la epidemia y nos habremos cargado la economía, dos errores por el precio de uno.
Dado que el cambio en la estrategia sanitaria parece imposible al menos hay que evitar matar al tejido económico. Vivimos en un país de empleo precario, de salarios bajos y poco ahorro. Hay que dar liquidez real a las empresas para que aguanten dos o tres meses de parón (si el parón es muy superior vamos al hoyo económico sin remedio por lo que habría que cambiar de estrategia tras Semana Santa).
Pero hay que ayudar con sentido, para mantener la actividad. Paremos ya las cotizaciones de autónomos, la recaudación de IVA y IRPF, hagamos que los bancos puedan dar créditos avalados por el ICO, seamos inteligentes ayudando a empresas y bancos. De lo contrario solo quedarán el subsidio y la renta básica. Si llegamos ahí lo habremos hecho fatal. Y lo que hemos de evitar es que el bache de la economía real contagie a los bancos porque ya hemos visto lo que ocurre cuando se simultanean crisis económica y financiera.
Goldman Sachs ha dicho que ve esto más como una crisis equivalente al 11S que a la de 2008, es decir, un shock temporal y no una recesión. Ojalá sea así, porque de lo contrario los culpables de nuestra desgracia no serán los pobres chinos que se comieron murciélagos enfermos sino quienes nos malgobiernan y ahora son incapaces de llevar el timón de nuestra sociedad en tiempos tan complicados.
Recemos a Santa Rita, patrona de los imposibles, para que las ayudas económicas que se van a promulgar tengan sentido y no sean planes al estilo del Plan E de finales de 2008 que no sirvió para casi nada.