Matcha latte, Chai Latte, Kombucha… El té se ha puesto de moda en España, aunque consista en una simple infusión de bolsita sumergida en un tazón de agua hirviendo o en una exótica mezcla de especias y leches vegetales, espolvoreada con azúcar de colores. Ambas opciones serían consideradas una aberración por los llamados puristas del té, expertos conocedores de esta costumbre milenaria originada en China y que más tarde fue expandiéndose por los países vecinos, como Japón y Corea del Sur, de la mano de los monjes Zen. Sin embargo, ¿tan grave es echarle leche o azúcar al té?
“No, lo importante es beber té”, explica Alejandro Barrera, un emprendedor tecnológico y amante del té, madrileño que hace un año se propuso llevar a cabo él solo la primera traducción ilustrada en español de El clásico del té ilustrado, un manual sobre la ceremonia del té escrito en el siglo VIII por el autor chino Lù Yu.
“Se trata de un librito fascinante, que llegó a convertirse en el tratado de té más influyente de la época y propulsó el consumo y el conocimiento del té a lo largo y ancho del continente asiático”, explica el emprendedor, que ha creado una campaña de crowdfunding para financiar el proyecto.
El interés de Barrera por la caligrafía china y el mundo del té no es casual. “De pequeño ya me llamaba mucho la atención Asia, sobre todo Japón, que siempre se ha vendido mejor que China”, comenta el emprendedor, que estudió Ingeniera Informática en la Politécnica de Madrid y ha fundado varias startups. “Empecé con los comics y acabé en el mundo del budismo y el zen de forma natural: era algo innato en mí, no me empujó ninguna crisis personal o el intento de buscar un sentido a la vida”, bromea.
Un buen día, hace ya más de diez años, un amigo suyo, conocedor de su pasión por Japón y el mundo zen, le sugirió que probara el Aikido, un arte marcial japonesa. “Al principio dudé, pero después me dejó flipado”, admite. “El Aikido me fue calando a nivel filosófico, no solo físico. Comprendí la necesidad que tenemos todos de adaptarnos continuamente al cambio, una filosofía que no es dispar a mi forma de trabajar”, explica Barrera, que actualmente dirige The Aleph Report, una publicación semanal sobre tecnología e innovación disruptiva, creada por él mismo.
Cada vez que Barrera empieza un negocio o un proyecto, procura aplicar los conceptos del Aikido: “Cuando inmovilizas a tu contrincante, tienes la opción de romperle el brazo o bloquearlo para que se tranquilice. En el trabajo igual: en lugar de entrar en conflicto o humillar a un empleado --y generarte un posible enemigo-- quizás es mejor buscar una solución alternativa”.
Más adelante, cuando ya tenía el Aikido bajo control, Barrera se cruzó con otro amigo que iba a cambiarle la vida. “Me explicó que él cada año se dedicaba a aprender algo nuevo y me pareció una idea buenísima”, recuerda. Así que decidió ponerse a estudiar caligrafía japonesa, un arte que había descubierto a partir de los textos zen que leían en clase de Aikido. “Entonces me di cuenta de que la caligrafía oriental no tiene nada que ver con la escritura o el dibujo occidental, donde solo usamos la mano y el pincel. En la caligrafía oriental, cada pincelada es una extensión del cuerpo, un movimiento de cadera, igual que en el Aikido”, explica.
Todas estas caligrafías se corresponden con los textos zen que los monjes Zen colgaban en las paredes de sus templos y monasterios con fines meditativos. “Cuando la cultura del té empezó a desarrollarse en Japón, estas caligrafías empezaron a usarse también para decorar las casas de té”, aclara Barrera. “Al principio se usaban cartas y poemas largos, o textos religiosos, pero pero al aplicarlas al mundo del té, fueron simplificándose para que fuera más sencillo leerlas”, aclara el emprendedor.
No obstante, Barrera se daba cuenta de que cuánto más se adentraba en la cultura del té y la caligrafía japonesas, más quería saber sobre su verdadero origen: China. Tanto el té como el budismo zen llegaron de China, por mucho que a los japoneses les cueste admitirlo”, se ríe el emprendedor, que todavía recuerda cuando hace cuatro años una prima de su mujer le regaló una bolsa de té chino comprada en Caj Chai, una de las pocas tiendas especializadas en té de Barcelona. “Me encantó su sabor”, admite. “Era un té de brotes salvajes violetas, casi rozando al blanco, muy sutil”, recuerda.
En Madrid no encontró tiendas tan especializadas como Chaj Chai, así que Barrera empezó a explorar el mundo de los tés puros por su cuenta. “Empecé a comprar directamente de China, porque ahí hay mucha más variedad que en cualquier parte del mundo”, dice. El único problema era que cuando le llegaban los paquetes de té, no podía entender las etiquetas. “Sin entender su composición no me era posible profundizar en el Cha Dao, el camino del té”, explica. Así que, de un día para otro, decidió ponerse a estudiar también chino clásico.
“Poco a poco empiezas a pensar que el té y el Zen son el mismo sabor. Hay algo en la ceremonia del té que puedes aplicarlo en tu día a día…”, dice Barrera, que está a punto de terminar la traducción de El Clásico del té ilustrado de Lù Yu. Su versión incluirá además una serie de comentarios para ayudar a su interpretación y aplicación en la vida real.
“La ceremonia del té nos enseña a tranquilizarnos, a detenernos y pensar que no se puede forzar el ritmo de la naturaleza. El té necesita su tiempo”, dice Barrera, convencido de que el gran valor del Clásico del té ilustrado es que sirvió para que el té saliera de los templos y la gente empezara a beberlo en su casa.
Mejor persona, ¿con el té?
Por otra parte, “es fascinante que un libro del siglo VII hable de temas tan relevantes, como las propiedades medicinales del té, de los cambios internos que provoca en la temperatura del cuerpo, etc.. Todos estos temas se están estudiando ahora mismo”, comenta.
Según un informe reciente de la consultora Nielsen, el aumento de consumidores de té en España “refleja una subida del número de consumidores que ha ido descubriendo las propiedades de los tés y que han optado por incluirlo en su día a día como una apuesta por una dieta más sana y equilibrada”. El informe, citado en el portal Bar Business, especializado en hostelería, calculaba que en España se consumieron más de 142 millones de infusiones en el año 2018, un tercio de las cuales eran tés.
Entre los nuevos consumidores de té figuran los aficionados al té matcha o el chai latte, bebidas que empezaron a popularizarse gracias a Starbucks y ahora son la última moda entre los millennials. ¿Por qué? A diferencia de los tés chinos, “son sabores muy potentes, como el café, y por tanto más fáciles de valorar para el paladar occidental”, dice Barrera.
A él no le molesta que esté de moda el chai latte ni que la gente se añada todo tipo de leches vegetales. “Es verdad que cuanto más sabes de té, más aprecias la naturaleza de los sabores, pero no pasa nada porque alguien se añada leche o azúcar”, dice, criticando a los “sommeliers”, como llamaba él a los “puristas” que rechazarían una taza de té de bolsita.
En la cultura china, recuerda, servir el té es una señal de profundo respeto a quien se lo está sirviendo y se utiliza también para estrechar lazos familiares.
“Un verdadero amante del té nunca rechaza la oferta de un té, aunque sea de bolsita o con leche”, dice. “Además” --añade-- en Mongolia el té se bebe con leche, en Tíbet con mantequilla, y hubo una época en que se bebía con sal. El té es una cultura dinámica”, concluye, “y te hace mejor persona”.