En política, como en la vida en general, no todo vale. Cuando lo que está en juego es la salud, y en concreto la salud pública, los intereses políticos deben quedar a un lado. Ante una pandemia de la extrema gravedad que presenta el coronavirus --la primera pandemia verdaderamente global, como corresponde al mundo globalizado en el que vivimos--, todas las fuerzas políticas y sociales con un mínimo sentido de Estado, esto es de defensa por encima de cualquier otra consideración del bien común, deben mantenerse unidas y colaborar con el gobierno, sea éste del color que sea. En definitiva, se trata de una situación excepcional, como si de una invasión extranjera se tratara.
Solo desde la mezquindad, la ruindad y la más extrema miserabilidad personal se pueden entender, aunque en ningún caso admitir, las repetidas y cada vez más explosivas salidas de tono del principal dirigente del primer partido de la oposición contra la gestión que el Gobierno presidido por Pedro Sánchez está haciendo de la lucha contra el maldito virus COVID19.
Ver y oír a Pablo Casado arremetiendo contra las medidas que el Gobierno de coalición de PSOE y UP ha implantado, es algo a todas luces inconcebible. Me he esforzado en encontrar algún tipo de reacción similar en representantes de fuerzas opositoras de otros países de nuestro entorno afectados por esta pandemia, y no lo he hallado. No hago referencia al país donde comenzó a extenderse el coronavirus, China, que por tratarse de una dictadura no puede ser objeto de comparación. Tampoco he encontrado alguna reacción que pudiera parecerse a la del líder del PP en Italia o en Francia, ni en cualquier otro país de la Unión Europea.
Baste señalar que otros destacados dirigentes territoriales del partido presidido por Pablo Casado se han desmarcado pública y repetidamente de este tipo de declaraciones de su líder. Los casos de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y del alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, son tal vez los más llamativos al respecto. En algún momento ambos siguieron la línea de oposición frontal impuesta por Pablo Casado, pero pronto se vieron obligados a renunciar a ella ante la gravedad extraordinaria de los hechos; no tardaron a reaccionar y elogiaron la gestión que el Gobierno de España está haciendo de esta gran crisis sanitaria, con efectos económicos y sociales devastadores.
El PP, que desde hace tantos años gobierna la Comunidad de Madrid, debería reflexionar de forma muy seria sobre las razones profundas de la afectación excepcional que la pandemia del coronavirus tiene en su población, con unos índices de personas contagiadas y fallecidas que porcentualmente superan con mucho a los de las restantes comunidades autónomas españolas.
Dejando a un lado pequeños pero muy potentes focos territoriales de contacto --en el País Vasco y en La Rioja, o en la ciudad de Igualada y otras poblaciones del entorno, en Cataluña--, tanto la Comunidad de Madrid como su capital son, por ahora, los puntos de mayor índice de contagio del coronavirus, así como de fallecimientos causados por él. Sería razonable suponer que ello se debe a una gestión deficiente de esta crisis sanitaria por parte de la Administración que tiene competencias plenas en este territorio, que no es otra que la Comunidad de Madrid.
También sería razonable suponer que algo debe tener que ver con ello la política sanitaria desarrollada por los sucesivos gobiernos autonómicos del PP, con drásticas reducciones presupuestarias, con todo cuanto ello ha comportado de reducción de personal sanitario, camas hospitalarias y todo tipo de material. También sería razonable suponer que ha contribuido asimismo a ello las sucesivas oleadas de privatizaciones de centros de la sanidad pública madrileña que el PP ha implantado durante estos últimos años.
Todo ello sería y es razonable. Pero ahora no es el momento de llorar por la leche derramada. Ya vendrá el momento, una vez que hayamos conseguido superar esta crisis tan grave, para la reflexión crítica serena, para la búsqueda de responsabilidades políticas y sobre todo para la corrección de los errores cometidos para que no se vuelvan a producir en el futuro.
Ahora es el momento de hacer un sólido e inquebrantable frente común para enfrentarse a una crisis de salud pública de una potencia jamás vista hasta ahora. En política no todo vale. Sobre todo en un problema de salud pública, como es este caso.
Frente a la invasión del devastador coronavirus, todas las fuerzas políticas y sociales, y en particular los medios de comunicación, debemos unirnos para conseguir la superación de los terribles efectos que esta pandemia ha producido, produce y por desgracia seguirá produciendo, tanto en la salud pública como en la economía, hasta que logremos finalmente erradicarla.