Nuestra populista y feliz alcaldesa parece empeñada en estropear todo lo que más o menos funciona en nuestra ciudad. Una vez logrado hundir en la miseria al incombustible John Hoffman, con la inestimable ayuda tanto del Govern como del Gobierno, malgestionando la crisis del covid-19, ahora decide atacar al distrito tecnológico. Al ver que unas malgestionadas e inacabables obras en su principal acceso, las Glòries, y la estupidez sin parangón de las macromanzanas no han podido con el dinamismo de un distrito que poco a poco se ha ido consolidando, ha pasado a la acción parando la concesión de licencias para ver en este tiempo cómo rematarlo.
No hay duda que hay un antes y un después de Barcelona con los Juegos Olímpicos del 92. En esa época se hicieron muchísimas cosas bien, pero sin duda la mejor de ellas fue la reconciliación de Barcelona con el mar. Nunca estaremos suficientemente agradecidos a Pasqual Maragall, al artista Oriol Bohigas y al excelente gestor Ramón García Bragado. Ellos lideraron un equipo que acometió una transformación de Barcelona solo comparable a la del mismísimo plan Cerdá que a finales del siglo XIX conformó lo que hoy (re)conocemos como Barcelona. Cayeron barreras físicas y psicológicas y Barcelona reconoció que tenía mar y playa.
Pero entre la nueva fachada marítima y la por entonces inacabada Diagonal había un mundo por reordenar. Y gran parte del equipo de Maragall, en aquel momento liderado por Joan Clos, se inventó en el 2000 un distrito diferente, el 22@, que se remataría con la excusa del Forum de 2004. Transformar 200 hectáreas de suelo industrial del barrio de Poblenou, casi todo fábricas cerradas y almacenes, en un distrito innovador, con espacios modernos para facilitar la concentración de actividades intensivas en conocimiento, no era tarea sencilla.
Poco a poco, con perseverancia, mejorando día a día se ha ido poblando de empresas. Y cuando parecía que ya era viable y atractivo para los inversores y cogía velocidad de crucero aparece nuestra heroína supervivienda, ahora conocida por Ada Colau, y no tiene mejor ocurrencia que parar el desarrollo de oficinas para pensar cómo hacer viviendas, imagino que mejor para ser okupadas que vendidas. Sin duda genial.
Muchas grandes ciudades europeas tienen nuevos distritos destinados a oficinas: Canary Wharf y La Defense son unos buenos ejemplos de cómo Londres y París se inventaron nuevas centralidades. El 22@ nació con el mismo espíritu, pero ha conseguido ser mucho más humano y habitable, a pesar del reciente invento de las supermanzanas.
La Rambla del Poblenou o el entorno de la Plaça Prim tienen un encanto especial reforzado por el contraste de los rascacielos de oficinas. ¿Qué es lo que se pretende ahora? ¿Hacer bloques de viviendas amorfos? ¿Por qué no se trata de resolver, por ejemplo, la zona de las tres chimeneas de Sant Adrià? ¿Por qué no se revitaliza el paseo de la Zona Franca? ¿Por qué no se hacen intervenciones en los muchos barrios con problemas de nuestra ciudad? No, es más fácil estropear lo que parece funcionar que arreglar aquello que no va.
Bueno, al menos Badalona y L’Hospitalet verán nuevas oportunidades de crecimiento porque ser una ciudad vecina de esta Barcelona se está convirtiendo en un chollo, ya que desprecia las oportunidades por docenas.
Puede que tras las ideas de la alcaldesa estén los rusos, los chinos o Trump, porque es imposible hacerlo tan mal sin un propósito. Lo malo es que ya nos preguntamos cual será la siguiente ocurrencia. Yo apuesto por los cruceros, son fuente de dinero y de turistas, y eso no puede continuar así durante mucho más tiempo.