“Yo nunca me he comprado un coche deportivo, ni he gastado el dinero en joyas; lo he invertido todo en arte”, dice Lluís Bassat un coleccionista actual y emblemático. Una buena parte de su logro como mecenas está anclado en una Europa casi extinguida, en la que el arte y la ciencia han rondado siempre la condición judía. Esta identidad alcanzó su climax a través de la visión austro-húngara del mundo desde las clases emergentes y a partir de dos palancas: la inteligencia y la empresa.
Lluís Bassat Coen es un caso paradigmático del empuje sefardí en la España de entre siglos (XX y XXI), por sus éxitos empresariales y por su actual dedicación al arte y al mecenazgo. Existe una razón casi desconocida: su conexión familiar con el mundo sefardita, como sobrino segundo del mismísimo Elías Canetti, Nobel de literatura, tal como contó el publicista en el libro memoralístico El regreso de los Bassat, de Vicens Villatoro.
La historia de la familia del publicista parece predestinada a encarnar una reflexión de la pasada centuria, no sólo en el pueblo judío, sino también sobre los mitos de infancia y la gran ruptura que significaron las guerras de medio siglo, incluida la española. Es la historia de un viaje interminable y también de un renacimiento, el volver a empezar. No se trata de una biografía al uso, sino un texto con reflexiones, narraciones y citas después de muchas horas de conversaciones y de viajes.
El salto de la sociedad industrial
El apellido Bassat es el resultado de una trayectoria compleja a través de los siglos. Después de abandonar España, sus antepasados recorrieron Bulgaria, Turquía, Austria o Alemania, antes del regreso a principios del siglo pasado. Otra rama de la familia del publicista, la emparentada con los Coen, es de raíz romaní y ha conformado un singular granero de creativos que desembocan en la propia madre del publicista, Yolanda Coen. El escritor Albert Cohen es la referencia de este segundo parentesco. Los miembros de este tronco llegaron a la Italia de Musolini, cuando el Duce italianizaba los gentilicios y los Cohen pasaron a llamarse Coen, sin la hache intercalada.
En el ámbito empresarial, Lluís Bassat se puso a prueba a base de saltos de altitud y longitud; se forjó una reputación de marca que se mantiene con el paso del tiempo. Adquirió un perfil público relevante hasta ser el escogido por la sociedad civil catalana para liderar el FC Barcelona, aunque fue descabalgado en los últimos metros por el atrabiliario Joan Laporta.
Bassat representó en su momento el salto cualitativo entre una sociedad industrial tradicional y el mundo de los nuevos negocios. Rompió el molde, cuando la comunicación era el sector de éxito y la cultural digital su herramienta. Todo había empezado en la segunda mitad de los años setentas. Tentado por el mundo de las grandes agencias, Lluís Bassat decidió cerrar su firma, Publicidad Venditor, y aceptar el cargo de director general de Interalas Barcelona, atraído por su proyecto de internacionalización.
La aventura americana
Desembarcó en Nueva York montado en el potro de la perseverancia y se plantó en las oficinas de Ogilvy & Mather, para explicarles a sus socios que iba a abrir una nueva agencia en España y proponerles que se asociaran con él.
A las pocas semanas alcanzó un primer acuerdo: si mantenía el business plan acordado con Ogilvy, el grupo norteamericano consideraría comprarle el 25% del negocio. Fundó Bassat & Asociados y, desde el primer momento, empezó a ganar concursos, clientes y fama. Pocos años más tarde, el grupo Ogilvy & Mather se hizo con el control absoluto de la agencia de Bassat & Asociados, lo que le permitió al publicista convertirse en Bassat, Ogilvy & Mather y abrir su primera oficina en Madrid.
Para entonces, era ya la referencia de la imagen simbólica del nacionalismo catalán. Jordi Pujol fue su mejor cliente durante un tiempo y lo consideró su amigo. Tuvo la oportunidad de desarrollar plenamente su profesión en el ámbito internacional. Trabajó para grandes marcas multinacionales, ocupó importantes puestos en la organización mundial de la compañía, de cuyo Consejo de Administración ha llegado a ser el único miembro vitalicio. Para cuando se retiró en 2007, el mundo del arte había pasado a convertirse en su preferencia.
Nacía entonces el coleccionista. Aunque llovía sobre mojado porque su afición es muy anterior; data de 1968, cuando compró su primer cuadro. Bassat ha levantado su colección cuadro a cuadro y hoy reúne el conjunto en la Nave Gaudí de Mataró (el primer edificio del arquitecto modernista) con obras de Guinovart y Hernández Pijoan (más de cien piezas de cada uno) y de otros artistas españoles, como Antonio Saura, entre otros artistas del grupo El Paso, sin desdeñar obras de los abstractos de la Escuela de Vallecas, como Benjamín Palencia. En la colección abanderada por la Fundación Bassat figuran también piezas recientes de artistas de El Maresme, como Rosa Codina o Pere Coll.
La herencia cultural
Su afición al arte se debe en parte a la figura de su padre, “que, siendo yo niño me llevaba a exposiciones de la Sala Gaspar y la René Metras”, recuerda el empresario y mecenas. La sensibilidad y la empresa familiar forman un conjunto inopinado para muchos, pero enormemente creativo. La cultura centro europea aletea siempre bajo la cubierta del viejo imperio, como demuestran la crónica vivida de los Wittgenstein, parientes del filósofo Ludwig, que renunció a la herencia de su padre (un megagrupo del acero) y se traslado a Cambridge para trabajar junto a Bertrand Russell. Tanto este caso real, como otros muy conocidos fueron resumidos metafóricamente en la novela de Thomas Mann, Los Buddenbrook.
Bassat padre salió de Alemania cuando Hitler armaba a sus jóvenes bárbaros que acabarían engrosando las filas de la SS. Se libró del genocidio nazi por los pelos y abrió en el Poble Nou de Barcelona –el Manchester catalán- la fábrica de cuchillas que el abuelo Bassat había levantado en Seringen en los años inolvidables de la República de Weimar. Con el tiempo, aquel centro fabril se convirtió en la moderna Filomatic. Lluis Bassat fue su publicista y deslumbró con un recordado anuncio, que incluía un gag del humorista Gila.
El último de los siete libros que ha publicado Bassat titulado, Sueña como Luther King, habla como Obama, manda sin mandar y sé tú mismo, trata de discursos y sueños en memoria del líder negro asesinado; es un trabajo en clave antropomórfica que trata de sueños y esperanzas o de cómo convertir en realidad nuestros anhelos.
Un texto enclavado entre la mística de los emprendedores y la autoayuda (en el sentido más noble del término). Bassat aprendió a brillar por encima de sus logros. Se vio en los JJOO de Barcelona cuando realizó un spot en la ceremonias de inauguración y clausura y fue reconocido con la Medalla de Oro 92.
Entre su primer cuadro adquirido y 1973, cuando integró La bañista de Serra de Rivera, Bassat recopiló una parte importante de su su colección de más de mil piezas. Su pasión por el arte quedó clara con su participación como accionista mayoritario de la Galería Adrià de Barcelona. En 1980 cerró la galería y adquirió una gran parte de pinturas de los 70, convirtiendo la colección destinada a defender el arte contemporáneo catalán, con un estilo parecido al de Vila-Casas en el Espai Volart.
La Fundación Bassat seleccionó cerca de un millar de obras del fondo de la colección, que, desde el mes de noviembre del 2010, se van exponiendo en la Nau Gaudí de Mataró. La fundación del publicista ha creado un consorcio junto al Ayuntamiento de la capital del Maresme, definiendo así el rumbo público-privado de la colección.
Los últimos pasos de Elias Canetti por España le reservaron al publicista los postreros abrazos del autor de Massa y Poder. Canetti estuvo muy vinculado a su editor en lengua castellana, Mario Muchnik, judío asquenazi e hijo del científico Jacobo Muchnik. Con la desaparición de Canetti cayó para siempre una forma de entender el mundo, mezcla del ámbito sefardí bajo el Imperio otomano y la cultura europea, florecida en Viena y en el Berlín narrado por Alfred Döblin en su Alexanderplatz, la ficción pasada al cine por Bob Fosse, en Cabaret. Después de Muchnik, la obra completa de Canetti fue editada por Galaxia Gutenberg, un alambicado altar de los políglotas, donde se mezclan las herencias de Karl Kraus, Musil, Hermann Broch, Walter Benjamin o Joseph Roth. Y Lluís Bassat lleva, en su background, buena parte de esta tradición.