Nuestra populista alcaldesa no deja de buscar titulares en lugar de afanarse en mejorar la gestión de nuestra moribunda y decadente ciudad. Ahora propone cancelar el puente aéreo Barcelona-Madrid, algo para lo que no tiene, ni tendrá, competencias. ¿Qué es lo siguiente? ¿Prohibir la venta de tampones y compresas para fomentar el uso de la copa menstrual? ¿O poner un superimpuesto municipal al jamón ibérico para que todos seamos veganos?
Barcelona ha tenido alcaldes más o menos buenos en casi todas las épocas. El hijo más ilustre del pueblecito gerundés de Amer, José María de Porcioles, transformó Barcelona dando más vida al Eixample al permitir la sobrelevación de áticos y sobreáticos según el ancho de la calle. Narcís Serra nos trajo los Juegos Olímpicos. Pasqual Maragall nos concilió con el mar. Joan Clos lo intentó con el Fórum de las Culturas. Pero la actual alcaldesa parece contratada por el peor enemigo de Barcelona para convertirla en una ciudad provinciana, cabreada y gris. Y lo que es igual o más escandaloso es que su socio de gobierno, el PSC, que ha sido el factótum de la ciudad durante casi toda la democracia, lo permita. Puede que ella no dé más de sí pero el PSC sin duda que sí. Pero todo sea por la gobernabilidad.
Es impresentable el desastre urbanístico de las superillas que una vez probadas en el 22@, sin ningún éxito, amenazan con destruir el patrimonio estructural de Barcelona, el Eixample. Es de juzgado de guardia la invasión de los carriles bici por todos lados haciendo de Barcelona una ciudad difícil para el conductor, y sobre todo para los peatones, cuando era de las mejores del mundo gracias a la visión de Idelfonso Cerdá. No se publican las estadísticas de accidentes por culpa del carril bici y de los autobuses en contra dirección, pero es incontestable que Muriel Casals falleció por culpa de la increíble idea de hacer carriles bici de dos direcciones en calles de una dirección.
Es imperdonable la expulsión de 55.000 coches de los más necesitados de Barcelona, cifra que amenaza con ser muy superior pues las etiquetas B están en el punto de mira para seguir “mejorando el aire”. Me faltan calificativos para describir la relación de Barcelona con la vulgaridad, ejemplarizada por la permisividad para con los manteros y vendedores de bebidas en la vía pública. No tiene nombre el destrozo de las Glorias, ejemplo de la pésima gestión de la obra pública que por no saber ni aciertan por donde pasan las vías del tren. Sólo se puede atribuir a la indigencia intelectual quitar una plaza aplicando criterios progres del siglo XXI a quien fundó la Compañía Transatlántica Española y la Compañía General de Tabaco de Filipinas, piezas clave del desarrollo económico de la Barcelona del siglo XIX, y que además financió la Reinaxença y a otros sospechosos como un arquitecto de Reus apellidado Gaudí.
No se puede ser más desagradecido que quien borra del ayuntamiento cualquier recuerdo de Juan Antonio Samaranch, sin quien el milagro olímpico no hubiese sido posible. Y ahora es de aurora boreal la genial idea de proponer la supresión del puente aéreo para que viajemos a lomos de bueyes como la sin par, afortunadamente, Gretta. ¿Qué quiere este personaje? ¿Aislar Barcelona de la civilización? ¿Que vayamos con taparrabos?
Estas Navidades ha habido una competencia, sanísima, en relación con el alumbrado, eléctrico y no contaminante, de las ciudades. Gracias a los leds el consumo es insignificante y el impacto espectacular. Vigo, Madrid, Málaga, Zaragoza, Sevilla, Córdoba, … han invertido en alegrar sus calles y así animar a sus ciudadanos y visitantes a gastar, algo que va bien, sobre todo, a la ciudad. En Barcelona hemos tenido un Paseo de Gracia muy bien decorado y el resto… miseria. Gran Vía y Aragón repitiendo decoración desde hace años y el resto… a oscuras.
Seguro que en Teruel, ahora que sabemos que existe gracias a su voto decisivo en la coronación de Sánchez, tenía mejor iluminación que Barcelona. Nunca tendremos estadísticas veraces, pero el incremento superior a un 10% del turismo nacional en Andalucía esta Navidad me da que se nutre, en gran medida, del que pierde Barcelona día a día. Sin el turismo internacional la hecatombe sería evidente.
Pasear de noche a las orillas del Guadalquivir no parecería una actividad muy segura,… pues lo es porque la iluminación es espléndida, mientras que en Barcelona seguimos a oscuras en toda la ciudad. Podemos repasar muchas capitales de provincia de España y Barcelona, lamentablemente, caerá en cualquier ranking a una posición de medianía. Qué pena lo que fuimos y en qué nos hemos convertido.
Esta semana ha comunicado su cierre una cafetería icónica de Paseo de Gracia, Samoa. Las algaradas del procés, la falta de proyecto para la ciudad y la inconcebible presión regulatoria y fiscal han acabado con un proyecto empresarial que había sobrevivido casi 60 años. Desde tiempos a esta parte vamos camino de nada, como decía mi paisano Labordeta. De nada o de menos de nada, añado yo.
Estuvo bien el gesto de Valls de dar la alcaldía a nuestra populista alcaldesa para no entregar la ciudad al procés, pero visto lo visto no sé qué hubiese sido mejor porque con la actual alcaldesa Barcelona va camino de la más absoluta irrelevancia y a lo mejor 'Maragall el joven' quiere más a esta ciudad que parece despreciar la ex heroína “Supervivienda”.
Volviendo a la última simpleza, cambiar el puente aéreo por el AVE, es eso, una simpleza. Más del 60% de la producción eléctrica española es NO renovable, ergo el AVE también contamina, y mucho. Hoy el 45% del tráfico entre Madrid y Barcelona se hace en avión. No solo es una tontería esta propuesta, sino que, además, es inviable.
Seguro que nuestra alcaldesa pensará que el puente aéreo es una fuente de yuppies y engominados. Nada más lejos. Además de políticos que copan la clase business viajan en el puente aéreo, fundamentalmente, empleados de diferentes empresas que pasan cada vez más tiempo en Madrid, no por nada sino porque es el motor de actividad económica de España. Regresar los jueves por la tarde es misión casi imposible sino no se ha reservado plaza con anticipación. Al menos ha logrado que patronales, sindicatos y todo el que tiene algo de contacto con la realidad hayan catalogado la idea como lo que es, una sandez.
En lugar de hacer la vida más difícil a los emigrantes a tiempo parcial podía nuestra alcaldesa desplazarse en un vehículo eléctrico, en lugar de un monovolumen de más de 200 caballos con emisiones que doblan la nueva referencia de 95 gr CO2 /km, calentar las dependencias municipales con energía fotovoltaica o renovar la flota de autobuses nocturnos y de recorrido metropolitano, muchos de los cuales llevan una etiqueta B más que justita
Barcelona sobrevivirá y dentro de unos años no nos creeremos la caspa que hoy reina en nuestra ciudad, pero mientras tanto somos los ciudadanos los que la sufrimos las ocurrencias de nuestros políticos.