A Torra le están atosigando para que abra las puertas de las prisiones y Oriol Junqueras salga en libertad gracias a tan sencillo sistema, es de suponer que junto a unos cuantos miles de reclusos más, que aprovecharían a barra libre decretada por la Generalitat. Imagino que quien en estos momentos más está rogando para que Torra no haga caso de tal petición y las puertas continúen cerradas a cal y canto, debe ser el propio Junqueras, aterrado ante la posibilidad de tener que elegir entre quedarse dentro o salir por patas. No parece Junqueras un tipo dado a fugas carcelarias, así sean fugas auspiciadas por el gobierno catalán, pero quedarse en la celda cuando toda la prisión ha quedado vacía, le dejaría ante los ciudadanos como un piernas. ¿Qué hacer, pues, llegado el caso?

Si Junqueras lee estas crónicas, y espero que así sea, yo le aconsejo hacerse el dormido. Es la mejor forma de no incurrir en a ilegalidad de una fuga --a quién se le ocurre ahora que ya se empieza a hablar de un tercer grado-- y dejar a salvo el honor a ojos de sus votantes.

-¡Junqueras! ¡Junqueras! ¡Que nos fugamos todos! ¡Que los guardias han abierto las puertas!- gritaría su compañero de celda, pues a final le ha cogido cariño a ese tipo enorme que colocaron bajo su litera.

-Zzzzzzz.

Mejor no hacer caso ni de los gritos ni de las sacudidas que llevan intención de despertarle, y seguir roncando. Tiene Junqueras a su favor la creencia generalizada de que los gordos duermen a pierna suelta, y lo más probable es que al final los otros internos le dejen en paz. Incluso puede que decidan huir de la cárcel en silencio, sin hacer ruido, en consideración al sueño bendito que parece haber conciliado aquel tipo raro pero bonachón que a veces hace discursos extraños a los reclusos, llamándoles cosas tan raras como «señorías».

El recurso de hacerse el dormido es mucho más útil que el de hacerse el tonto --aunque quizás en el caso de Junqueras eso sería más sencillo-- porque al tonto intentarían sacarle de la cárcel aunque fuera a empellones y en cambio al durmiente le dejarán tranquilo. De esta sencilla forma, se librará Junqueras de los pelmazos que intentan arruinarle su tercer grado, y tampoco quedará para la posteridad como un calzonazos incapaz de aprovechar una oportunidad tan clara de conseguir la libertad.

Aunque, claro, todo lo anterior sería en el supuesto de que Torra se atreviera a vulnerar la ley, y ello por no hablar de los funcionarios de prisiones. El presidente de a Generalitat no se distingue precisamente por su valentía, y a su verborrea habitual sigue siempre un agachar la testuz y acatar. No tema por tanto Junqueras, no se va a dar el caso de tener que simular el sueño, que por más que los más exaltados pidan a gritos que se abran las prisiones, lo único que va a hacer el presidente catalán será alguna declaración estrambótica y solemne, pero aquellas permanecerán cerradas. Con lo calentito y descansado que se está en la celda de Lledoners, no está Junqueras para experimentos a lo Ronnie Gibbs, y menos si es para plantarse en Bruselas y no en Río de Janeiro.

Más que Junqueras, quienes me preocupan son todos los cacos, traficantes, violadores, homicidas y proxenetas que han depositado en la valentía de Torra sus esperanzas de libertad. Igual que los independentistas, pero aquellos por lo menos llevan razón cuando se quejan de que el estado español los reprime y coarta su libertad.

-¡Torra, no nos falles!- es el clamor que resuena tras los muros de la prisión.