Sin duda, el jienense Cristóbal Montoro ha sido EL ministro de Hacienda de la década, por no decir de lo que llevamos de siglo y algo más. Los Presupuestos del Estado llevan su firma desde 2011 hasta 2018, y antes la llevaron desde el 2000 hasta el 2004, habiendo influido notablemente entre 1996 y 2000 como secretario de Estado de Economía. Solo Pedro Solbes le puede hacer algo de sombra, pues ocupó su puesto en los Gobiernos socialistas intercalados entre uno y otro mandato popular y, además, fue comisario europeo de Economía entre 1999 y 2004.
Pero más allá de ocupar durante muchos años la cartera de Hacienda, este doctor en económicas pasará a la historia por ser el primer ministro de Hacienda al que le prorrogan sus presupuestos dos veces. Los todavía vigentes Presupuestos Generales del Estado son los de 2018, prorrogados para todo 2019 y de nuevo para 2020, al menos mientras no haya otros. Siendo la ley de Presupuestos la más importante del año, no es una exageración decir que el PP de Montoro y Rajoy sigue gobernando tanto o más que el actual presidente en funciones.
Los ciudadanos nos hemos empeñado en votar diversidad, somos así, y como los dos grandes partidos se niegan a hacer lo que se hace en los países serios, una gran coalición, conformar Gobierno es una tarea muy compleja que implica negociaciones a muchas bandas con actores antagónicos, a los que solo les une estar contra el otro gran partido. Así las cosas, se han tenido que repetir elecciones, complicando más aún la gobernabilidad, y ahora la investidura se ha dilatado fundamentalmente porque Esquerra no quiere perder la oportunidad de gobernar Cataluña por ser influyente en el Gobierno español. El problema no es el PSOE sino sus, todavía, socios de Gobierno en Cataluña, de los que no se fía nada. Todo esto ha hecho que estemos muchos meses sin Gobierno efectivo en España. Porque por mucho que tengamos pronto Gobierno, habrá que ver cómo y cuándo hay presupuestos. Para hacer unos presupuestos “bien” se tardan unos tres meses y con un soporte tan variopinto como el que tendrá el futuro Gobierno aún parecen pocos.
Los nuevos presupuestos los redactará un partido socialdemócrata, apoyado por un partido populista de izquierdas sin experiencia en el Gobierno, dentro del cual queda el último reducto del Partido Comunista que sobrevivió a Franco, pero no a la democracia. Pero también le apoya por acción u omisión un partido nacionalista vasco pragmático y de derechas, un partido independentista catalán --parece que ahora también pragmático, de izquierdas--, un partido abertzale, soporte que lo fue de una banda terrorista hoy disuelta, una agrupación de electores de Teruel, partidos regionalistas canarios, nacionalistas de izquierdas gallegos, una escisión de Podemos, nacionalistas valencianos de izquierdas... vamos, un lío. Para poner a todos de acuerdo habrá que hacer no ya un sudoku, sino un puzzle n-dimensional.
Pero cuando todos los partidos que apoyan al Gobierno se pongan de acuerdo, si se ponen, habrá que hacer equilibrios con la financiación autonómica y luego contentar a funcionarios, pensionistas, investigadores, docentes, policías, guardias civiles y decenas de colectivos que esperan a los presupuestos del Estado para ver cumplidas sus aplazadas reivindicaciones.
Y en ese momento se comenzará a decidir sobre lo que de verdad importa: la transición energética, la renovación del parque ferroviario, el mantenimiento de las autopistas, la digitalización, las ayudas a las transformaciones industriales que tenemos encima --entre otras las de la industria del automóvil, que consumirá cientos de millones del presupuesto--, la respuesta a los aranceles, la adaptación a una Europa sin el Reino Unido, el soporte a las empresas españolas en una cada vez más compleja Latinoamérica, la ley de dependencia, las becas, el despliegue del 5G y cientos de cosas y casos más, que por eso la ley de presupuestos es la ley más importante del año.
Habrá que darle 100 días al nuevo Gobierno, aunque seguro que no nos da ese tiempo a los ciudadanos incrementando la carga fiscal hasta hacerla confiscatoria, y probablemente en esa fecha, allá por Semana Santa, tengan un borrador de presupuestos cuya negociación será un calvario mayor que el de la investidura. Mientras tanto, seguirán mandando los presupuestos del doctor en economía Cristobal Montoro, pergeñados hace casi tres años, con un crecimiento notablemente mayor que el de ahora y con una expectativa de creación de empleo radicalmente diferente a la de la actualidad, a la espera que la doctora en medicina y cirugía María Jesús Montero logre redactar unos que contenten al variopinto soporte de su Gobierno en un entorno cada vez más cercano a la recesión. Que sean buenos para los ciudadanos me temo que no será algo prioritario: lo prioritario será tener unos presupuestos nuevos, los que sea posible, si es que lo es con un soporte tan variopinto y hasta antagónico.
Como siempre, los políticos se empeñan en hacer nuestra vida más difícil cada día. Si Ciudadanos hubiese tenido sentido de Estado, ahora no estaríamos así (ni Albert Ribera en el paro, claro).